Su último articulo (El eructo del piojo) es tan malo como su título, parece que la parasitosis ha hecho presa de su imaginación.
El (pronto tristemente) célebre Gustavo Gorriti se siente bien, supongo, cuando sus corifeos lo describen como “uno de los mejores periodistas de investigación del mundo” y, sin duda, se congratula de aparecer en Wikipedia.
No sé cuánto sea el alcance de su mérito pero sí sé que, hace buenos años, se dedica a proteger a Odebrecht (Novonor). Claro, no lo hace a título de hombre de relaciones públicas de la corporación. Lo hace en presunta calidad de luchador anticorrupción.
Siente Gorriti que escribe como para ganar el Pulitzer (hasta lo hace en inglés) y que no se lo dan, supone, por las gestiones de algún lobby que lo bloquea.
Alguna vez sintió que también hablaba con mérito retórico, pero hasta sus amigos debieron decirle que evitara el ridículo.
Sin embargo, en el crepúsculo de su poca fama, ya no investiga, escribe escasamente y muy mal y sólo habla en entrevistas complacientes, con amigos (de hoy) que lo traducen cuando no se le entiende o completan las frases que él no puede culminar.
Usa además su enfermedad terminal, que sinceramente lamentamos, para provocar condolencia y solidaridad. Ojalá supere su neoplasia como antes salvó del atentado de la rosa blanca.
Gorriti, desde joven quiso ser Hemingway, pero, más de medio siglo después, tuvo que conformarse con ser apenas Gorriti.
Parasitosis
El dicterio es el único argumento de Gorriti y mira la paja en ojo ajeno, antes que la viga en el propio, como si fuera un ejercicio matutino.
Le ha dolido tanto que su agente (es una figura, no se ofendan) José Domingo Pérez sea investigado por enriquecimiento ilícito que ha olvidado que él mismo está investigado por tráfico de influencias.
Cree que basta su palabra para demostrar que alguien no merece ser investigado. Y que es suficiente agraviar para desacreditar un documento fiscal. Ha perdido la perspectiva el Don.
Su último articulo (El eructo del piojo) es tan malo como su título, parece que la parasitosis ha hecho presa de su imaginación.
Dice que Pérez es probo y que lo es porque así lo dice él y desautoriza que su caso pase a investigación preparatoria, cual si fuera Fiscal de la Nación (o quizá lo sea).
Luego pasa a transcribir textualmente párrafos de las declaraciones de Jaime Villanueva (sí, del mismo que lo acusa a él de usurpación de funciones y tráfico de influencias) para degradar al comunicador que presentó públicamente el Informe de Investigación Preliminar que estableció las evidencias del presunto enriquecimiento de Pérez.
Matar al mensajero
El informe fiscal es verdadero y señala elementos que conducen a un grado de sospecha suficiente para pasar a la fase de investigación preparatoria contra José Domingo, cuyo color de ojos parece haber cambiado recientemente.
¿Cuál es el problema de que se abra la investigación preparatoria contra él? Si efectivamente Pérez tiene sus cuentas en orden puede probarlo en la fase de investigación preparatoria y sanseacabó. Pero si su gran argumento es que dispuso de los viáticos que recibió y que los confundió con sus ingresos/gastos personales, tal como lo ha puesto por escrito, adelantamos que su destino es fatal.
El Informe de Investigación Preliminar es sólido. Pérez no pudo, en esta fase, demostrar que su desbalance tiene explicación.
Insisto, nadie tiene derecho a no ser investigado, todos tenemos derecho a serlo con respeto a la presunción de inocencia, el debido proceso y la imparcialidad y objetividad imprescindibles. Ni Pérez ni Gorriti saben eso porque jamás lo han practicado.
El papel del Fiscal de la Nación (interino) al respecto es francamente mustio y provoca suspicacia. Parece confirmar que Gorriti tiene poder sobre él, tal como Villanueva lo afirmó de modo contundente.
¡A qué tanto brinco cuando el piso está parejo!
Tres casos están marcando la hora: el de Vladimir Cerrón fugando en el “cofre” presidencial; el de la banda de Chibolín y sus múltiples ramificaciones y el del enriquecimiento ilícito de Pérez. Ninguno de ellos debe descuidarse, menos aun abandonarse. Nuevamente estamos ante la posibilidad de atacar el origen de la pus.