OPINIÓN/ Diplomacia peruana: entre la memoria, la justicia y la oportunidad
Escribe: Ricardo Sánchez Serra*

El embajador Hugo de Zela tiene ante sí una oportunidad histórica. No se trata de confrontar, sino de corregir. De abrir puertas, sanar vínculos y dignificar la diplomacia peruana.
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Con la reciente designación del embajador Hugo de Zela -de gran trayectoria diplomática- como nuevo canciller del Perú, se abre una ventana de oportunidad para corregir errores históricos, fortalecer vínculos internacionales y dignificar la carrera diplomática. Aunque su gestión será breve -hasta el 28 de julio del próximo año-, puede marcar un antes y un después si decide enfrentar con firmeza los temas pendientes que afectan la imagen y eficacia de la Cancillería.
Azerbaiyán: una Embajada que nunca debió cerrarse
En 2017, bajo el liderazgo del prestigioso canciller Néstor Popolizio, se inauguró con entusiasmo la embajada peruana en Bakú, capital de Azerbaiyán, país clave en el Cáucaso y miembro activo del Movimiento de Países No Alineados.
Sin embargo, la diplomacia peruana cometió un error grave: enviar a una embajadora sin experiencia, cuya gestión se limitó a actividades menores como concursos infantiles y bicicleteadas. Lo más insólito fue que ella misma recomendó el cierre de la Embajada, alegando factores diversos. Este acto revela ineficiencia y una falta de visión estratégica, perjudicando los intereses del Perú en una región geopolíticamente relevante.
Marruecos: gestos ignorados, soberbia institucional
La relación con Marruecos ha sido maltratada por decisiones ideologizadas y rezagos de la Guerra Fría. El reconocimiento de la ficticia República Árabe Saharaui Democrática (RASD) por parte del gobierno de Pedro Castillo y su sirviente, el “canciller” Óscar Maúrtua -sin análisis de fortalezas y debilidades- afectó gravemente los vínculos con Rabat. Esta decisión contradijo la postura de cancilleres como Francisco Tudela, quien había congelado dichas relaciones en 1996, y Miguel Ángel Rodríguez Mackey, quien posteriormente las suspendió nuevamente, reconociendo el error diplomático.
Marruecos ha mostrado reiterados gestos de amistad: exención de visas para peruanos desde hace más de una década (sin reciprocidad), donación de toneladas de fertilizantes durante la crisis global -rechazada por Castillo- , ayuda monetaria tras el terremoto de Pisco en 2007, y respaldo importantísimo en el diferendo marítimo con Chile ante La Haya, a través del juez marroquí Mohamed Bennouna.
A pesar de ello, Perú no ha correspondido, no ha tenido ni un gesto de amistad. Marruecos cuenta con el apoyo de más de 100 países a su propuesta de autonomía para el Sahara, incluidos tres miembros del Consejo de Seguridad y potencias como España y Francia y muchos otros países, además que una treintena de naciones han abierto consulados en Dakhla y El Aaiún. Pero la Cancillería peruana se mantiene anquilosada, aferrada a una neutralidad que en la práctica favorece el bloqueo impuesto por Argelia y el Frente Polisario, en la ONU, en un callejón sin salida.
Rusia: memoria y gratitud diplomática
La relación con Rusia también merece una revisión ética. Durante el terremoto de Yungay, la entonces Unión Soviética envió hospitales gigantescos, médicos, enfermeras y medicinas, salvando miles de vidas. Incluso un avión humanitario se perdió en el Atlántico, hecho que dio origen al Día de la Amistad Ruso-Peruana.
En 1995, cuando Perú enfrentaba el conflicto con Ecuador y nadie vendía armas, Rusia autorizó la venta de aviones MiG-29 y Sukhoi-25, obligando prácticamente a Ecuador a negociar la paz y la delimitación fronteriza. Estos gestos no deben olvidarse. Si bien el Perú ha condenado la operación militar especial en Ucrania, no debe caer en la ingratitud ni en ataques innecesarios que deterioren una relación histórica.
Academia Diplomática y ascensos: democratizar sin ideologizar
Otro reto urgente es la apertura de la Academia Diplomática. Hoy, internacionalistas conservadores como Francisco Tudela o Miguel Ángel Rodríguez Mackey no pueden enseñar o no los llaman a enseñar allí, lo que revela un sesgo ideológico preocupante. No se trata de politizar la formación, sino de equilibrarla y enriquecerla con pluralidad académica.
Asimismo, los ascensos en la Cancillería requieren una reforma profunda. Postulantes con puntajes perfectos son bajados en la entrevista personal con calificaciones arbitrarias, lo que impide su promoción. En una institución donde solo seis a ocho embajadores ascienden por año -ante un centenar de postulantes- , este tipo de evaluación subjetiva favorece el compadrazgo y la “vara”. La Marina de Guerra, por ejemplo, aplica un sistema más justo, donde el puntaje personal varía apenas un 2 %, para arriba o para abajo. La Cancillería debe seguir ese ejemplo, blindando la meritocracia y erradicando favoritismos.
Un llamado a la acción
El embajador Hugo de Zela tiene ante sí una oportunidad histórica. No se trata de confrontar, sino de corregir. De abrir puertas, sanar vínculos y dignificar la diplomacia peruana. La memoria, la gratitud y la justicia institucional deben guiar su gestión. Porque la diplomacia no es solo protocolo: es ética, estrategia y servicio al país.
*Premio Mundial de Periodismo “Visión Honesta 2023”
