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OPINIÓN/ El ‘wokismo’ como enemigo de las libertades y el capitalismo

(El Montonero).- Definir el wokismo es un ejercicio complicado, líquido –por decirlo de alguna manera– en términos intelectuales porque lo es todo y nada a la vez. Es un cajón de sastre donde cabe desde un alfiler hasta un carrete con dos vueltas de hilo. Sin embargo, el wokismo sí tiene bordes claramente definidos: su propuesta antioccidental, su programa en contra de la democracia representativa y el capitalismo en general.

Reflexiones sobre un movimiento de naturaleza antioccidental

El wokismo o el “stay woke” es un movimiento que promueve asumir plena conciencia de las opresiones, exclusiones e injusticias en las sociedades occidentales. Extrañamente el wokismo casi no dice nada sobre la falta de libertades en China, en los países islámicos y los abusos en contra de la mujer en las sociedades sin tradiciones judeo-cristianas.

El wokismo nació y se desarrolló solo para enjuiciar a las sociedades occidentales. En Estados Unidos el wokismo adquirió una gran notoriedad social con el movimiento Black Lives Matter –herederos de los Panteras Negras de los sesenta– y la desorganización que se ha desatado dentro del Partido Demócrata.

Aprovechando la tolerancia y las libertades en las sociedades occidentales el wokismo radicaliza las demandas de libertad e igualdad y las vacía de contenido. Sobre esos criterios propone una democracia identitaria, basada en representaciones especiales de las minorías raciales (desde afrodescendientes hasta pueblos originarios) y de las minorías sexuales (movimientos LGTB y representaciones de género) en vez de la democracia representativa fundamentada en el principio de un ciudadano en voto.

El movimiento wokista que, ante el primer golpe de vista, puede aparecer como la suma del “pensamiento políticamente correcto”, a nuestro entender, es la causa principal del declive y hundimiento de las sociedades y el capitalismo occidentales y de las amenazas a la democracia en las sociedades hispanoamericanas. Uno de esos objetivos centrales del wokismo –como cualquier corriente comunista, neocomunista o progresista—es acabar y erosionar las tradiciones judeo-cristianas en Occidente para “limpiar el camino ideológico y cultural a favor del ensayo wokista”.

En el Perú, en la PUCP se acaba de escenificar una guerra alrededor de la imagen de la Virgen María como parte de esa estrategia.

Para entender la gravedad de la amenaza wokista mencionemos la guerra cultural e ideológica que ha desatado el Partido Demócrata, porque el Partido Republicano ha comenzado a oponerse abiertamente a la agenda woke, no obstante que dos décadas atrás no existían grandes diferencias entre ambos partidos. El ala izquierda del Partido Demócrata ha “latinoamericanizado” la política, incluso ha replicado las estrategias de judicialización de la política, mientras alentaba que el imperio del norte se embarcara en todas las guerras habidas y por haber. Es decir, una manera de reventar desde adentro la gran nación de los Estados Unidos.

En Hispanoamérica, Chile fue el gran ensayo de la estrategia de poder del wokismo. Durante cuatro décadas la izquierda chilena nunca cuestionó el modelo económico que convirtió a Chile en un milagro económico, con el ingreso per cápita más alto de la región y con pobreza debajo del 8% de la población. Más allá de denuncias de algunas desigualdades e imperfecciones del modelo, la izquierda sureña parecía una moderna. Sin embargo, en esas décadas llevó adelante el discurso wokista hasta el límite, a tal extremo que la derecha y el empresariado chileno se evangelizaron como wokistas.

La izquierda chilena, luego de la violencia de octubre del 2019, gana las elecciones a la Convención Constituyente porque los jóvenes se inclinan mayoritariamente por la agenda wokista: desde el aborto hasta todas las variantes de la ideología de género y representaciones étnicas. Ya en el poder, la izquierda chilena saca el cuchillo leninista y pretende crear “una república plurinacional con equidad de género”, con sistemas soviéticos de representación estatal y con el objetivo de acabar con la unidad del Estado sureño. Felizmente los hermanos del sur votaron contra este proyecto.

El wokismo en los Estados Unidos y Occidente no solo ha bastardeado la política estadounidense, sino que también había colonizado a gigantes desde Disney y Nike hasta Coca Cola. El triunfo de Donald Trump parece ser una reacción social nacional contra el wokismo.

El wokismo, pues, es una de las peores amenazas que enfrenta la libertad y el capitalismo y Occidente. En el Perú debemos permanecer alertas frente al wokismo que pretende enfermar a la empresa, a la Iglesia Católica, a los partidos políticos y a todas las actividades de la cultura y la política.

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