EL JEFE DE «LA MANADA»
Por Luis Gonzales Posada.
La prensa española apoda “La Manada” a jóvenes violentos que atacan en grupo, cobardemente, a quienes tienen la desdicha de cruzarse en su camino.
Lo mismo ocurre en el ámbito internacional con gobernantes del bloque del “socialismo del siglo XXI”, que agreden a los que no forman parte de su panaca política, como hacen en defensa del golpista Pedro Castillo o de la vicepresidente argentina, Cristina Kirchner, condenada a seis años de cárcel por corrupción.
El jefe de la manada latinoamericana es López Obrador, que victimiza a Castillo para proyectarse como defensor de los indígenas del hemisferio, labor que ahora no puede cumplir Evo Morales, por su creciente desprestigio en Bolivia y la región.
Una segunda explicación del comportamiento agresivo del mandatario azteca es que aspira ser portavoz del socialismo del siglo XXI, porque el venezolano Maduro, el nicaragüense Ortega, el cubano Díaz-Canel y el mismo Evo están desgastados políticamente y con una fuerte carga de acusaciones por violar los derechos humanos.
Hay un tercer elemento, de fondo, para entender la compulsiva agresividad de López Obrador, que nos ha vapuleado 29 veces desde la destitución del profesor chotano, porque así intenta distraer o desviar a la opinión pública sobre su pésimo gobierno.
Durante la campaña electoral ofreció reducir drásticamente los homicidios, pero en los primeros cinco años se produjeron 140 mil asesinatos, cifra superior a las exhibidas por sus antecesores Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, y se estima que cuando deje el cargo esa cantidad se elevará a 180 mil.
Asimismo, de acuerdo con el Sistema de Seguridad Nacional, han ocurrido 17,778 feminicidios; 3,500 al año, 300 al mes y 10 al día, números catastróficos que nos relevan de mayores comentarios.
Pero el mayor desastre es que la pobreza, que ofreció reducirla, se incrementó en seis millones, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo de Naciones Unidas.
Otro desastre para su biografía es que 35% del país está controlado por cárteles del narcotráfico. Además, 400 mil compatriotas suyos emigran anualmente a Estados Unidos en búsqueda de seguridad y mejores condiciones de vida. Lo hacen saltando muros, cruzando el Río Grande o construyendo túneles, por donde también pasan armas y drogas.
Muchos indocumentados mueren sin lograrlo. Del 2009 al 2021 la fatídica cifra alcanzó a 4,462 y 853 el año pasado. Las escabrosas escenas de docenas de seres humanos sin vida, asfixiados en contenedores de camiones manipulados por bandas criminales, reflejan la ineptitud de López Obrador para evitar estas tragedias.
Sólo este año se encontraron en vehículos abandonados 612 individuos, 103 de ellos menores de edad. Por su parte, el departamento de migraciones de Estados Unidos reporta que han retenido a 2 millones 766 mil indocumentados procedentes de México y Centroamérica.
La suma de los hechos descritos explica las alteraciones psicológicas del mandatario mexicano, que desahoga sus frustraciones e incompetencia política ofendiendo sistemáticamente a una nación amiga como el Perú y defendiendo, a su vez, a truhanes y extremistas.
Pablo Hiriart Le Bert, Premio de Periodismo de México, autor del libro “El Destructor”, califica a López Obrador de psicópata dominado por el narcisismo, autoestima exagerada y crueldad, descripción que la fundamenta en los estudios de Robert Hare, investigador de renombre en el campo de la psicología criminal, que describe al psicópata como “depredador de su propia especie, que emplea el encanto personal, la manipulación, la intimidación y la violencia para controlar a los demás y satisfacer sus propias necesidades egoístas”.
Usted, amigo lector, decidirá si la descripción de Hare calza con la personalidad del mandatario mexicano. Nosotros pensamos que sí.