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OPINIÓN/ “Sin compromiso, sin rumbo y sin arraigo.: cuando se pasa por la DGAC como quien pasa por una sala de embarque”

Escribe:  Alexandre Ridoutt Agnoli


Los aeropuertos crecen, pero el sistema colapsa. En medio de anuncios oficiales, obras millonarias y discursos optimistas, el sector aeronáutico peruano vive una crisis institucional profunda que muy pocos se atreven a contar.

Se vuelve frustrante por no decir desmoralizante intentar alertar a la opinión pública y a los medios de comunicación sobre las ineficiencias, incapacidades y posibles actos de corrupción que han caracterizado al sector aeronáutico peruano durante las últimas dos décadas. Lo que debiera ser un pilar estratégico para el desarrollo nacional, se ha convertido en un campo minado de malas decisiones, intereses personales y total ausencia de responsabilidad estatal.

Contratos redactados contra el país

Todo empieza desde la raíz: el Estado, a través de PROINVERSIÓN, redacta contratos y adendas con cláusulas llenas de penalidades en contra del propio país. La infraestructura aeroportuaria se concesiona sin una hoja de ruta nacional ni una política aeronáutica clara para el corto, mediano y largo plazo. Y como si eso no fuera suficiente, se les otorga a los concesionarios total libertad para hacer lo que deseen, mientras el Estado observa complaciente en silencio.

Reguladores complacientes y autoridades ausentes

OSITRAN, el supuesto ente regulador, ha sido reducido a un notario pasivo. Solo exige a los concesionarios lo mínimo estipulado en el contrato, sin velar por la calidad ni la oportunidad de las obras, dejando que se acumulen deficiencias sin consecuencias.

La autoridad aeronáutica, por su parte, no fiscaliza ni supervisa técnicamente la construcción, modificación ni mejora de pistas y terminales. No se realizan evaluaciones concurrentes ni se exige la corrección de errores constructivos durante la ejecución de los proyectos.

¿Un pequeño ejemplo del resultado? En el nuevo terminal del aeropuerto Jorge Chávez, LAP ni siquiera le ha asignado un ambiente físico para el representante de la Autoridad (Oficina de Supervisión de Operaciones Aéreas) el OSOA de la DGAC. Su representante debe deambular por los duty free y patios de comida durante su turno de vigilancia operacional porque no tiene un lugar para cumplir sus funciones.

Designaciones amañadas y cargos hechos a medida

La gestión de las autoridades aeronáuticas se ha convertido en una práctica vergonzosa de acomodos y lealtades políticas. Se modificaron los requisitos del cargo para que la sucesión sea un cargo de confianza y así pudiera asumir funciones quien no califica para ejercerla.

Esta designación, además de irregular, puso en riesgo la Categoría 1 del país en seguridad aérea, y, sin embargo, esa ineficiencia fue premiada con la ratificación en el cargo.

Una OACI muy cerca físicamente pero muy lejos funcionalmente

Y mientras todo esto ocurre, a pesar de estar en el país una sede de la representación de la OACI, el año 2024 en la visita de Evaluación de Seguridad de Aviación Internacional (IASA) de la FAA estuvimos a punto de perder la Categoría 1 al habernos cuestionado los estándares de seguridad exigidos por la OACI, encontrando deficiencias en la estructura normativa, calificación de los inspectores y procedimientos efectivos para supervisar la aviación civil.

¿Si bien no está contemplado en el contrato, es posible solicitarle a OACI un auditoría previa a la visita de la FAA?

Sí. Es legal y técnicamente posible.

Perú, a través de la DGAC y el MTC, puede solicitar a la OACI una auditoría técnica específica o una Misión de Validación Coordinada (ICVM) antes de una evaluación oficial de la FAA para:

  • Detectar debilidades regulatorias o de supervisión.

  • Validar si se cumple con los estándares OACI (base del análisis de la FAA bajo el programa IASA).

  • Corregir deficiencias antes de que la FAA las observe.

Esto sería una medida preventiva e inteligente de un funcionario responsable, especialmente cuando hay indicios de debilidad institucional o falta de personal técnico calificado.

¿Por qué no lo hizo?

  Temor a exponer deficiencias internas.

  Un informe crítico de OACI podría dejar en evidencia negligencia, falta de liderazgo institucional o falta de personal calificado.

  Soberbia o confusión entre cooperación y fiscalización.

Algunos funcionarios interpretan erradamente que el convenio con OACI blinda a la DGAC, cuando en realidad debería usarse como una herramienta de mejora continua y control preventivo.

Intereses políticos.

Una auditoría previa puede incomodar a altos funcionarios y poner en peligro su puesto si se detectan problemas graves justo antes de una evaluación FAA.

La solicitud voluntaria de una auditoría OACI previa a la visita de la FAA es una herramienta estratégica crítica.

Técnicos amenazados y profesionales precarizados

En este entorno tóxico, ¿qué puede hacer un profesional competente y honesto? Al parecer nada.

La mayoría debe pasar cada seis meses por la aprobación de la Dirección para renovar su contrato de trabajo, sin garantía alguna de continuidad, sabiendo que cualquier denuncia o cuestionamiento puede significar el fin de su carrera. Es un sistema perverso que castiga la integridad y premia el silencio
cómplice.

Quinta libertad: cesión gratuita y sumisión cuestionable

Pero la indiferencia y sumisión no termina ahí. La DGAC mantiene activa la autorización de la quinta libertad del aire en favor de operadores extranjeros específicamente de Chile (LATAM) sin reciprocidad objetiva ni beneficios concretos para el país.

Se permite que estas aerolíneas embarquen pasajeros y carga en Lima hacia terceros destinos. ¿Por qué no se exige, al menos, una compensación económica por cada pasajero o kilo de carga embarcado en Lima bajo este régimen? ¿Por qué se renuncia sin condiciones a un recurso estratégico que podría generar ingresos significativos para fortalecer el sistema aeronáutico nacional?

Educación aeronáutica abandonada

La omisión se extiende también al desarrollo humano. Han pasado más de 15 años desde que Alan García desalojo a la Escuela de Aviación Civil del aeródromo de Collique, y hasta el día de hoy no existe un nuevo centro de instrucción que la reemplace.

A pesar de que se dejó un fideicomiso de 57 millones de soles para dicho fin, los fondos permanecen congelados bajo la custodia de la propia DGAC, sin proyecto real, sin ejecución y sin rendición de cuentas. Esta inacción compromete seriamente la formación de pilotos, técnicos e inspectores que el país necesita.

Congreso y Contraloría: cómplices por omisión

Ante este panorama, el Congreso de la República y la Contraloría General permanecen inmóviles. No han iniciado o de existir no se muestran los resultados de las auditorías técnicas ni funcionales a PROINVERSIÓN, OSITRAN, CORPAC ni a la DGAC, a pesar de las numerosas alertas sobre irregularidades en la concesión del aeropuerto Jorge Chávez, de los aeropuertos operados por los Concesionarios y CORPAC en provincias y en la escandalosa construcción de un aeropuerto en Chinchero sin un Estudio previo de Seguridad Operacional validado por la autoridad que asegure que las aeronaves podrán despegar.

¿De qué sirve denunciar, si los órganos del Estado siguen mirando de costado?

El tiempo de las advertencias ya pasó. Ahora corresponde exigir responsabilidad, investigar a fondo y sancionar con firmeza. Porque la seguridad aérea, la formación profesional, la infraestructura crítica y el futuro de la aviación peruana no pueden seguir siendo entregados al mejor postor ni usados como moneda política de cambio.

El Convenio con OACI fue concebido para contratar personal profesional técnico aeronáutico calificado y no como una agencia de empleos para satisfacer favores políticos y personales.

Lo que está en juego no es un aeropuerto, ni una categoría internacional. Es el derecho del país a tener un sistema aéreo seguro, soberano y profesional.

Si el Estado no lo garantiza, la sociedad debe exigirlo. Ya.

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