Así estamos en materia política aunque la economía corra por su cuenta.
No hay día que el gobierno de Dina Boluarte desaproveche si se trata de meter la pata. Si no lo hace ella misma, uno de sus ministros se encarga.
Tampoco el Congreso desperdicia día alguno en materia de estropicios. Como son 130 se dividen el trabajo con vocación distributiva, pero no fallan.
Tanto Ejecutivo como Legislativo parecen apuradísimos. Y la prisa siempre es mala consejera. Uno quiere inaugurar lo que sea y otro dictar normas insensatas. Ambos buscan el aplauso pero sólo obtienen la pifia.
Lo que está en juego es el cambio de mando en perspectiva y el reparto de las sobras a corto plazo. Y en el tablero cada uno mueve sus fichas para ser nuevo poder o para salir indemne, según el caso.
Este gobierno y este congreso no dan para más. El gobierno puede caer luego de abril. El Congreso, no, pero sí puede acabar totalmente arrinconado, como sin duda lo merece.
Mientras tanto, la Junta Nacional de Justicia que se va quiere ampliar la quintacolumna caviar en el Poder Judicial y en el Ministerio Público. Tampoco eso es aceptable.
La decisión del Tribunal Constitucional sobre el derecho de la sociedad a conocer el Acuerdo de Colaboración Eficaz con Odebrecht será crucial en este juego de tronos vernacular.
Dina se queda sin fichas
Las cirugías de Dina Boluarte parecen haber salido muy mal. Tanto así que la presidente está al borde de la muerte (política, por supuesto). Lo peor es que la señora no se percata de la inminencia de su próxima desaparición. No haber podido sacar provecho del Foro APEC y de la inauguración del Puerto de Chancay pone en evidencia su total incapacidad. ¿Qué creía? ¿Que estos eventos eran parte de un concurso de belleza amañado en el que le tocaba ceñirse la corona? ¿Nunca pensó mirarse en el espejo de Angela Merkel antes que en el de Cristina Fernández? La suerte está echada, dijo César y Dina no lo sabe y tampoco sabe lo que eso significa. Se enterará probablemente en Barbadillo, donde tendrá mucho tiempo (no) libre y departirá media hora al día con Toledo, Castillo y Vizcarra a escaso plazo.
El gabinete Boluarte es infame. No hay un solo ministro digno del fajín. De Martini está en la picota, poco falta para que también Quero lo esté y Santiváñez se anota todas las semanas. ¿Hay otros ministros? Seguro y los vamos conociendo conforme aparecen en portadas y titulares, más bien por escándalos que por méritos.
Hablando de escándalos, lo del hermanísimo y lo de Mykonos en cualquier momento terminarán de estallar. Y nuestra mandataria de oportunidad piensa que vociferando arregla todo, asusta a alguien o se asegura impunidad.
Si ésas son las fichas del Ejecutivo, más vale que alistemos el “cofre” para los próximos viajes al velatorio. Ministros censurados y presidente repudiada no auguran destino diferente.
Las tremendas fichas del Congreso
¿Quién podría aventurar cuántos salvos hay en el Congreso? 30 de los 130 sería obvia exageración por lo excesivo del número. No hay manera de que la percepción sobre el Parlamento cambie para bien. Todos los pecados caben en la Plaza Bolívar y la mayoría de los congresistas persisten en sembrar vientos y cosechar lo que corresponde.
Si algún dizque representante tiene un mínimo de reconocimiento, lo tiene por no acompañar a la mayoría congresal en votos y especialmente en conductas.
No es que todas las decisiones tomadas en el Parlamento sean malas. Hay algunas incluso destacables.
No obstante ello, el aluvión de medidas que implica principalmente pactos bajo mesa, blindajes inaceptables o corrupción descarada, es tan abrumador que no permite ver esas otras cosas que, individualmente, son buenas.
Se dice “tremenda ficha” cuando nos referimos a alguien que sufre de putrefacción irremisible. El Congreso está lleno de “tremendas fichas” y su capacidad de juego es limitadísima. No puede actuar como si fuera titular de la representación nacional.
La representación nacional, repitámoslo hasta el cansancio, se alcanza con votos pero se mantiene con desempeño pertinente. Si los actuales parlamentarios insisten en abusar de mayorías circunstanciales, su destino está claro: la propia extinción.
En el colmo de lo inimaginable ha aparecido una denuncia verosímil sobre proxenetismo organizado dentro del Palacio Legislativo. Dante hubiera podido fácilmente escribir un canto adicional en el Hall de los Pasos Perdidos.
Las fichas sesgadas de la justicia
Martín Vizcarra, cuya reputación de cabeceador ha sido confirmada recientemente en Tik Tok, dio un golpe contra el Congreso el 30 de setiembre de 2019 y, una de sus primeras medidas fue promover una Junta Nacional de Justicia (no electa sino designada) con poder omnímodo para nombrar, remover y sancionar a jueces y fiscales de todo el país.
Así las cosas, la JNJ privilegió destituir, con y sin razón, a los magistrados que le resultaban incómodos al reptopresidente y a sus aliados, unidos umbilicalmente por su afán de proteger a Odebrecht de cualquier daño mayor, con la falsa justificación de que así sabríamos la verdad.
Hoy sabemos la verdad menos que antes, Odebrecht y sus funcionarios resultaron indemnes y desconocemos cuánto ganaron con ello los guardaespaldas (fiscales, jueces y periodistas) de la empresa corrupta y de sus socios.
En enero cambia la composición de la JNJ y muchas cosas oscuras se develarán, previamente conoceremos (salvo sorpresa en el interregno) el malhadado Acuerdo de Colaboración Eficaz, gracias a la encomiable persistencia del comunicador Philip Butters (al César lo que es del César) y me permito vaticinar que se avecina una tempestad de grado máximo.
Los actuales miembros de la Junta vienen intentando una blitzkrieg: nombrar a todo riesgo a cientos de jueces y fiscales en los días postreros de su gestión. ¿Se atreverán?
Esas son sus fichas y las están jugando.
Todo esto pasa con el telón de fondo de una campaña electoral anticipada, tan anticipada que muchos de los cuarenta potenciales candidatos irán desapareciendo del mapa conforme se vayan mostrando. 2025 terminará con no más de diez postulantes a Pizarro y muy probablemente con otro presidente y con una recua de congresistas intentando, primero, salvar sueldos y pretendas hasta julio de 2026 y luego su propia libertad. Barbadillo, no lo olviden, es sólo para expresidentes.
Magistrados y policías, otrora considerados héroes, igual sentirán en peligro, ya no sólo su chamuscado prestigio sino también su propio albedrío. Los establecimientos penitenciarios lo reducen al mínimo.
Así estamos en materia política aunque la economía corra por su cuenta.