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EL VIAJERO INVISIBLE

Gustavo Blanco Ocharan

gblancociticars@gmail.com

En el momento de la concepción biológica no solo conectan 23 cromosomas masculinos y 23 cromosomas femeninos que dan lugar a una nueva vida, sino que aquella nueva existencia comenzará un inexorable desarrollo físico, químico, mental, emocional y espiritual propio de un ser humano en cuyo núcleo  estará presente siempre el viajero invisible.
Dentro de esa complejidad que es el ser y los increíbles sistemas y procesos vitales que interactúan y se retroalimentan, va gestándose un estado de conciencia objetiva, que nos permite razonar; así como, un estado de conciencia subjetiva, que nos facilita sentir; posteriormente también emerge una conciencia moral que nos ayuda a distinguir lo bueno que nos favorece de lo malo que nos perjudica y en un ámbito muchos más profundo y trascendente, descubriremos paulatinamente también la consciencia del ser.
Generalmente los pensamientos, sentimientos, principios y valores están de alguna manera relacionados con el ego que se manifiesta a través de lo que conocemos como la personalidad, aquellas características propias que distinguen una persona de otra, la misma que nos permiten ir avanzando en nuestro crecimiento y reafirmando nuestra capacidad de adaptación y conquista del mundo exterior. (Como hemos señalado en un artículo anterior “La Falacia de la Personalidad”, el término personalidad proviene del latín persona que etimológicamente significa máscara; usada por los actores para representar un personaje).
No es de extrañar por tanto que los parámetros de éxito aceptados en la vida cotidiana estén  vinculados directamente a lo que tenemos, poseemos o controlamos; de manera que; mayor riqueza, más poder, más influencia, más conocimiento, más presencia económica, política, social o cultural, pueden ser considerados factores esenciales para poder surgir, realizarnos y triunfar como seres humanos.
Dentro de la concepción de la vida ordinaria todo lo descrito anteriormente resulta no solo real y válido sino que conjuga perfectamente con los paradigmas de éxito comúnmente aceptados; el único detalle es que, dentro de ese viaje que denominamos vida, hemos olvidado el elemento de origen, más auténtico, genuino e importante, hemos soslayado o simplemente obviado la presencia del pasajero, el viajero invisible.
El viajero invisible es el Ser Esencial, es la Presencia que habita en cada individuo y que espera pacientemente y en silencio aquel momento preciso donde pueda ser identificado, reconocido y manifestado. El despertar espiritual es la invitación de la Vida a buscar los tesoros dentro de nuestro interior, descubrir el microcosmos que contiene todas las respuestas sobre nuestra presencia, existencia y trascendencia.
En este sentido, reafirmamos que la principal y quien sabe la única tarea existencial que verdaderamente le corresponde a cada ser humano es hurgar en su Autoconocimiento, en el hallará la sabiduría y con ella la Verdad.
Dentro del pensamiento que prevalece en Occidente, existen diferentes corrientes filosóficas que desde antaño subrayan la importancia de conocerse a uno mismo, es clásica la frase escrita a la entrada del Oráculo de Delfos atribuida a Sócrates “Conócete a Ti Mismo” o la de Clemente de Alejandría “Quien se conoce a sí mismo conoce a Dios”.
Igualmente dentro del pensamiento oriental, las técnicas de meditación, los mantras, el yoga, diversas religiones y doctrinas espirituales nos invitan a mirar el interior y conectar la esencia individual con la esencia del universo.
Tanto la filosofía como la psicología nos llevan a profundizar en el conocimiento propio para equilibrar nuestra vida, muchas doctrinas y religiones aconsejan hacer lo propio; toda vez que el denominador común que compartimos con el Universo infinito es la presencia del Ser Inmanente, la divinidad, la Energía Pura, la Consciencia Vital de origen que purifica, expande y unifica los elementos eternos del macrocosmos.
Descubrir al viajero invisible, reconocerlo y atenderlo es acercarnos a nuestro verdadero  Ser,  es activar nuestra naturaleza divina y pasar de la existencia física temporal y limitada a la trascendencia eterna exenta de todo espacio y tiempo, dimensión donde absolutamente todo es posible.
Repasaba la obra de David A. Philips El Libro Completo de la Numerología, basado en las enseñanzas de Pitágoras del siglo V a. C. y me resultó interesante la definición que hace del número uno. El número 1, significa el ego a nivel del microcosmos; pero a la vez también representa a Dios, el número Uno, el Origen, la Fuente a nivel del macrocosmos.
Respecto al Autodescubrimiento Philips afirma: “La numerología, en cambio, proporciona un conocimiento directo del yo interior; a partir de esta auto comprensión, podemos imprimir un determinado rumbo a nuestra vida. 
La numerología reconoce que los números son vibraciones. Cada vibración es diferente de la siguiente debido a la cantidad de ciclos en los que oscila por segundo…
Cada sonido, color, aroma y pensamiento es una vibración, y cada uno baila al son de su número inherente; por tanto, cada uno está conectado con la vida de una forma diferente. En consecuencia, no necesitamos tener demasiada imaginación para darnos cuenta de que la vida humana presenta una conexión íntima con los números, ya que estos constituyen la esencia misma de la expresión de la vida” (págs. 6-7)
En la vida todo está conectado y tanto los números como la astronomía tienen valiosa  información que pueden llevarnos a conocer un poco más nuestro interior, vibrar con el Ser Esencial y reconocer al fin al Viajero Invisible que pacientemente y en silencio siempre nos espera.

California, Julio 31, 2022

Autor de Mis Mejores Autos: Un manual de vida.

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