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PRIMER AÑO DE UN PENOSO SILENCIO DIPLOMÁTICO

 Luis Gonzales Posada

Evaluando el primer año de gobierno de Castillo, el sábado pasado dijimos que su política exterior había sido opaca, errática y opuesta a los principios rectores de Torre Tagle. Destacamos, en ese contexto, una nefasta permisibilidad para nombrar embajadores políticos a personas que no cumplían los requisitos establecidos en la Ley del Servicio Diplomático y permitir que el agitador boliviano, Evo Morales, viniera tres veces al país para demandar una Asamblea Constituyente, la nacionalización de hidrocarburos y legalizar la producción de la hoja de coca, planteamientos que constituían una inaceptable intervención en asuntos internos del Perú.

Pero lo más grave fue pactar con el régimen corrupto y genocida de Venezuela. Para hacerlo, primero dinamitaron al Grupo de Lima, una admirable plataforma diplomática apoyada por sesenta naciones americanas y europeas que desconocieron las fraudulentas elecciones que reeligieron a Maduro, a la vez que denunciaron a ese régimen por violar los derechos humanos y por la emigración de seis millones quinientos mil personas, que huyeron de su patria por falta de alimentos, medicinas e inseguridad.

Forsyth, un diplomático retirado que oficia de embajador político de Castillo ante la OEA, anunció el 19 de septiembre de 2021 que “el Grupo de Lima había cumplido su ciclo” y que debíamos negociar directamente con Maduro. Una vergonzosa claudicación que culminó cuando el canciller de entonces, Óscar Maúrtua, oficializó el viraje hacia los oscuros socavones del chavismo, reconociendo a Maduro como jefe de Estado.

De ahí en adelante aplicaron la política del silencio cómplice. Ni una palabra ante la represión cubana contra ciudadanos que protestaron pacíficamente en demanda de mejores condiciones de vida y por ello muchos fueron sentenciados hasta veinte y cinco años de prisión. Mudos ante la barbarie del dictador nicaragüense Daniel Ortega, que ha arrestado a docenas de opositores, entre otros a siete candidatos presidenciales, clausurado medios de prensa y provocado el éxodo de 150 mil seres humanos.

Callados, además, ante el escabroso hecho que desde hace cuatro años se encuentra recluido en los calabozos de Caracas, enfermo y torturado, el capitán de navío Humberto de la Sotta, nacido en el Perú, cuya familia ha solicitado que nuestro cónsul lo visite para gestionar su traslado a un hospital y a nuestro país, sin lograr este apoyo humanitario porque el canciller Landa no autoriza la gestión. Penoso silencio, asimismo, ante la ilegal condena a diez años de prisión a la ex presidente de Bolivia, Jeannine Áñez, por orden de Evo Morales, a pesar de la protesta internacional y del Relator Especial de las Naciones Unidas que ha repudiado esa cobarde barbarie represiva.

Ni una palabra, además, frente al anuncio de los gobiernos de Nicaragua y Venezuela de que facilitarán su territorio para que entrenen las Fuerzas Armadas rusas, a quienes respaldan en el genocidio en Ucrania.

En relación con la comprobada corrupción de un régimen tambaleante, que incorporó a los ministerios a conocidos elementos vinculados al terrorismo, debemos preguntarnos: ¿Se sentirán cómodos en sus embajadas los diplomáticos retirados Rodríguez Cuadros (ONU) Forsyth (OEA), de Rivero (EE.UU:), Maúrtua(España) y Alberto Mazza (Nicaragua). No lo creo, porque saben bien que el gobierno que representan es opuesto a los valores y principios de Torre Tagle y que tienen el masivo rechazo de sus colegas en situación de actividad o de retiro.

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