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VENEZUELA: LOS ERRORES DE LA OPOSICIÓN

Escribe: Luis Gonzáles Posada

 

Ningún país democrático ha reconocido los resultados del oficialismo. Solo lo han hecho potencias extracontinentales que apoyan al chavismo: Rusia, China, Irán y Corea del Norte; y, en nuestro continente, Cuba, Nicaragua, Honduras y Bolivia,

Las señales de que Venezuela se encaminaba hacia un gigantesco fraude electoral eran potentes, luminosas, pero no fueron denunciadas oportunamente, pensando que el régimen chavista respetaría los acuerdos adoptados en Barbados.

En octubre del año pasado, en efecto, se reunieron en Bridgetown, capital de Barbados, miembros del oficialismo y la oposición, en presencia de representantes de Estados Unidos, Holanda, Colombia, Noruega y México, pactando que la elección presidencial se realice el segundo semestre de este año, que liberen a los presos políticos y que cualquier ciudadano pueda postular a la presidencia.

Lo primero fue cumplido, pero no los otros dos puntos, porque el régimen no dejó en libertad a civiles y militares arrestados, sino que incrementó el número de detenidos.

Y, en el tema central, proscribió la candidatura presidencial de María Corina Machado (MCM), que obtuvo 2 millones y medio de votos en las internas de la oposición. A pocos días de ese evento, la empresa encuestadora Meganalisis Internacional proyectó que MCM ganaría a Maduro por una diferencia de casi 10 a uno (81.9 % a 8.6 %) y que el 88.9 % pensaba que el socialismo del siglo XXI solo “ha traído mal vivir, desesperanza, separación familiar y pobreza”.

Ante esos resultados, el oficialismo pateó el tablero y vetó la candidatura de MCM, como también de la alterna, Corina Yaris. Ese era el momento preciso para que el secretario general de la OEA o algún país miembro del sistema interamericano solicitara la convocatoria a una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, en aplicación de la Carta Democrática Interamericana.

¿Por qué no hicieron esa petición? Simplemente inexplicable, porque de haberse realizado también habrían denunciado que el gobierno no autorizaba el ingreso de observadores de Naciones Unidas, de la OEA y de la Unión Europea. Tampoco permitieron, más adelante, la presencia de seis expresidentes de la región y de numerosos legisladores europeos. ¿Esos vetos no eran otras señales luminosas de que estaba en marcha el fraude?

Más aún, el propio Maduro sostuvo que “ganaremos por las buenas o por las malas”, agregando que se produciría “un baño de sangre” si no vencía en los comicios. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Legislativa, ratificó la amenaza sosteniendo que “ni por las buenas ni por las malas van a gobernar” y calificando a Edmundo González Urrutia de “viejo decrépito, personaje inmundo, designado por el imperio”.

Pero existían otras señales luminosas que pasaron por alto.

La más importante provino de Naciones Unidas (ACNUR), revelando que, de 4 millones 500 mil venezolanos residentes en el exterior, hábiles para votar, el Consejo Nacional Electoral únicamente permitía hacerlo a 69,189 personas. En  Perú, donde residen un millón 500 mil expatriados, deberían sufragar 900 mil, pero solo autorizaron a 660. En Colombia, con 2 millones 500 mil migrantes, 7,012, y en Chile, que aloja a 600 mil, lo hicieron 2,659.

Y sucedió lo que se temía. Ganó ampliamente la oposición y el servil Consejo Nacional Electoral, sin presentar una sola acta, dio por ganador a Maduro.

Sin embargo, sondeos a boca de urna y conteo rápido, que pueden tener un margen de error de 3 %, registraron una victoria contundente de González Urrutia, por una diferencia de 30 puntos.

Asimismo, las actas de la oposición, exhibidas públicamente, arrojaron 7,119,768 votos para González Urrutia y 3,225,619 para Maduro; es decir, casi 4 millones de votos.

Ningún país democrático ha reconocido los resultados del oficialismo. Solo lo han hecho potencias extracontinentales que apoyan al chavismo: Rusia, China, Irán y Corea del Norte; y, en nuestro continente, Cuba, Nicaragua, Honduras y Bolivia, así como los partidos comunistas y políticos de extrema izquierda de la región.

La reunión de la OEA culminó en un estrepitoso fracaso que solo desprestigia más al debilitado organismo hemisférico. Pero la batalla recién comienza. Seguirán los arrestos y la represión, pero el fin de la dictadura está más cerca que nunca.

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