AUGUSTO FERRERO COSTA

Escribe: María del Pilar Tello

 

Fui testigo de excepción de su brillo y de su modestia, pero también de su amor por el Derecho que tuvo como mentor a su padre don Raúl Ferrero Rebagliati

 

Gran persona, extraordinario jurista, mejor amigo, Augusto Ferrero Costa reunía todas las cualidades en una sola persona. Lo conocí muy joven en la universidad de San Marcos, en la Facultad de Derecho de los grandes abogados, donde brilló con luz indeclinable por su inteligencia y dedicación al Derecho. Era, además, el campeón de natación sudamericano que estuvo en la Olimpiada de Tokio, el que encantaba a las estudiantes por su porte y su sonrisa amables. Lo admiramos por el deporte y por el estudio, sin mencionar su amabilidad innata y su simpatía. Esa impronta lo acompañaría durante su vida personal y profesional donde destacó por la enorme cantidad de premios y reconocimientos jurídicos y académicos.

Sin embargo, Augusto Ferrero, un personaje de altísimo valor, rehuía la fanfarria mediática, los enormes éxitos que llenan su trayectoria vital fueron compartidos en el ámbito amical, familiar y académico, pero poco o nada aparecieron en la prensa que lo conocía como gran docente y jurista sin ingresar a la excepcionalidad que lo acompañó por méritos propios cada día de su vida. Desde su tesis para Bachiller hasta su título de abogado pasando por su grado de doctor en Derecho, en ceremonia que compartimos el mismo día en el tradicional Salón de Grados sanmarquino, todos merecieron del Jurado la unanimidad y la felicitación.

El había sido becado para Italia y quien escribe para Francia. Fui testigo de excepción de su brillo y de su modestia, pero también de su amor por el Derecho que tuvo como mentor a su padre don Raúl Ferrero Rebagliati cuya foto adornaba su despacho de magistrado del Tribunal Constitucional del cual fue extraordinario Presidente. Augusto Ferrero Costa fue un patricio con enormes valores, un peruano modélico, que enorgullece e inspira a la patria. Honor al honor.