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OPINIÓN/ La iniciativa internacional

Escribe: César Campos R.

Recobrar primacía en el ajedrez diplomático regional es bastante más de lo esperado de un gobierno transitorio.

El pronunciamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores respecto al trámite de asilo diplomático iniciado por el gobierno de México a favor de Betsy Chávez Chino, la última presidenta del Consejo de Ministros de Pedro Castillo, debe tomarse en una dimensión más amplia que la simple dilucidación sobre el futuro de la golpista. Abre diversas líneas que le permiten a nuestro país retomar un liderazgo efectivo en la formulación de iniciativas internacionales para esta parte del hemisferio.

Torre Tagle ha dado un giro a la tuerca burocrática del derecho de asilo que, si bien tuvo un origen justo y pertinente para frenar las persecuciones políticas de las dictaduras contra sus adversarios (de ahí el caso de Víctor Raúl Haya de la Torre versus la de Manuel Odría, que terminó con dos sentencias garantistas de la Corte Internacional de Justicia), coloca en el centro de la atención el mal uso de esa herramienta por parte de países asilantes que benefician a servidores públicos de otras naciones procesados por corruptos ante tribunales independientes y bajo el más estricto ejercicio de la libertad de prensa.

Sometidos en la materia a la Convención de Caracas de 1954 sobre asilo diplomático, la Cancillería pone en manos de la OEA la revisión y actualización del mismo instrumento.
Aquí hay dos aristas: una, la precisión jurídica, a fin de separar el rábano de las hojas y no debilitar los sistemas de justicia locales. Un asilo mal concedido no afecta directamente a los gobiernos, sino a los jueces en su función jurisdiccional. Por ese motivo, en el caso de Chávez Chino, ha hecho bien la Sala Penal Especial de la Corte Suprema al no declararla “reo contumaz”, pues ello implicaría reservar el proceso y no continuar el juicio por el delito de rebelión.

Y dos, permitirá en el nivel de la OEA consolidar un bloque de países democráticos que tomen distancia de aquellos que mecen la cuna de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, así como de los corruptos afines a su ideología izquierdista. En este último tiene liderazgo el régimen de Claudia Sheinbaum, de México.
Tal la virtud de un Ministerio de RREE conducido ahora por el embajador Hugo de Zela Martínez, conocedor de los vericuetos de la OEA desde que fue funcionario de nuestra misión acreditada ahí bajo la jefatura de Luis Gonzales Posada, luego asistente directo de los secretarios generales João Baena Soares y José Miguel Insulza, y nuestro representante entre 2010 y 2011.

Hace recordar las gestas de las 200 millas de mar territorial, la conformación de los grupos de los 8 (sobre la base del de Contadora, para respaldar la pacificación de Centroamérica) y de Lima (2017, a fin de impulsar la democracia en Venezuela), la Alianza del Pacífico (Alan García, 2010), entre muchas otras.

Hace falta meterle diente también al sesgado sistema interamericano de justicia, sin renunciar a su jurisdicción. Recobrar primacía en el ajedrez diplomático regional es bastante más de lo esperado de un gobierno transitorio.

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