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OPINIÓN/ Los «idus» de abril

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

Este 12 de abril próximo o un poco antes, Dina Boluarte Zegarra, futura ex Presidente de la República del Perú, deberá firmar la Convocatoria a las Elecciones Generales de 2026. Ese día será crucial para su destino inmediato.

Ella piensa que va a quedarse hasta el final de su período de gobierno pero tiene encima un montón de carpetas fiscales y un escándalo, llamado Qali Warma, que le podrían estallar en la cara en cualquier momento. Convocadas las elecciones, los congresistas estarán a salvo de cualquier disolución del Parlamento y, eventualmente, podrían decidir la vacancia presidencial. Así de clara es la cosa.

Conseguir 87 votos en el Congreso no es tarea fácil pero lo podría ser bajo circunstancias extremas. Vizcarra fue vacado con 105 votos y Castillo con 104, ante profundas impertinencias políticas rayanas en el delito.

Tengo la sospecha de que todo está listo para un aluvión de audios, fotografías y videos que intentará provocar la salida brusca de Dina y la insurgencia social contra el Congreso. Lo que pasa es que la progresía, que sería la que está armando este muñeco, no tiene ninguna capacidad de movilización efectiva por cuenta propia, además de que hoy es objeto de un merecido desprestigio por los entretelones del Caso Lava Jato, el sospechoso incremento patrimonial de sus “héroes” visibles y por el uso del Sistema de Justicia para perseguir a sus adversarios. A esto deberíamos sumar su vocación presupuestívora (tanto de la hacienda pública como de la cooperación internacional).

Veamos el estado de situación.

La violación de la regla

Después de haber incumplido la regla fiscal en 2023, el gobierno volvió a romperla en 2024, en porcentaje aún mayor. En palabras simples el gobierno gastó mucho más de lo que había establecido como límite permisible para el exceso del gasto público.

La regla fiscal expresa uno de los equilibrios macroeconómicos medulares en cualquier país y ésta se violó en el Perú por dos años consecutivos sin aparente penitencia. Esto por un lado y un probable escándalo en una inversión inmobiliaria en Ucayali, parecen explicar la salida del ministro José Arista y su reemplazo por su tocayo Salardi en el MEF.

Salardi viene precedido por una buena gestión en Proinversión y es el único cambio que genera alguna esperanza. Los otros dos son mocos por babas y la presidente de ánimo quirúrgico ni se entera.
Felizmente, la economía del país no ha sufrido ninguna herida mortal y, si bien hemos perdido el liderazgo en materia de control de la inflación en Sudamérica (en 2024, Ecuador tuvo un mejor resultado) ésta sigue en un dígito desde hace más de quince años y mantenemos una envidiable solidez monetaria.

De no haber caos internacional (Trump está un poco pasado de revoluciones) todo indica que 2025 será un buen año para el Perú. Un dato relevante es que en, apenas unas semanas de operación, el puerto de Chancay ha provocado el incremento del 20% en la actividad empresarial en la zona norte de Lima (https://portalportuario.cl/peru-puerto-de-chancay-aumenta-20-la-actividad-empresarial-en-zona-norte-de-lima/).

Parece que la teoría de las “cuerdas separadas” sigue funcionando en el Perú, aunque la data de ingresos familiares y la de morosidad bancaria no parece todavía mejorar demasiado. Y esto puede estallar en algún momento.

Volvamos a la política

Dina será un holograma a partir del 13 de abril de 2025. Su poder se irá diluyendo y quien sabe si extinguiendo aceleradamente.

Ya se perfila un grupo de candidatos en el partidor, pero el grupo de los que no saben por quién votar, o que no quieren votar por nadie de los que están en vitrina, es absolutamente más grande que el de aquellos que pueden anticipar su voto por alguien.

No por mucho madrugar amanece más temprano, reza un aforismo. Así que, como en varias ocasiones, el próximo presidente puede ser alguien que esté ahora fuera del radar.

Si bien es verdad el tema económico es prioritario para el país, hoy no es el principal. La población percibe que la seguridad ciudadana es, ahora, más importante. Primero porque la gran delincuencia está asociada a las economías criminales, cada vez más poderosas, y segundo porque afecta, sobre todo, al esfuerzo emprendedor formal.

El efecto obvio de esta situación es el desplazamiento del empleo, formal o informal, a la economía criminal, por su alta rentabilidad y porque, en amplios territorios, no queda otra opción.

La respuesta gubernamental es un desastre porque carece de estrategia. Su actuación es reactiva, no es preventiva, no es territorial, no es integradora sino sólo policial y no se basa en inteligencia (que sí existe).

Así las cosas, es imposible que Dina y su ministro del Interior ganen la guerra contra la delincuencia. Cada día que continúen será un paso más al abismo. Por supuesto, no se trata de cambiarlos por cambiarlos, se trata de reemplazarlos por personas que sí sepan qué hacer.

Por tanto estamos ante dos opciones: una es la vacancia presidencial luego de abril y lograr que un congresista decente y competente (¿hay? ) asuma la presidencia del Legislativo para reemplazar a Dina Boluarte y asegurar una transición ordenada y la otra es aguantar hasta las elecciones de 2026 con el riesgo de caer antes al precipicio.

A mí me queda claro que no podemos aventurarnos a convertirnos en un Estado Criminal, pero no estoy muy seguro de que ese peligro esté claro para la mayoría del país.

Las economías criminales ya nos pusieron un presidente (si es que no dos o tres) y ya hemos atisbado lo que eso nos puede deparar. El Congreso está lleno de embajadores de la minería ilegal de oro, del narcotráfico, de las extorsiones y de la trata de personas. Podemos distinguir con facilidad, igual, a varios partidos asociados directamente a la criminalidad y nos podemos dar cuenta a diario de la inserción social de las organizaciones delincuenciales y de sus métodos nefandos.

El nuevo/la nueva presidente del Perú deberá atender estas únicas dos cosas: crecimiento económico y paz social. Quien logre representar este two-pack gobernará el país. La transición hasta 2026 podrá ser mejor o peor, pero eso está en manos de este Congreso y nos sorprendería que hiciera algo bien. Ojalá, aunque sea únicamente por supervivencia.

Todo lo demás está subordinado a este breve paquete. A ver si alguien intenta en serio representarlo.
Traer oficialmente a Speed o darle las llaves de la ciudad es una necedad que no forma parte de este intento.

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