el Consejo Nacional Electoral (CNE) hasta el momento no ha podido presentar las actas por las que habría ganado, lo cual es risible y patético sino fuera trágico.
La peor forma de represión y la más vil, es impedirle al soberano soluciones a través de elecciones libres y transparentes; toda nación mínimamente civilizada necesita contar con las máximas garantías de libertad política, para poder expresarse en las urnas y proteger los derechos de los ciudadanos a ser elegidos -norma básica y esencial de toda democracia- donde el estado de Derecho tiene que imperar como necesidad sine qua non.
A lo largo de todo el proceso electoral venezolano se vio la aplicación por parte del régimen de Nicolás Maduro, de su esquema represivo complementado por acciones tendientes a distorsionar burdamente el resultado electoral, haciendo que ese fruto quedara a disposición de la manipulación más aberrante.
Esa insania continúa hasta la fecha para perpetuarse en el poder, se han burlado del pueblo vinotinto y de la comunidad internacional durante estos años y el domingo último, se fue a un proceso electoral sin garantías, ni mecanismos y procedimientos para hacer valer esas garantías esenciales que deben y tienen que regir en toda democracia.
La ignominia del manejo fraudulento del resultado electoral fue aplicado la noche del domingo, de manera flagrante y rudimentaria.
El pueblo venezolano y la comunidad internacional piden a voz en cuello una auditoría o reconteo de las actas electorales, que no han tenido las menores condiciones de seguridad y de control. El Gobierno venezolano se encuentra atrasado por lo menos una década, cuando se comprometió con la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) a realizar una auditoria del 100% de las actas del proceso electoral del 14 de abril del 2013 -hace más de once años- sin embargo, esta jamás se plasmó. Es evidente que Maduro y sus huestes se han timado de los venezolanos y ante el mundo.
Teniendo en cuenta que el comando de campaña opositor ya presentó las actas por las que demuestra fehacientemente haber ganado la elección y el gobierno de Maduro, incluido el Consejo Nacional Electoral (CNE) hasta el momento no ha podido presentar las actas por las que habría ganado, lo cual es risible y patético sino fuera trágico.
Se hace más que evidente conocer sobre la aceptación de Maduro de las actas en poder de la oposición y en consecuencia aceptar su derrota electoral y abrir el camino al retorno a la democracia en Venezuela.
Caso contrario, se impondría la realización de nuevas elecciones, pero en este caso con las Misiones de Observación Electoral de la Unión Europea (UE) y la Organización de Estados Americanos (OEA) presentes y un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) para transparentar y no exista el más mínimo margen de irregularidad que ensució este proceso.
Las injusticias sobre el hermano pueblo venezolano continúan, siendo víctimas una vez más de la represión -característica gubernamental más relevante- consecuencia de una gestión ineficiente, que ha sembrado las más graves crisis humanitaria y migratoria que ha conocido esta parte del continente.
