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APUNTES Y REFLEXIONES SOBRE LA INFORMALIDAD EN EL PERÚ

(El Montonero).- El Perú es una de las sociedades más informales de América Latina. Las proyecciones señalan que la informalidad está entre el 60% y el 70% de la economía y la sociedad. Una cifra extremadamente alta para un país de ingreso medio como el nuestro. En el mundo laboral, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 75% del empleo en el Perú es informal; es decir, tres de cada cuatro trabajadores carecen de un sistema de salud y no pertenecen a ningún sistema previsional. Miradas las cosas desde ese punto de vista la informalidad es una tragedia nacional.

 

Un problema originado por las malas leyes y la falta de productividad

El dramatismo se acrecienta cuando reparamos que la gente de las regiones más pobres del país –como Cajamarca, Loreto, Pasco y Puno, con tasas de pobreza superiores al 40% de la población– tienen una tasa de informalidad de cerca del 90% de la economía.

Existen muchas explicaciones sobre la informalidad. Sin embargo, de ninguna manera compartimos la idea de que la informalidad es un asunto cultural. La prueba de ello son los miles de peruanos que han triunfado en el exterior respetando los estados de derecho de las sociedades desarrolladas. No nos queda  la menor duda de que la informalidad es un asunto que proviene de la mala legalidad y de la falta de productividad de la economía, fenómenos que se retroalimentan y se convierten en un círculo de autodestrucción sin salida. Por ejemplo, la burocratización del Estado que se produjo en las últimas dos décadas creó tal cantidad de sobrerregulaciones y procedimientos absurdos en ministerios, regiones, municipios y dependencias públicas que el Estado se convirtió en una muralla contra la inversión privada y las iniciativas de la sociedad.

Con el bloqueo de inversiones, el Estado se volvió una fuente de pobreza e informalidad. Ahí están las inversiones detenidas en minería, agroexportaciones, pesca, turismo e infraestructura. El estado burocrático, al bloquear inversiones en infraestructura, por ejemplo, fomenta islas de modernidad en la economía, como las inversiones mineras, las agroexportaciones, puertos y aeropuertos modernos, rodeados de bolsones de informalidad. De ahí, por ejemplo, que en nuestra economía existan grandes empresas modernas rodeadas de millones de micro y pequeñas empresas. Casi no existen medianas empresas, como en cualquier economía de ingreso medio.

Enfrentar la informalidad, pues, requiere una gran movilización de la sociedad, la clase política y las instituciones. El Perú necesita acabar con el Estado burocrático y convertir a la organización estatal en amiga, acompañante y promotora de la inversión privada y las iniciativas de la sociedad en general. Se necesita un Estado simplificado para servir a los ciudadanos en la sociedad. Las fórmulas para esta transformación pueden ser diversas: desde reducción de ministerios, eliminación de sobrerregulaciones y burocracia, reforma tributaria, reforma laboral y un shock de inversiones en infraestructura para incrementar la productividad y la economía. Es evidente que en el mediano y largo plazo la transformación del país necesitará una gran reforma educativa y una gran reforma del sistema de salud.

Reflexionar sobre la informalidad, pues, nos impulsa a un solo objetivo: ¡acabar con el Estado burocrático!

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