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OPINIÓN/ La hora de la tercera vía

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

No existe una sola ruta mágica, existe la convicción social sobre grandes objetivos y sobre grandes procedimientos, eso que se llama, lo sepamos o no, estrategia.

 

Lo sucedido este domingo en Argentina obliga a la reflexión. Milei y La Libertad Avanza ganaron sin objeción cuando todo indicaba que se enfrentaban a la derrota electoral. Cierto es que el oficialismo ha perdido 15 puntos desde las elecciones generales (La Libertad Avanza más el PRO, entonces separados y ahora juntos, obtuvieron 56% en 2023 y 41% en 2025), cierto es también que la votación alcanzada no les da, ni de lejos, mayoría en ninguna de ambas cámaras, cierto es también que la intrusión de Trump y Bessent fue determinante. Nada de esto puede conducir a la mezquindad porque la mezquindad no es democrática.

El análisis debe partir de aquí y debe tomar su tiempo, no mucho porque los tiempos políticos no tienen margen extenso. Quizá lo más claro sea el hundimiento de las encuestadoras. Últimamente han fallado tan clamorosamente (en todas partes) que es imprescindible poner las barbas en remojo. Está claro que las técnicas de investigación de mercado, trasladadas al ámbito electoral, ya no funcionan. Ninguna técnica es infalible y mucho menos para siempre. Pero eso será motivo de otro artículo.

El pensamiento dicotómico y la realidad politómica

¿Es cierto que estamos ante una dicotomía excluyente entre izquierda y derecha? Veamos, Trump es de derecha pero de liberal no tiene nada. Repartir aranceles arbitrarios según el grado de sometimiento de los otros países no es precisamente liberal ni tampoco una oda al libre comercio. Eso es algo que no admite discusión.

China es un ejemplo de apertura comercial que ha expandido su influencia global al más puro estilo manchesteriano pero no es, obviamente, de derecha. Rusia es víctima del embargo de al menos 300 mil millones de dólares en activos por decisión de los gobiernos “democráticos” de la UE-OTAN, lo que en otras ocasiones se llamaría directamente “robo”. La Italia de Meloni, supuestamente de ultraderecha, no se acaba de alinear con Israel, mientras hace un gobierno correcto y eficiente.

Francia y Alemania, más una que otra, están en crisis económica y política (y probablemente lo estén más si Rusia toma su revancha financiera). La España de Sánchez se mueve en la autopercepción del propio éxito de su estado de bienestar y el miedo a su propia oposición (Junts per Catalunya se le fue) y a la OTAN de Trump. Y así en casi todas partes.

En África se ha iniciado un proceso, con amplia intervención china, de desarrollo económico y vocación de independencia que poco tiene que ver con izquierdas y derechas, pero que marcha a paso firme. Ojo a Ibrahim Traoré. En el cercano y medio oriente se vive la contradicción del mundo islámico con un lunar hebraico hacia el Mediterráneo y ésta es una información en desarrollo.

El lejano oriente es un mundo aparte, donde la presencia hegemónica de China es cada vez más notable con aliados visibles como Irán, Rusia y Corea del Norte, otros en proceso como Vietnam y una larga cola en el BRICS. Al otro lado, Corea del Sur, Japón y Oceanía mantienen su alianza con Estados Unidos, pero las amenazas arancelarias de la versión TACO (Trump Always Chickens Out) del presidente norteamericano han complicado el panorama.

¿Y por acá, cómo vamos?

América Latina es el terreno de confrontación más cercano a EUA y dadas las políticas actuales a la vista, vuelve a ser tratada (para bien y para mal) como backyard. La presencia china (otra vez) juega aquí un rol emulativo. Intentemos que sea en nuestro beneficio. Por eso todos los modelos están presentes en el debate regional.

Como es usual, los modelos se desgastan y por eso es necesaria la alternancia en el poder y por eso es necesario que los modelos se vuelvan lo más parecidos que sea posible. Esto es un aprendizaje social asociado al éxito y éste a la estabilidad.

No existe una sola ruta mágica, existe la convicción social sobre grandes objetivos y sobre grandes procedimientos, eso que se llama, lo sepamos o no, estrategia.

Los equilibrios macroeconómicos, el estímulo a la inversión responsable, la funcionalidad institucional y la vocación nacional parecen ser indispensables. Si estamos de acuerdo en eso podemos estar en desacuerdo en todo lo demás.

Quizá eso explique porqué el éxito no responde a un único diseño y porqué es desastroso hacer de la política un catecismo. En realidad estamos pasando del globalismo a la multipolaridad. Atarse a las ideologías y, peor, a las ideologías dicotómicas es definitivamente pernicioso y nos aleja de un proyecto nacional exitoso.

La vía no es una u otra y menos  una contra otra, es aprender uno lo mejor del otro y dotar a ese aprendizaje de sabor nacional, para gestionar el país con identidad y eficiencia. ¿Cuánto tiempo toma eso? China puso la valla. Veinte años alcanzan.

No tiene ningún sentido dividir a las naciones entre buenos y malos, según nuestros puntos de vista. La globalización nos trajo hasta aquí, la multipolaridad nos llevará a nuevos puertos y ojalá que a la paz mundial.

El Perú no puede eludir si quiere ser depositario de lo mejor de la evolución reciente de la humanidad o si quiere convertirse en territorio de disputa de discursos teoréticos primariosos. Será nuestra elección en seis meses.

Así que mi única, y probablemente inútil, sugerencia, es informarnos y pensar bien antes de votar. Morir en el intento es lo peor que nos puede pasar, pero vale la pena tomar la apuesta.

Un comentario en «OPINIÓN/ La hora de la tercera vía»

  • En el párrafo anterior a : ¿Y por acá, cómo vamos?, la nombrada en segundo lugar es Corea del Sur. Corrige, amigo.

    Abrazo Elmer.

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