Demás está recordar cómo la historia nos ha enseñado —amargamente— las consecuencias de no prevenir y “ahorrar” en defensa nacional.
Finalizada la denominada “Guerra Civil de 1948”, el entonces presidente de Costa Rica, José “Don Pepe” Figueres, decidió, en un acto tan controvertido y audaz como polémico e inusual, suprimir las fuerzas armadas de su país, fundando así la Segunda República de ese país centroamericano. Este corto recordatorio viene a colación cuando ciertos sectores de la política y sociedad nacional objetan la compra de 24 aviones de guerra para nuestra fuerza aérea, aduciendo que no es momento para dicha adquisición.
Costa Rica puede darse el lujo de no invertir nada en sus fuerzas armadas, pues no las tiene; Perú no. ¿De qué sirve tener experimentados pilotos de guerra si contamos con aviones anquilosados que no son útiles para los efectos de un posible conflicto militar? Sigamos entonces el ejemplo de los “ticos” y decidamos prescindir de nuestras FFAA; así no incurrimos en “molestos” e “innecesarios” gastos de todo tipo de armamento.
Pero mientras ello no suceda, es inconcebible que no tengamos una flota aérea militar moderna y eficiente como herramienta disuasiva en materia de defensa nacional.
Algunos incurren en la falacia del falso dilema; esto es, afirmar que no se deben comprar aviones, pues sería mejor destinar esos fondos a educación o salud, cuando el país tiene los recursos suficientes para todos los temas. La llamada falacia del “o lo uno o lo otro” consiste en una falacia lógica que presenta solo dos opciones o lados de una cuestión (supuestamente contrapuestos e irreconciliables) cuando en realidad hay más complejidades.
Esencialmente, un falso dilema presenta un tipo de pensamiento “blanco y negro” cuando hay muchos matices de gris. Aquí se contrapone una compra supuestamente innecesaria a otra compra totalmente esencial, cuando ambas se pueden llevar a cabo sin ningún inconveniente, al mismo tiempo y sin mayor contratiempo.
Es en tiempos de carencia económica cuando se establecen prioridades; no es el caso. El Perú cuenta con los recursos suficientes y goza de una saludable economía que le permite renovar su flota aérea militar con aviones de última generación… e invertir en salud y educación también. Es tan solo cuestión de gestión eficiente de la cosa pública. Demás está recordar cómo la historia nos ha enseñado —amargamente— las consecuencias de no prevenir y “ahorrar” en defensa nacional.
Como lo ha explicado oportunamente el actual comandante general de la Fuerza Aérea, hace nada menos que 12 años que se viene posponiendo esta compra; gobierno que entra, le tiembla la mano y cede a la demagogia que impide esta impostergable modernización. Y si bien el monto es considerable, alrededor de 3,500 millones de dólares, esta suma se financiaría hasta en 20 años, reduciendo considerablemente el flujo de dinero proveniente de las arcas fiscales.
Eso sí, esta operación debe conducirse con la mayor transparencia posible para evitar todo tipo de suspicacias que siempre conllevan este tipo de decisiones. Por todo ello, consideramos necesaria e impostergable esta adquisición.