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El problema del agua y los relatos anticapitalistas

(El Montonero).- Es evidente que el mundo enfrenta un estrés hídrico por los millones de personas que carecen de agua potable y sistemas de alcantarillado. Sin embargo, siempre vale recordar que el 70% de la superficie de la tierra está constituida por agua y solo el 0.025% se ha transformado en agua potable para consumo humano. El Perú, por ejemplo, es una potencia hídrica mundial con el 10% de los recursos hídricos del planeta. Sin embargo, el 10% de la población nacional carece de agua potable (alrededor de 3.3 millones de peruanos) y el 23% no tiene alcantarillado (cerca de 6.4 millones).

Las narrativas en contra de la minería y las agroexportaciones

En el mundo y el Perú, entonces, si existe estrés hídrico, si millones de personas carecen de agua potable y alcantarillado, solo se explica por la falta de inversión en infraestructuras y para desarrollar este tipo de inversiones se necesita crecimiento económico y recursos. Los países desarrollados han resuelto los problemas del agua construyendo gigantescas represas y reservorios; y algunos de ellos, incluso, almacenan agua para los siguientes años y décadas.

En el Perú, las diversas corrientes comunistas y progresistas pretenden desarrollar fábulas y narrativas acerca de que el estrés hídrico se debe a las amenazas que genera la producción minera y las inversiones en agroexportaciones. No obstante que la minería apenas utiliza el 2% del agua del Perú y que el agua destinada a la agroexportación en la costa proviene de los ríos de la sierra represados en los proyectos hídricos, los relatos anticapitalistas sostienen que las inversiones, el crecimiento y el desarrollo son las causantes de la falta de agua para consumo humano.

Las fábulas progresistas y comunistas solo pueden prosperar sobre nuestra ignorancia acerca de cómo convertir al Perú en un país autosuficiente en recursos hídricos para el consumo humano. Y la única manera de resolver los problemas de agua de la sociedad es invirtiendo en la construcción de represas y reservorios de aquí para allá, y obligando al Estado a extender todas las redes de agua potable y alcantarillado necesarias para atender la necesidad de los peruanos.

Para entender cómo funcionan las narrativas de la izquierda vale detenerse en la famosa “ideología de las cabeceras de cuenca”, que incluso mereció una ley aprobada en el Congreso. La malsana iniciativa no prosperó porque nunca se reglamentó la norma. Esta teoría sostenía que sobre los 3,000 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) es donde se originan las cuencas; es decir, que esas eran las fuentes hídricas para el consumo humano y la agricultura de los campesinos. Por lo tanto, sobre los 3,000 m.s.n.m. no debería existir minería, no obstante que el 80% de los proyectos de cobre del país están sobre esa altitud.

Hoy sabemos que esta terrible fábula solo respondía a la orientación de las oenegés anticapitalistas que son financiadas por los competidores mineros del país, que necesitan detener nuestras minas para mantener algunos centavitos de precios en las bolsas de valores del mundo. ¿Por qué? Porque la principal fuente de agua en el Perú proviene de las lluvias en la sierra, producto de las evaporaciones en la cuenca del Atlántico (río Amazonas y la selva). En ese sentido, cuantas más inversiones en represas y reservorios más sostenibilidad hídrica para el Perú, en el presente y en el futuro.

Hoy se reactiva la misma fábula antiminera, pero con el objetivo de destruir las agroexportaciones: se empieza a denunciar que las inversiones en el agro causan estrés hídrico. Ya sabemos que las izquierdas colectivistas pretenden detener a cualquier costo el capitalismo y el crecimiento, porque la pobreza y la desesperación son los únicos espacios en donde pueden desarrollar sus frívolas estrategias de poder.

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