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OPINIÓN/ Mi mejor comunicación

Escribe:  Elmer Barrio de Mendoza

 

…para que el silencio sea virtuoso es imprescindible que se permita hablar a quienes sí tienen algo que decir por razones de talento propio. Para el necio, lamentablemente, rodearse de talento sólo destaca su propio límite.

Mi padre era un tipo extraordinario y un gran creador de frases cortas. Una de sus preferidas recitaba: “Cuando no tengas nada que decir, no digas nada”.

Felizmente mi padre no vivió para conocer a Dina Boluarte, cuya capacidad para decir sandeces roza el infinito.

La presidente casual no tuvo la suerte de conocer a mi padre y menos a Napoleón. “El necio, si permanece callado, puede pasar por sabio”, decía el pequeño corso. Más vale (creo) que el género femenino no se visibilice en este caso.

Por supuesto, para que el silencio sea virtuoso es imprescindible que se permita hablar a quienes sí tienen algo que decir por razones de talento propio. Para el necio, lamentablemente, rodearse de talento sólo destaca su propio límite. Y entonces reafirma su necedad y se rodea de otros necios. El círculo vicioso deviene espiral y se agranda de modo ineluctable.

Entonces, no hay remedio, sólo queda esperar un error garrafal del necio que lo apresure o el fin prestablecido de su poder.

La lista de necios que han tenido acceso histórico al gobierno es tan larga que a veces pienso que la política está concebida y organizada para promover la necedad. Y no sólo en el Perú, aunque seguramente nuestro país está en el top ten.

La línea de tiempo

Dice Dina que su mejor comunicación son el trabajo, los resultados y las obras de su gobierno, pero resulta que la única sonrisa que vemos (forzada por cierto) es la suya propia, mientras desarrolla su discurso inaugural en un ámbito absolutamente controlado y los pocos aplausos que recibe vienen de niños aleccionados, de padres condicionados y de autoridades involucradas. Por otro lado, las obras que inaugura (colegios bicentenarios en concreto) no fueron contratadas por su gobierno y son absurdamente caras.

Termina la ceremonia, a veces ni siquiera concluye, y recibe el rechazo social (también concreto) que su cabeza elude con no sé qué mecanismo de defensa. Días más tarde, previo ajuste facial, vuelve a lo mismo.

Ni siquiera es capaz de destacar lo mejor que está pasando en su mandato: el papel de Proinversión, a cargo de José Antonio Salardi Rodríguez (ex ministro de Producción de Sagasti), que ya lleva comprometidos 8,500 millones de dólares de inversión privada, que no comenzarán a ser visibles de inmediato sino a dos o tres años plazo. Quizá porque no lo entiende, quizá porque está interesada en otro tipo de beneficios más directos, no lo sé.

No hay remedio, el caso es terminal y se apagará junto con ella: temprano, ojalá; tarde, de todas maneras.

La cronología nos propone dos hechos inevitables de corto plazo. Uno, el cambio total de la Junta Nacional de Justicia en enero de 2025 y el inicio del fin del poder del Lagarto (y de la whiskierda) en el Poder Judicial y en el Ministerio Público, así como en el Sistema Electoral. Dos, la convocatoria a elecciones generales para 2026, que será el próximo abril. Sobre este último punto, la pregunta que habría que reiterar es: ¿quiénes estarán dispuestos a cargar con el muerto (léase Dina Boluarte) durante la campaña electoral? Dudo que haya muchos, más aún cuando ya será imposible disolver el Congreso a esas alturas.

Dina tiene tanto cuestionamiento vigente que defenestrarla al paso no será difícil si las encuestas castigaran a quienes la estuvieran apoyando. Cualquier cosa podría precipitarla.

La falsa izquierda

Hoy, la autodenominada izquierda proclama valores que el socialismo original nunca enarboló. En otra ocasión hablaremos de cómo esto nace en los 80 y tiene fuente trotskista. Ahora me limitaré a mencionar el tema de la defensa de los derechos humanos de los criminales más infames. Resulta que para esta “izquierda moderna” es crucial que los más nefandos asesinos cuenten con todas las garantías posibles y luego dicen defender a la sociedad que está siendo vulnerada por esos criminales. No, no y no.

El primero que catalogó a estos criminales y asesinos fue Carlos Marx (supongo que los “izquierdistas” de hoy han leído “La ideología alemana” o “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. En ambas obras, Marx los cataloga como lumpenproletariado y los define como escoria social que nada tiene que aportar a la revolución. ¿Cómo así hicieron el giro los “izquierdistas modernos” para convertirse en defensores de esta escoria social? ¿Demasiado vino, demasiado whisky, demasiado prosciutto, demasiado caviar o demasiado liderazgo académico anglosajón?

Que Dina diga que el delincuente nace de la falta de ingresos, vaya y pase. Es Dina y es su mejor comunicación. Que presuntos izquierdistas, formados en universidades gringas, defiendan preferentemente los derechos humanos del lumpen, es complicidad intelectual con el crimen.

Obviamente, el lumpen está integrado por delincuentes avezados y no por quienes hayan incurrido en delitos ocasionales y menores. No vengan estos anglosajones bamba a querer confundir una cosa con otra, que en eso son expertos.

Entiendo que estos “izquierdistas modernos” estén en trance de sufrimiento porque la línea de tiempo no los favorece. Mi sugerencia es que se unifiquen y organicen y que intenten ganar el poder por la vía electoral, que es lo que la Constitución establece (ésta y todas las anteriores).

Inténtenlo y dejen de infiltrar instituciones, práctica de raigambre trotskista, que nada tiene que ver con el pensamiento de Gramsci.

Otrosí digo: Que Julio Velarde haya tenido que padecer la ignorancia de nuestros congresistas y perder tiempo en explicar cuáles son las funciones del BCR, en qué consiste su autonomía y porqué ello es crucial para la estabilidad macroeconómica del Perú (admirada por el mundo) no sólo es una vergüenza, sino una demostración palmaria de la urgente necesidad de corregir esta ignorancia de nuestros legisladores en materia constitucional y que algo democrático hay que hacer al respecto.

 

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