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FRACASA EL PARO Y SE MANTIENE LA FRÁGIL ESTABILIDAD HACIA EL 2026

(El Montonero *).– El pasado viernes 19 fracasó el paro y la movilización nacional que convocaron diversos gremios, oenegés de derechos humanos y sectores de la izquierda comunista y progresista en el Perú. No fue un simple fracaso sino uno estrepitoso. De alguna manera la absoluta mayoría de la sociedad parecía señalar que las épocas de las movilizaciones callejeras que derribaban gobiernos constitucionales –por ejemplo, el de Manuel Merino– ya son cosa del pasado.

Todavía no se consolida una alternativa democrática y promercado

En las provincias el radicalismo extremista intentó utilizar la llamada jornada de protesta nacional para volver a desatar las presiones y la violencia en contra de los proyectos de la minería moderna. Tampoco lo consiguieron. En las áreas mineras vinculadas a Tía María en Arequipa y Las Bambas en Apurímac, la escasa presencia del radicalismo antiminero no pasó a mayores.

Considerando que el Ejecutivo y el Congreso tienen una aprobación ciudadana debajo del 10% de la ciudadanía, ¿cómo se puede interpretar la indiferencia de las mayorías nacionales con respecto a las convocatorias del radicalismo nacional? La respuesta parece ser evidente: luego del golpe fallido de Pedro Castillo y las olas de violencia insurreccional que pretendieron quemar aeropuertos, empresas privadas, entidades públicas, comisarías y bloquear las carreteras nacionales para desabastecer a las ciudades y destruir la producción nacional, el restablecimiento de la ley y el orden, de una u otra manera, ha permitido recuperar el Estado de derecho.

Sin embargo, quizá lo más relevante es que la mayoría de la sociedad parece haber entendido que las movilizaciones callejeras no llevan a ningún lugar –excepto el encumbramiento de Castillo en el poder– y, en el caso de las provincias del sur, las asonadas violentistas solo desencadenaron recesión en los mercados populares, la destrucción del turismo y la pobreza de las familias.

Con el fracaso del paro nacional del viernes pasado, entonces, se puede sostener que persiste la frágil estabilidad del sistema republicano instalado luego del golpe fallido de Castillo. Una precaria estabilidad que tampoco ha podido ser alterada por las estrategias progresistas que invocan los resultados en las encuestas y las altas desaprobaciones del Ejecutivo y del Congreso para plantear el adelanto de elecciones.

En la precaria estabilidad del sistema democrático, entonces, las amenazas a la gobernabilidad no provienen de fuera del Ejecutivo sino de los propios yerros y despropósitos del Gobierno. No existe una oposición en la calle que altere la gobernabilidad ni una mayoría opositora que pretenda alterar la estabilidad. Tampoco es viable la estrategia progresista de adelantar las elecciones. En otras palabras, si algo se altera en la gobernabilidad solo será responsabilidad del Gobierno.

Por todas estas consideraciones, en el Ejecutivo se debería entender que no existen mejores condiciones para gobernar, reactivar mercados y relanzar inversiones. Los resultados de la precaria estabilidad ya empiezan a asomar con el rebote de la economía, sobre el 5% del PBI, de abril y mayo; resultados que, de mantenerse en junio, obligarían a proyectar hacia el alza los indicadores de la economía nacional.

El gran problema de la precaria estabilidad es que hacia el 2026 se mantiene la incertidumbre política electoral. La fragmentación y dispersión también afecta a las fuerzas de la centro derecha y, de una u otra manera, persisten todas las interrogantes de las elecciones pasadas, en las que el antisistema amenazó a la gobernabilidad y llegó al poder.

Sin embargo, las instituciones resisten, el Perú vuelve a crecer y el desastre del gobierno de Castillo le ha restado enormes posibilidades a las izquierdas.

(*) https://elmontonero.pe/politica/fracasa-el-paro-y-se-mantiene-la-fragil-estabilidad-hacia-el-2026

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