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OPINIÓN/ La primavera peruana: el poder transformador de la juventud

Escribe:  Carlos Jaico

 

La Generación Z ha decidido no elegir el silencio, sino la acción. Una acción ciudadana combativa, que exige transformar la indignación en poder político

 

En 2011, la Primavera Árabe reveló que una generación entera podía derribar viejos regímenes cuando la desesperanza se volvió insoportable. Hoy, el día en que se escribe este artículo, empieza precisamente la primavera en el Perú y comienza a gestarse algo semejante: una primavera peruana, un despertar juvenil contra la indiferencia del poder político. No es casualidad: en el mismo día en que empieza la primavera, nace en el Perú un despertar generacional donde nuestros jóvenes alzan la voz con fuerza irreductible.

La Generación Z, que ya constituye más de una quinta parte del Perú, vive la mayor de las contradicciones: es la generación más educada e hiperconectada de nuestra historia, pero también la más abandonada por el Estado. Según el INEI, más del 23 % de los jóvenes entre 18 y 24 años están desempleados o subempleados, y el 60 % sobrevive en la informalidad. El Banco Mundial alerta que el 40 % de los egresados universitarios termina atrapado en empleos que no corresponden a su formación. La oferta educativa sigue anclada en el pasado, sin encender aún los motores de la ciencia ni de la tecnología que para ellos es esencial. ¿De qué sirve estudiar con disciplina si el mercado solo les devuelve precariedad? ¿De qué sirve cotizar en un sistema previsional que los condena a pensiones de hambre?

Esta no es solo una estadística: es un grito generacional. La juventud no está dispuesta a aceptar un futuro hipotecado ni a resignarse al desencanto. El paralelismo con la Primavera Árabe no es retórico. Allí, los jóvenes salieron porque la falta de futuro era intolerable; aquí, las marchas recientes ya mostraron que la juventud peruana está dispuesta a ocupar la calle como tribuna política.

Frente a esta realidad, el gobierno y el Congreso parecen vivir en una realidad paralela. Las reformas laborales que podrían abrir oportunidades se congelan, mientras el Congreso, con una edad promedio superior a los 50 años, legisla pensando en su futuro (seguros de salud, sueldos, beneficios, etc.) obviando el futuro de los jóvenes. Y, por los tiempos electorales que corren, la juventud va a ser tratada una vez más como simple estadística, no como el motor de un proyecto nacional que la convierta en protagonista del futuro.

La Generación Z ha decidido no elegir el silencio, sino la acción. Una acción ciudadana combativa, que exige transformar la indignación en poder político y que anuncia el inicio de una primavera que ya nadie podrá detener. Así, la primavera peruana es más que una metáfora: es el anuncio de un cambio generacional inevitable.

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