¿quién es responsable de la influencia de Cerrón en la política? Dina Boluarte, las bancadas de la centro derecha o las corrientes progresistas que buscan adelantar elecciones y controlar las instituciones sin formar partidos ni menos ganar elecciones
A propósito de las declaraciones del nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Elmer Schialer, señalando que la crisis en Venezuela debía ser resuelta por los propios venezolanos, se desataron todo tipo de análisis y especulaciones sobre la influencia de Vladimir Cerrón en el gobierno de Dina Boluarte. La salida de Javier González Olaechea de Torre Tagle y el nombramiento del nuevo Canciller se explicaría por esta influencia.
En este contexto, todos recordaron que, no obstante una sentencia en contra del Poder Judicial, Cerrón no es detenido por la policía nacional (PNP). Igualmente, así cómo se justifican las interrogantes sobre la influencia del perulibrista en el Ejecutivo también deberíamos preguntarnos por qué, por ejemplo, las fuerzas de la centro derecha aceptan que aiga erosionando la carrera pública magisterial –una de las principales banderas del gobierno de Perú Libre fue precisamente acabar con meritocracia en el magisterio–, no obstante que luego del golpe fallido de Pedro Castillo en el Perú hubo un parteaguas entre demócratas versus colectivistas y comunistas.
Es evidente que existe cierta influencia de Vladimir Cerrón en el Ejecutivo, pero no de la manera como propagandizan los propios perulibristas y los sectores progresistas y neocomunistas. Finalmente Cerrón es el ideólogo de Perú Libre, movimiento al que perteneció la presidente Boluarte. Allí podría estar la explicación de que no se produzca la detención del dirigente de Perú Libre. Sin embargo, Cerrón no tiene la menor influencia en el Ministerio de Economía, el Ministerio de Energía y otros sectores vinculados a la producción. La mayoría de las políticas públicas, incluso, la del sector Educación, están frontalmente en contra de los planteamientos de Perú Libre.
Cerrón tiene influencias en el poder, pero no muchas. No obstante, la pregunta acerca de por qué es posible especular sobre las influencias de Cerrón en el Ejecutivo y las tolerancias de la centro derecha con el recio dirigente comunista son válidas.
¿Cómo explicar este sinsentido luego del golpe fallido de Castillo y la derrota general del proyecto bolivariano en el Perú? Cuando se triunfó sobre el golpe del eje bolivariano y se instaló la precaria estabilidad hacia el 2026, en vez de construirse una convergencia nacional en la afirmación de la institucionalidad, el progresismo nacional volvió a la carga buscando recuperar el poder, honrando el aserto leninista acerca de que salvo el poder todo es ilusión. Se propuso adelantar las elecciones en base a las encuestas de la semana y se convocó a las masas a derrocar el gobierno de Boluarte sin mayores resultados.
Por otro lado, en el Congreso, las fuerzas de la centro derecha empezaron a desarrollar una serie de reformas constitucionales, legales y procesales para desmontar la llamada “república progresista”, que desencadenó una de las judicializaciones políticas más brutales de América Latina, que enfrentó a los peruanos en una virtual guerra civil sin balas y, finalmente, terminó encumbrando al poder a Castillo, el peor candidato de la historia nacional.
Las fuerzas de la centro derecha para desarrollar esta estrategia, en medio de la espantosa fragmentación de las bancadas, debieron formar una mayoría no solo para desarrollar las reformas anti progresistas, sino también para otorgarle cierta estabilidad al Ejecutivo. Cerrón, como marxista ortodoxo (recordemos la alianza entre Stalin y Churchill), aceptó el nuevo escenario y llevó a las izquierdas, excepto a las progresistas, a esa extraña alianza que ha posibilitado, por ejemplo, elegir al al nuevo Tribunal Constitucional y reducir al progresismo a su mínima expresión.
Bajo este análisis, ¿quién es responsable de la influencia de Cerrón en la política? Dina Boluarte, las bancadas de la centro derecha o las corrientes progresistas que buscan adelantar elecciones y controlar las instituciones sin formar partidos ni menos ganar elecciones. Si el progresismo entendiera que la política no solo es la captura del poder por el poder –se aliaron sin náuseas con Castillo en la segunda vuelta pasada– hoy el Perú desarrollaría una convergencia política interesante para desarrollar reformas dialogadas entre demócratas y no estaríamos en esta guerra absurda en que algunos toleran al cerronismo.