¿EL FIN DE LA DEMOCRACIA EN EL PERÚ?
Escribe: Elmer Barrio de Mendoza
un gobierno que se contradice atenta contra la democracia.
Considerando que el concepto de democracia no forma parte nuclear del imaginario social del Perú (así lo señalan múltiples encuestas en diversos tiempos) la institucionalidad democrática, aquí, vive en permanente riesgo.
Salvo segmentos muy ilustrados -y muy convencidos- el país no logra construir afecto por la democracia. Y es únicamente ese afecto el que conduce a la instalación de la democracia en el núcleo duro de la conciencia nacional.
Una buena parte del país es “demócrata” sólo cuando los que reconocen como suyos logran el gobierno y/o los resortes clave del poder. Caso contrario, no tiene inconveniente en respaldar la insurrección extremista o el golpe militar que se disfraza (cualquiera de ambos) como “defensa de la democracia”. En este punto no importa si se trata de izquierda o de derecha, da lo mismo. Ambas están dispuestas a la solución antidemocrática para retener el poder. Ése es un gran problema.
Así es muy difícil defender la democracia en nuestro país. La democracia debe ser entendida como división y control mutuo de poderes, respeto al mandato constitucional, alternancia en el poder y solución pacífica de los conflictos.
De la sociedad se esperaría el cumplimiento de sus deberes y el ejercicio de sus derechos dentro de la ley y eso debe suceder. No en vano se afirma que la Constitución expresa un pacto social y que toda la estructura legal se subordina a la Constitución.
Todo esto a su vez debe provocar desarrollo y bienestar en un marco perdurable. Así se construye, no de otro modo, el afecto por la democracia.
Bienestar general implica respeto por los valores históricos de cada una de las comunidades que integran -o que pueden integrar-una nación y unificarlos en una única y diversa cultura. Un ejemplo simple: casi todos los paraguayos hablan con orgullo el guaraní y eso es magnífico para la construcción de su nacionalidad. ¿Podríamos hablar de algo similar en el Perú?
La fractura social
Un país fracturado no llega a ser una nación y, sin nación, no se puede construir democracia. La única democracia que se consolida es aquella que expresa un formato nacional acorde con la historia y cultura acumuladas. Que se traduce igualmente en un proyecto común a mediano y largo plazo con base en una conciencia colectiva de pertenencia.
Como está claro, estos factores se cumplen a duras penas en el Perú. Más bien como una posibilidad inacabada que como una realidad.
La fractura social en el Perú es extensa y profunda y tiene diversos escenarios y vertientes. La construcción nacional exige atacar los problemas principales que la provocan, al tiempo que recuperar el crecimiento económico que permita enfrentarlos con éxito.
Planificar es priorizar y no dispersar. Aquellos que son especialistas en identificar grandes listas de problemas, insolubles todos juntos, que a su vez son expertos en no solucionarlos y cobrar fortunas por atormentarnos, son el principal adversario del éxito en el país.
Así que necesitamos simplificar, resolver los problemas principales e ir por los siguientes luego, en un proceso ordenado que no exacerbe conflictos ni amplíe fisuras. Y a cada paso, éxito, comprobación de resultados. Y este éxito debe traducirse en expresiones concretas de felicidad y de esperanza renovada.
Y de cada éxito hacer aprendizaje, adaptar a otros espacios, replicar con criterio y tener un nuevo éxito. Nueva felicidad. Nueva esperanza.
Y en concreto ¿cómo es?
Bueno, el Perú está fracturado históricamente y hay quienes agregan nuevas fracturas casi a diario. Quede claro que ése es su negocio, que de eso viven.
Concentrarse en lo principal, y deshacerse de estos parásitos, es lo esencial.
Un gobierno que construya democracia es aquél que logre apuntar con éxito a lo principal respetando los principios de tolerancia, pluralismo y libertad, así como la institucionalidad que soporta su vigencia.
Ergo, un gobierno que se contradice atenta contra la democracia. Si el gabinete y el (la) presidente no pueden caminar de acuerdo para hacer declaraciones públicas qué podemos esperar de la toma de decisiones y de su gestión. Yo mando pero no comando, así que la responsabilidad es de los mandos militares o policiales. Tía María ¿va en cuanto se ajusten unos detalles finales o no está en la agenda del gobierno por ahora?. ¿El Ministerio de Vivienda no puede asegurar que SEDAPAL, que es un organismo del sector, cumpla con su compromiso de reposición del servicio de agua potable? Esos sólo son algunos casos recientes.
Sin consistencia ningún gobierno protege la democracia.
Por otro lado, un país que asume que es plausible que sus poderes y organismos autónomos renuncien a sus competencias porque a alguien le parece que carecen de popularidad es renegar de la estructura institucional del Estado y de la vigencia de la Constitución. De este modo la opinión pública, hace tiempo, acepta que eso no está mal (alimentada por una marcada presión mediática en ese sentido).
En paralelo cierta intelectualidad hace malabarismos para demostrar que lo que estuvo mal el 5 de abril de 1992, no lo estuvo tanto el 7 de diciembre de 2022 y que definitivamente fue lo óptimo el 30 de setiembre de 2019. Ese tipo de maromas sin duda dañan el cerebro de quienes las practican, como también lo dañan que el procedimiento que fue imprescindible para remover a todos los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura en 2020 sea inaplicable hoy a los miembros de la Junta Nacional de Justicia, siendo que se trata de los mismos artículos constitucionales. Otro cantar es la decisión final, que ni de lejos se ha producido aún.
Así que a igual razón igual derecho y que dejen de tratar como vírgenes intocables a los miembros de la Junta, que además cobran mucho más que parlamentarios y ministros. Todos deben someterse a las investigaciones previstas en la ley, bajo pleno respeto del debido proceso.
Entonces no es difícil comprender que dos de las principales conductas democráticas son la vocación de servicio y la voluntad de renuncia cuando una presencia es nociva para el país. Ni la una ni la otra parecen ser uso de gobernantes y representantes en el Perú. Pues habrá que exigirla, cumpliendo la Constitución y la ley. Sin temor a expresarse pacíficamente porque ese es un derecho fundamental.
Consistencia, convenzámonos de que debemos ser consistentes y conquistemos un Perú viable a largo plazo con un programa breve y entendible por cada uno de los peruanos.
Seguridad, crecimiento y cierre de brechas. Este gobierno no puede. Que venga otro que sí pueda, a cargo de un líder en seguridad conduciendo a los mejores expertos en cada ámbito de la gestión pública.
¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién dice yo con claridad y sin trampa?
¡Que hable ahora o calle para siempre! La democracia en el Perú está en juego.