La vida es un devenir continuo sobre el cual cada ser humano puede plasmar su propia realidad; cuando hacemos consciente nuestro poder co creador podemos comprender que si bien el Destino reparte los naipes somos nosotros los responsables de decidir el juego.
La dinámica del mundo se ha acelerado, las situaciones y eventos son cada día más efímeros, hemos sucumbido al ritmo frenético del mercado y del consumismo y como cualquier fenómeno que se desborda pronto perderemos el balance y el equilibrio, porque todo lo movemos en el eje del tener y el hacer que son los dinamizadores del ego, descuidando la verdadera esencia de la vida que se basa en descubrir, contemplar y desarrollar los soportes elevados del Ser.
Una de las manifestaciones evidentes de la ruptura del equilibrio se expresa en las enfermedades tanto físicas como mentales, toda enfermedad responde a un funcionamiento alterado del cuerpo o la mente por algún exceso o por alguna carencia, de ahí que en estos tiempos sean las enfermedades psicosomáticas las más comunes en términos de cotidianidad, todos en alguna medida nos sentimos, cansados, angustiados, ansiosos y en general estresados, no terminamos de hacer una tarea y ya se presenta la necesidad de atender otra, simplemente no paramos y con esa conducta nos volvemos más vulnerables a cualquier desequilibrio interno o externo.
En la medida que vivamos más desde el ego, agudizamos sin cesar esta dinámica agobiante de hacer, acumular, proyectar, adquirir, vender y comprar, ascender, destacar, lograr, aparentar, como símbolos objetivos que somos más exitosos o importantes; toda esta dinámica de desarrollo personal puede resultar razonable en la medida que no descuidemos nuestra salud e integridad y es en este punto en el que generalmente fallamos, porque el éxito, la fama y la riqueza descontrolada a la larga enceguecen, obnubilan y dañan.
No estamos haciendo ninguna apología al conformismo, la inacción ni a la mediocridad únicamente hacemos una invitación a la consciencia, la mesura y la ponderación. El desarrollo personal tiene que ser integral y la integridad comprende necesariamente atender el elemento intangible de la espiritualidad.
Una vida en equilibrio es una vida sana, en este sentido, debemos ser conscientes que poseemos al menos cuatro aspectos esenciales que debemos equilibrar; el aspecto físico-biológico; el aspecto mental; el aspecto emocional y el aspecto espiritual.
Aspecto Biológico.-
El cuerpo humano es una de las estructuras más increíbles y sofisticadas que operan a través de complejos sistemas como el respiratorio, digestivo, sanguíneo, endocrino, nervioso, reproductor, entre otros, por lo que debemos cuidar la estructura física a través del ejercicio y la alimentación; cada organismo es particular, debemos conocer las señales de nuestro cuerpo, atenderlo y cuidarlo de manera consciente, teniendo en cuenta que todo en exceso hace daño.
Aspecto Mental.-
El cerebro es el centro neurálgico de la razón y el pensamiento, la función cerebral posee un potencial inmenso aún por descubrir y desarrollar. Todo el proceso cognitivo, nuestra capacidad para crear, discernir, memorizar, y en general razonar obedece al funcionamiento de una compleja red neurológica que funciona a manera de descargas eléctricas que absorbe y gestiona nuestra capacidad energética. El proceso de pensamiento y la acción permanente de nuestro cerebro nos invita a estimularlo y ejercitarlo pero no sobrecargarlo.
Tanto los procesos conscientes e inconscientes tienen lugar en nuestro cerebro; es importante los mensajes que le damos, de ahí que las afirmaciones positivas sean tan valiosas para estimular pensamientos productivos; sin embargo, el exceso de angustia, culpa o preocupación que nos llevan a vivir en el pasado como la ansiedad por diseñar el futuro suele distorsionar la función cerebral alejándose de la quietud con la que debe estar en el presente.
La práctica de la meditación y el silencio, la sonrisa y el sueño, resultan esenciales para mantener una función cerebral equilibrada.
Aspecto Emocional
Somos seres racionales pero también sensibles y emocionales. Las emociones son los conductores de la energía del ser humano; es importante ser consciente de los sentimientos que emanamos que representan la proyección de nuestra energía. El sentimiento superior que siempre debemos cultivar es el del Amor, porque el amor puro es la fórmula de la creación y de la vida, el amor incondicional implica perdón total, compasión, sinergia, comunión, solidaridad, expresiones superiores que dignifican nuestra condición del Ser Humano.
La ira, el odio, el rencor, la envidia, entre otros son sentimientos de baja frecuencia que lo único que hacen es crear reacciones adversas tanto en nuestro cuerpo como en la mente.
Aspecto Espiritual.
Es el elemento integrador, es el poder invisible de la creación; el espíritu es el soplo de vida, el Verbo, la semejanza con el Yo Soy que nos invita a ser y particularmente a trascender.
La espiritualidad, es anterior y superior a la religión, supera los límites de toda creencia dogmática y fluye mimetizada con la energía del universo, por eso cada individualidad representa un propio universo.
Algunas características propias e inherentes que emanan de la fuente de la Verdad Universal son precisamente el equilibrio y el balance, semillas cuyo fruto es la estabilidad, la ecuanimidad, la armonía, la libertad y la paz. El Espíritu es eterno, omnipotente, integrador, omnisciente, generador, es quietud, armonía, silencio, plenitud, es el sello misterioso de nuestra divinidad.