Son abundantes las horas, tinta y papeles destinados al análisis y debate de la corrupción, criminalidad, inseguridad ciudadana y otros desaguisados causantes del “estrés colectivo” que padecemos, a consecuencia de la añosa crisis política que se desliza por las pendientes de polarización y desprecio por la ética pública que exhiben, la representación política y los funcionarios de la burocracia de “confianza” del aparato del Estado enfermo y jaqueado por un desbarajuste institucional sin precedentes.
Lo triste es que nada se consigue. La pérdida de vergüenza de los señalados actores, hacen estériles los comentarios de opinólogos y reflexiones de personajes versados, por bien intencionadas que sean. Las consignas se imponen a la razón. Crece la incertidumbre. No hay lealtad con el país.
Pese a ese escenario, ojalá valga la pena insistir en la necesidad de compatibilizar y perfeccionar -queda un mes para lograrlo- el marco legal del sistema de partidos y de los procesos políticos; pues, sin duda, fue un craso error el disminuir la valla para la inscripción de partidos; así como despropósitos, considerar tres modalidades para elección de candidaturas; acicatear renuncias e inscripciones en los partidos; amparar hasta el 30% de invitados en listas partidarias; excluir a los partidos de responsabilidades respecto a la conducta de sus militantes en el ejercicio de la función pública e insistir con inducir al financiamiento privado, cuando existen justificadas dudas sobre la capacidad de fiscalización del origen de los dineros para el “apoyo”; etc.
La intentona de postergar a los partidos considerados tradicionales, disminuyendo la valla para inscribir “nuevos”, nos avizora un desmadre en las elecciones 2026, el elector tendrá que elegir –aproximadamente- entre 50 candidaturas presidenciales, 3,000 para senadores, 6,500 par diputados y 250 para parlamentarios andinos; algo, cuando menos, dificilísimo de hacer con convicción.
Considerar que se pueden “armar” listas de candidatos por tres modalidades:
1.-Primarias, abiertas, simultáneas obligatorias (PASO),
2.- Primarias, internas, simultaneas y obligatorias y
3.-Convenciones Electorales (por delegados); constituye preocupante manera de propiciar –continúe- la imposición de listas por los dueños de partidos y dirigencias autoritarias y mercantilistas; toda vez que, es obvio, preferirán la tercera opción, a pesar que las PISO (un militante un voto) son más democráticas, no debilitan la institucionalidad partidaria y hacen candidaturas con mayor legitimidad.
Acicatear y ampliar fechas para renuncias e inscripciones en los partidos con miras eminentemente electoreras, abona a perpetrar el transfuguismo.
Amparar hasta el 30% de invitados en las listas, debilita la presencia doctrinaria de los partidos y fortalece el mercantilismo de dirigencias, etc. Lo dicho, cita algunos ejemplos de los despropósitos que llaman “reformas”, siendo parches sin criterio de integridad y menos profundas.
En este contexto hay, sin duda, desconfianza y una perniciosa incertidumbre, expresada entre otras preocupantes evidencias, en una dolorosa realidad que, sin duda, nos desgarra. La emigración de cerca de un millón de compatriotas que se van para no volver, en busca de espacios seguros y con oportunidades de realización integral; siendo más dolorosa, porque la mayoría son jóvenes emprendedores y profesionales.
Sin embargo, la decisión de marcharse es sumamente justificada, ante el panorama de espanto que nos ofrece la realidad que vivimos, pese a que el Perú tiene riquezas, para poder construir un futuro distinto que, des ya, sugiere diseñar políticas que busquen su retorno.
Pero sucesos como las “caídas” de puentes y techos de centros comerciales, cruce de denuncias, acusaciones y vergonzosas peleas entre instituciones que deben trabajar coordinada y estrechamente, son solo ejemplos de la extensa gama de infelices y vergonzosos acontecimientos, condenables, que agravan la percepción de incertidumbre, inseguridad y, lamentablemente, presiona a la emigración de nuestro invalorable capital humano.