(El Montonero).- El 9 de diciembre los peruanos solemos celebrar la batalla de Ayacucho, la mayor batalla entre los llamados ejércitos libertadores y las milicias realistas del virreinato del Perú; batalla que supuestamente selló la independencia del Perú y de todas las nacientes repúblicas hispanoamericanas. El Perú y los demás estados latinoamericanos vienen celebrando más de dos siglos semejante acontecimiento y, sorprendentemente, el tiempo parece avanzar en sentido contrario para toda Hispanoamérica. Hoy que Asia crece y consolida sus clases medias y que África comienza a despertar, Hispanoamérica es una de las regiones que menos crece en el planeta, que menos consolida instituciones y libertades. Parece estancarse y retroceder.
Enfrentar la leyenda negra sobre la historia nacional para organizar el futuro
En medio de esta situación algunos sectores en el Perú siguen proponiendo asambleas constituyentes para redactar constituciones anticapitalistas y antioccidentales. desarrollando un discurso que viene desde la independencia; es decir, que todos los males del Perú e Hispanoamérica provienen de afuera, de “los colonizadores occidentales”, del Imperio Español, del Imperio de los Estados Unidos, de la inversión privada, del robo de la riqueza que producen los trabajadores.
Sin embargo, es hora de enfrentar estas leyendas negras que nos anclan en el subdesarrollo y perpetúan la pobreza con el único objetivo de que las corrientes progresistas, neocomunistas y progresistas consoliden sus estrategias de poder. Y para enfrentar el negroleyendismo vale señalar que durante los tres siglos de virreinato el Perú fue uno de los centros del mundo en el hemisferio sur, y sus ciudades, universidades y hospitales competían con las ciudades europeas porque eran “réplicas mestizas” de lo mejor del imperio español.
Por otro lado, el sistema de gobierno del virreinato –sobre todo antes de las reformas de los borbones– se basaba en un sistema de reinos con autonomías y sus propios fueros. En el Perú el virrey –representante de la Corona– gobernaba bajo la supervisión del Consejo de Indias, pero también de la república de españoles y la república de indios, dirigida por las noblezas indígenas. El virrey español siempre tuvo más controles y contrapesos que los futuros presidentes y caudillos militares republicanos.
Al momento de la independencia casi el 80% de las tierras del Perú le pertenecían a las comunidades campesinas, pero los proyectos de José de San Martín y Simón Bolívar se plantearon construir una república sobre conceptos abstractos, que nunca existieron: la idea de nación, de sistema representativo y otras planificaciones racionales. El primer paso para este proyecto era eliminar a las noblezas indígenas.
Con los curacas y los nobles originarios erradicados por los libertadores, los criollos triunfantes en las batallas de independencia desarrollaron el mayor proceso de expropiación de tierras de la historia nacional, y una de las más cruentas de Hispanoamérica, organizando el Perú latifundista que se denuncia en las novelas de Ciro Alegría y de Manuel Scorza.
Sin embargo, se siguió alentando la leyenda negra sobre la historia nacional, y los españoles fueron los responsables de todos nuestros males, luego los ingleses y los estadounidenses, después la cultura occidental colonial, patriarcal y el hombre blanco.
Necesitamos revisar nuestra historia y entender correctamente en qué momento se jodió el Perú.
Los nuevos negroleyendistas –es decir, las corrientes progresistas y los militantes del Foro de Sao Paulo– siguen contando fábulas sobre las causas de nuestro subdesarrollo: ahora es la inversión privada y las empresas que expropian a los trabajadores.
Y siempre las soluciones pasan por asambleas constituyentes, no obstante que el Perú ya tiene 12 constituciones, Venezuela 25 y Bolivia 19, en tanto que los Estados Unidos solo tiene una y el Reino Unido ninguna. A más constituciones más pobreza parece ser la inevitable conclusión.
Es hora, pues, de crear una nueva narrativa sobre la peruanidad, sobre el camino de construcción de la peruanidad y la grandeza del país. Una narrativa que, a diferencia de la leyenda negra jacobina del siglo XIX o del relato marxista antioccidental del XXI, no busque enfrentar a los peruanos con las grandes naciones de Occidente porque, más allá de nuestro particular rostro moreno, los peruanos e Hispanoamérica pertenecen a los mejor de las tradiciones occidentales.
Para construir esas nuevas historias sobre cómo construir la peruanidad necesitamos revisar nuestra historia y entender correctamente en qué momento se jodió el Perú.