BBC: «APOSTAR A LA ESTRATEGIA DE BUKELE PUEDE LANZAR A LATINOAMÉRICA A ESQUEMAS AUTORITARIOS»
BBC Mundo.– En una América Latina cansada del crimen y la violencia, algunos comenzaron a ver la guerra contra las pandillas declarada por el presidente Nayib Bukele en El Salvador como un ejemplo a seguir de mano dura contra la delincuencia.
“Apostarle a una estrategia de mano dura como la de Bukele en El Salvador puede lanzar a los países de América Latina a esquemas autoritarios, incluso a dictaduras”
Luis Guillermo Solís señala el riesgo de «conceder prácticamente todo a cambio de la seguridad perdida».
Lo que sigue es un resumen del diálogo telefónico con este político y académico con una maestría en estudios latinoamericanos que gobernó Costa Rica entre 2014 y 2018:
En Honduras se decretó un estado de excepción considerado parte de ese «efecto Bukele». En Guatemala, una candidata presidencial promete aplicar «el modelo de El Salvador» en seguridad. En Perú, el alcalde de Lima felicita a Bukele por redes sociales. Y en Argentina, el ministro de Seguridad de Buenos Aires elogia la imagen de una nueva megacárcel salvadoreña: «Es música para mis oídos», dice.
Pero el expresidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, advierte que la política contra las maras que parece tener éxito en El Salvador es peligrosa y difícil de aplicar en otros países de la región.
«Es una estrategia de corto plazo, que tiene riesgos muy altos», dice Solís en una entrevista con BBC Mundo.
Lo que sigue es un resumen del diálogo telefónico con este político y académico con una maestría en estudios latinoamericanos que gobernó Costa Rica entre 2014 y 2018:
Su país, Costa Rica, es conocido por su tranquilidad, pero la seguridad pública se ha vuelto una preocupación creciente allí. El año pasado registró un récord de asesinatos, que aumentaron 66% en una década. ¿A qué se debe esto?
Sin dudas ese es un problema para muchos países en América Latina.
Probablemente la razón principal sea la acción del narcotráfico, porque alrededor del 60% de los homicidios violentos en Costa Rica están relacionados de una manera u otra con el tráfico, con el microtráfico y la lucha entre pandillas locales por controlar los mercados en los barrios.
Este fenómeno es muy grave, porque conlleva niveles de incertidumbre y temor muy fuertes en la población que venimos experimentando desde hace mucho tiempo.
Durante mi gobierno tuvimos también que lidiar con esta circunstancia. Y es muy difícil de erradicar, porque las razones que explican por qué se produce el fenómeno son tanto internas como externas.
En este contexto, en Costa Rica y en América Latina en general hay quienes miran como una alternativa exitosa la estrategia de mano dura contra el crimen adoptada por el presidente Bukele en El Salvador, con un régimen de excepción y una guerra contra las maras. ¿Es Bukele un ejemplo a seguir para la región en materia de seguridad?
No lo creo, aunque reconozco sin duda que la estrategia de Bukele en El Salvador ha sido exitosa y ha logrado reducir de manera drástica el índice de criminalidad.
También reconozco que para El Salvador el tema de la seguridad era uno de los primeros señalados por la ciudadanía como urgente.
El gobierno de Bukele ha focalizado la acción de las fuerzas armadas y la policía sobre ese tema específico, ha tomado acciones contundentes como la construcción de una megacárcel, y ha levantado las estrategias de mano dura y super-dura que alguno de sus predecesores habían intentado sin éxito.
No creo que sea un modelo para la región.
¿Por qué?
Primero porque la región es muy diversa y no en todos los países se presenta una circunstancia como la salvadoreña, donde el fenómeno de las maras tiene décadas.
Es un país muy pequeño también, lo cual facilita una acción como la que ha adoptado el gobierno de Bukele. Es muchísimo más difícil de aplicar en países más grandes como México -recordemos la fallida iniciativa de mano dura del presidente Felipe Calderón- o en Brasil, donde las pandillas tienen unos niveles que sobrepasan a veces las fuerzas policíacas de los estados.
El polémico camino seguido Bukele en El Salvador es visto como un ejemplo por algunos en otras partes de Latinoamérica.
Pero el riesgo mayor es que, cuando uno analiza la totalidad de la agenda de nuestros países, la seguridad es uno de los problemas grandes y no el más grande ni el único.
Por lo tanto, apostarle a una estrategia de mano dura que pueda socavar el Estado de derecho, que me parece que es lo que está ocurriendo en El Salvador, constituye un problema que puede tener consecuencias muy grandes sobre la totalidad del sistema político y lanzar a los países de la región a esquemas autoritarios, autocráticos e incluso a dictaduras que no le convienen a América Latina.
¿Por qué ve la estrategia de Bukele como un riesgo para la democracia?
Porque la estrategia está basada no solamente en meter a los malos a la cárcel, sino que tiene precedentes: un control del Poder Legislativo primero, un nombramiento a veces inconstitucional de jueces adeptos al gobierno después, el control del Judicial como último objetivo, lo cual rompe con el necesario balance entre los poderes de una república democrática, y finalmente la aplicación de una ley que no se basa en el Estado de derecho.
Muchas de las personas que son encarceladas no necesariamente son culpables ni van a ser reconocidas como tales, sino simplemente como víctimas residuales de un proceso donde el fin justifica cualquier medio.
Eso en democracia coloca el riesgo en el sistema completo, no solamente en la acción específica que se realiza, que en este caso es meter a los malos, entre comillas, a la cárcel.
Zury Ríos, candidata presidencial en Guatemala y con posibilidades de ser electa en junio según las encuestas, ha señalado a El Salvador como modelo para diseñar su estrategia de seguridad. ¿Cómo observa esto?
Insisto en que no todos los países necesitan la misma receta. Pero en el caso de Guatemala, el problema es mucho mayor que simplemente las pandillas en los barrios. Allí el sistema político en su conjunto está penetrado por el narcotráfico desde hace muchísimo tiempo.
En Honduras se han realizado redadas policiales en el marco del estado de excepción que analistas ven inspirado en la estrategia de Bukele.
Atacar a las pandillas en Guatemala como lo está haciendo Bukele en El Salvador únicamente resuelve el problema al final de la cadena. Pero deja por fuera todas las consideraciones del lavado de activos por ejemplo, o de la penetración del narcotráfico en las estructuras del poder político en lo municipal, legislativo e incluso en el Poder Ejecutivo, como hemos visto en el caso de Honduras también con el presidente Juan Orlando Hernández.
Me parece que es una estrategia de corto plazo, que tiene riesgos muy altos para el sistema político en su conjunto, porque debilita la separación de poderes. Y al final de cuentas orienta a los países hacia un modelo crecientemente autoritario, que evade la responsabilidad de atender de forma preventiva las causas profundas de la inseguridad, que tienen que ver esencialmente con la desigualdad.
El Salvador pasó de tener la mayor tasa de homicidios en el mundo, de 104 por cada 100.000 habitantes en 2015, a una de 7,8 el año pasado, según cifras oficiales. Esto es una tasa menor incluso que la de Costa Rica, que en 2022 registró 12,6 asesinatos por cada 100.000 habitantes. ¿No los considera resultados sostenibles en el tiempo?
No lo creo, porque para sostener esos niveles requeriría de una estrategia de política pública que básicamente solo coloca los recursos del Estado en temas de seguridad. Estamos hablando de la necesidad de contratar a miles y miles de personas que conduzcan el sistema, tanto del lado de la fuerza pública y el Ejército como en el mantenimiento de las cárceles donde se van a seguir metiendo todas estas personas.
Y después también viene la rehabilitación, a no ser que uno piense que esos van a ser los únicos contaminados por el narco y se van a quedar en la cárcel indefinidamente hasta morirse, lo cual también tiene sus bemoles desde el punto de vista democrático. Sabemos que en las democracias más desarrolladas hasta los criminales tienen ciertos derechos, que se atienden dentro de lo que resuelva la ley por medio del sistema judicial.
Entonces es una estrategia de muy corto plazo. Además habría que revisar los datos oficiales porque no necesariamente hay transparencia en ellos, así como las implicaciones financieras que esto tiene y en El Salvador también ha habido mucha opacidad.
Por ejemplo, esa cárcel donde se han recluido a miles y miles de mareros se construyó sin dar cuentas a nadie sobre los recursos que se utilizaron, en su número y en su origen.
Bukele es hoy uno de los presidentes con mayores tasas de popularidad en América Latina. Su vicepresidente, Félix Ulloa, nos dijo recientemente: «Más del 90% de la población está de acuerdo con el estado de excepción y quiere que se extienda». ¿Esto no legitima lo que está haciendo el gobierno de El Salvador en materia de seguridad?
En el caso de El Salvador, sin duda. Y me parece que hay que respetar la percepción del pueblo que mira en Bukele la solución a un problema que ha padecido durante décadas.
No tengo la menor duda que esos números son reales y que concentrar la preocupación de la ciudadanía sobre el tema de seguridad da réditos.
Hay temas que convocan y el de la inseguridad es uno de ellos. Hay otros pueden llevar a la guerra, como el ultranacionalismo o la xenofobia.
La pregunta no es tanto si el gobierno de Bukele es o no apoyado. Lo es, no tengo duda. El problema es si esa política es sostenible, fortalece el ejercicio democrático y permite a la gente tener una salida a sus otros desafíos, como la pobreza y la falta de educación, agua, servicios de transporte y de vinculación con el mercado mundial.
Me parece que esos temas todavía están pendientes en El Salvador y veremos si pueden ser aliviados por medio de esta política de mano durísima que el gobierno ha implementado.
En cualquier caso usted no pone en duda el éxito de la estrategia que ha tenido hasta ahora el gobierno de Bukele en materia de seguridad…
En el corto plazo no, porque así lo demuestran los números.
En el mediano y largo plazo tengo muchísimas dudas de que esta sea una estrategia ganadora y exitosa, porque no creo que la inseguridad sea el único problema de El Salvador o de cualquier sociedad. Y coloco el énfasis en la desigualdad.
Pero es indudable que la política en El Salvador ha reducido significativamente los índices de criminalidad, a un costo elevadísimo en derechos humanos y el funcionamiento del Estado de derecho.
Organizaciones de El Salvador e internacionales han documentado miles de denuncias por detenciones arbitrarias, muertes y abusos en las cárceles, así como procesos judiciales sin garantías. Pero muchos salvadoreños sienten alivio por el debilitamiento de las maras y parecen dispuestos a aceptar ese costo: «Antes estábamos sitiados», le dijo una joven en San Salvador a BBC Mundo. ¿Qué refleja esto?
Creo que refleja varios fenómenos. Hay que reconocer que los niveles de violencia y criminalidad con que vivieron durante décadas los salvadoreños eran reales y esto afectaba su vida cotidiana.
Entonces uno tiene que entender que hay una realidad que los salvadoreños vivieron, que los cansó y los motivó a buscar una salida como la que Bukele les ofrecía.
Los prisioneros y las denuncias de abusos de las autoridades han surgido en El Salvador con la guerra a las maras lanzada por Bukele.