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OPINIÓN/ Una extraña resolución

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

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si ahora toca tragarse el sapo, habrá que hacerlo. Ganar y perder son simplemente contingencias de la democracia.

Finalmente la mayoría del Tribunal Constitucional optó por emitir una Resolución sin número, referida al Expediente N° 00004-24, sobre la demanda del Congreso de la República que exigía la elucidación de competencias a su favor frente al Poder Judicial respecto a la procedencia de la acción de amparo presentada contra la inhabilitación de dos magistrados de la Junta Nacional de Justicia.

Efectivamente, los doctores Aldo Vásquez e Inés Tello fueron inhabilitados por diez años y sometidos a acusación constitucional por el Legislativo, que contó con la mayoría calificada requerida para el efecto. Y, ante esto, los afectados recurrieron ante el Sistema de Justicia mediante recurso de amparo.

El recurso de amparo solicitado fue admitido por el Juzgado Constitucional correspondiente y continuado en segunda instancia en el entendido de que lo que se demandaba era definir si el Parlamento había vulnerado o no el derecho fundamental al debido proceso de los recurrentes.

Incluso el Poder Judicial había otorgado (y luego restaurado) una medida cautelar para reincorporar a los magistrados Tello y Vásquez, medida cautelar que el Tribunal Constitucional declaró improcedente.

Esto pudo ser así en virtud a una demanda competencial planteada en paralelo por el Congreso en el entendido de que la inhabilitación de miembros de la JNJ es una competencia exclusiva y excluyente del Congreso (lo que ha sido ratificado por el máximo ente de interpretación constitucional).

Lo más extraño de esta resolución final (además de no tener número, que debería ser el mismo del expediente de referencia) es que resulta ser una secuencia de cuatro votos singulares, que coinciden en declarar INFUNDADA la demanda del Congreso.

Los tres magistrados que hicieron disidencia práctica no alcanzaron, obviamente, los cinco votos requeridos para declararla FUNDADA.

No hay duda del hecho cuantitativo (4 contra 3). Sí sorprende la estructura formal de la resolución emitida (según el texto) por cuatro magistrados y no por el Tribunal.

Algo habrá que mejorar a futuro, pero el TC necesita superar el mal rato y recuperar internamente la cordialidad en beneficio de la institucionalidad.

Así es la democracia

No importa si estamos o no de acuerdo con la decisión del Tribunal Constitucional, estamos ante el juego de mayorías y minorías que define a la democracia. Y, nos gusten o no, tenemos que respetar las decisiones del TC.

Tampoco importa mucho si existe algún vicio formal en la resolución, siempre y cuando sea superable. Si se puede corregir que se corrija. Si tiene que rehacerse que se rehaga.

No debería haber problema.

Estamos políticamente donde estamos, o sea en el desgobierno, porque hemos renunciado a nuestro vínculo ciudadano con la institucionalidad democrática. Preferimos pedir vacancia, cierre o refundación en lugar de involucrarnos y responder por nuestro voto.

¿La Constitución permite la vacancia presidencial? Sí. Entonces defendamos la institución de la vacancia y hagamos uso prudente de ella.

¿La Constitución permite la disolución del Congreso? También sí. Podemos promoverla entonces, cumpliendo las reglas constitucionales, no a la mala.

La Constitución permite la refundación de otras instituciones. De nuevo, sí. Aunque no se mencione el término “refundación”, es constitucionalmente posible reorganizar completamente cualquier institución sobre todo cuando está carcomida por el cáncer de la corrupción. Procedamos entonces por las vías permitidas, pero no hagamos incendios allí donde existan procedimientos viables.

La anarquía es el peor escenario para el desarrollo. No nos pongamos al borde del precipicio.

El Tribunal Constitucional tiene la oportunidad de recomponerse en un momento en que nadie puede dudar de su imparcialidad. Lo que está en juego ahora es su funcionalidad no su neutralidad. Los tribunos, si asumen su deber, deben evitarnos dudar de su operatividad.

Así que, si ahora toca tragarse el sapo, habrá que hacerlo. Ganar y perder son simplemente contingencias de la democracia.

No parece tan difícil de entender.

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