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TESTIMONIO

Escribe: Francisco Diez Canseco Távara

 

Al final, sabemos bien que la violencia es la sepulturera, no la partera de la historia como sostiene Marx.

 

Hace 38 años inicié en Puno el primer proyecto de quinua orgánica del Perú con dos grupos de pequeños productores aymaras y quechuas ubicados en el  sur y el norte, respectivamente, de esa región de nuestra Patria.
Durante todos estos años he trabajado ininterrumpidamente con ellos y me enorgullezco de que, desde un modesto inicio con una producción de 7 a 8 mil toneladas anuales de quinua en esos años-después de haber producido de 40 a 50 mil en la década del 40- Puno y el Perú son hoy el primer productor y exportador de quinua del mundo habiendo sobrepasado largamente a Bolivia, nuestro tradicional competidor que, en mi opinión, nunca debió dejar de ser parte de nuestro país.
Con ellos, con aymaras y quechuas, he vivido las vicisitudes de un desarrollo agrícola sujeto a normas internacionales de certificación -muy incipientes en ese entonces- pero que sustentamos esencialmente en su milenario conocimiento de las tierras de secano en las que cultivaban quinua y otros productos básicamente sin el uso de químicos. Y  creo  que su visión de la vida, de su entorno y de sus apus debe ser percibido y debidamente comprendido.
Tengo la convicción clara que, en el caso de los aymaras, si bien siempre estuvo presente su percepción de la Nación Aymara y el permanente sentimiento de abandono y postergación por parte del Estado -compartido con los quechuas- los objetivos  políticos -porque no son sociales- que hoy quieren imponer mediante la violencia quienes se arrogan su representación no representan ni la conciencia ni el sentir mayoritario de un pueblo trabajador y desinformado, una vez más coactado con amenazas, y engañado parcialmente por los cantos de sirena de agitadores extremistas que están destruyendo su propia economía y generando muertes sin misericordia alguna.
En todos estos años, mientras campeaban la demagogia y el oportunismo en gobiernos nacionales esencialmente corruptos e ineficientes en la lucha contra la pobreza, la izquierda marxista leninista -que debe diferenciarse con claridad de la izquierda democrática- ha tomado posiciones en el sur del país y, en base al manejo experto de la desinformación y la narrativa distorsionada, ha logrado colocar en el poder regional autoridades tanto o más corruptas e ineptas y mantener, pese a ello, su vigencia política.
Al final, sabemos bien que la violencia es la sepulturera, no la partera de la historia como sostiene Marx. Pero, para que la tesis marxista no se convierta en un credo vigente, es necesario frenar firmemente a los terroristas que hoy asolan parte de Puno, usando las armas de la ley y capturando  a los cabecillas subversivos y ponerle punche -más allá de programas millonarios mal enfocados- a la búsqueda real y efectiva del diálogo con quienes se debe dialogar, en el momento oportuno.
(*) Presidente de Perú Nación
Presidente del Consejo por la Paz

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