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OPINIÓN/ Un duende en Davos

Escribe: César Campos R.

¿Acaso hace bien a la atracción de inversiones compartir asiento y sonrisas con el máximo representante de la sinvergüencería internacional?

Soy de quienes avalan con entusiasmo el desplazamiento de nuestras más altas autoridades hacia países extranjeros donde se llevan a cabo encuentros de gran envergadura y trascendencia para la política exterior peruana, así como para nuestra economía. Deploro la perspectiva de los que creen imprescindible mostrarnos afuera con la imagen de una tribu Watusi y no de una compleja nación la cual —pese a sus fracturas sociales y ahora una galopante desinstitucionalización— apuesta, en general, por el desarrollo y la apertura de oportunidades.

En esa línea, me pareció congruente e importante que el Congreso respalde el viaje de la presidente Dina Boluarte al Foro Económico Mundial de Davos, Suiza. Sin embargo, hay coincidencia casi unánime —exceptuando al liliputiense oficialismo— de que Boluarte pintó realidades inexistentes sobre nuestro país, como si los participantes de tal evento carecieran de métodos virtuales y confiables para informarse de lo que aquí ocurre.

Más aún, en un descuido que habla mal de quienes elaboraron y sacramentaron la agenda de la jefa de Estado, sostuvo una reunión con Gary Nagle, CEO de Glencore, transnacional operadora y accionista de las empresas mineras Antapaccay y Antamina, pero que ya viene sumando en los últimos años múltiples denuncias y procesos judiciales en el globo por corrupción, estafa y prácticas ilícitas. Tanto así que puede ser comparable a la etapa embrionaria del escándalo Lava Jato. En el Perú  ha sido visible por desencuentros e irregularidades societarias.

Justo el mismo día de la cita Boluarte-Nagle, el medio especializado CapitalRadio de España recogía una nueva imputación de Javier Blas (periodista de la prestigiosa agencia Bloomberg) contra Glencore. Blas, junto a su colega Jack Farchy, es autor del impactante y hasta hoy no desmentido libro El mundo está en venta (editorial Península 2022, considerado por Financial Times y The Economist como el libro del año), donde se ocupa de la cara oculta del negocio de las materias primas.

Blas sostiene que Glencore y otras grandes corporaciones gustan hacer negocios en la sombra desde hace bastante tiempo. “En muchas ocasiones los gobiernos no son conscientes del papel que juegan estas compañías. La ingeniería fiscal de estas empresas deja en preescolar a algunos bancos de Wall Street”, subraya.

El 1 de septiembre de 2023, el diario Expansión (también de España) dio cuenta de que las mayores gestoras de activos del mundo (unos 200 fondos de inversión) han acusado a Glencore ante el Tribunal Superior de Londres de mentir en sus folletos de emisión para encubrir actividades corruptas, y que ello podría tener “importantes repercusiones” para el sector de los recursos naturales.

Recuerda la misma publicación que en 2022 Glencore reconoció haber realizado sobornos y manipulado el mercado, declarándose culpable de una serie de cargos a cambio de pagar 1,000 millones de dólares en multas en los EE. UU., 280 millones de libras en el Reino Unido y 40 millones de dólares en Brasil.

El expediente Glencore tiene tal volumen que bien podría ocupar el estante de un kilómetro de extensión. ¿Acaso no hay un Ministerio de Energía y Minas, o los equipos de estudios financieros internacionales del MEF que podrían haber advertido a Boluarte de la mala foto que se tomaba con un cuestionado duende de la riqueza malhabida? ¿Acaso hace bien a la atracción de inversiones compartir asiento y sonrisas con el máximo representante de la sinvergüencería internacional?

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