BORREL Y SUS CUENTOS CHINOS SOBRE PERÚ
Escribe: Ricardo Sánchez Serra
“Hay que reflexionar si es conveniente nombrar a un canciller político en estos momentos, lo más pronto posible, para salir del aislamiento y del cargamontón ideológico”
No hay que hacerle caso al vocero de la Unión Europea, Josep Borrell -ni a lo que vaya a decir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la próxima semana-, es parte de la conspiración roja contra el Perú y peor que Petro, se entromete en asuntos internos del Perú.
La ideología destroza al derecho internacional y la política exterior, mata la razón, hace enemigos, y atenta contra la democracia.
No ven que el expresidente Pedro Castillo realizó un golpe de estado y está preso por ello, por eso no perdonan que hayan destituido constitucionalmente a un golpista y más aún comunista.
Por eso que se vayan al carajo López Obrador, Petro, Borrell -y su representante en el Perú, Gaspar Frontini, que tuvo responsabilidad en ese discurso de marras y a quien Cancillería debe llamar y presentarle una nota verbal de protesta-, por intromisión en los asuntos internos.
Hay que tener en cuenta que no se le está llamando la atención a los países europeos -que cada uno tiene su visión sobre el Perú-, sino al mequetrefe de Borrell, cuya ideología ciega la lógica y pretende llevar a la UE al error y a la desinformación. Borrell debería preocuparse por su región, por ejemplo, de las manifestaciones en Francia, actos vandálicos y violencia de la policía y no ha dicho nada. Doble rasero.
Como dicen los españoles “habla Borrell y sube el pan”
Borrell señala que lo que sucede en el Perú es “extraordinariamente importante y grave…” y que existe “una grave crisis estructural de gobernabilidad”. Y hasta habla de adelanto de elecciones y que el Congreso no quiere cerrarse. Su informa está desfasado en el tiempo. Simplemente Borrell está en la luna y le han contado cuentos chinos. Esa no es la realidad actual.
Está claro que el Perú tiene mala prensa en el exterior y aquí, reitero hay responsabilidad de la Cancillería, que no nombró comisiones especiales con personalidades peruanas para explicar la situación peruana y la sucesión constitucional de la presidente Boluarte.
Recordemos también la desazón mostrada por el vicecanciller Higueras en un memorando interno a las Embajadas peruanas por la negligencia de gran parte de los diplomáticos de cumplir con su misión de informar con veracidad la realidad. Creemos que algunos embajadores peruanos, por su tinte ideológico no ayudan a que se cuente la verdad.
La diplomacia de Torre Tagle tiene sus límites y lo demostró con Embajadas silentes que no llevaron el verdadero mensaje del Perú. Para ello se requieren de embajadores políticos que conozcan el mundo político internacional, hablen en otras lenguas y puedan tender puentes. Esos perfiles los tenemos y es el momento de llamarlos.
Los cancilleres de Castillo -con la excepción de Rodríguez Mackay- y su Rasputín, destrozaron la política exterior peruana, además de alejar a países amigos. Nos aislamos, pretendimos aliarnos a los países de la misma línea ideológica y que hoy desconocen o critican a Boluarte.
La canciller Gervasi no ha corregido todos los errores. Sí tenemos que elogiar su tatequieto a Petro y a López Obrador, pero no ha recompuesto las relaciones con países amigos (en particular Marruecos). Sin duda la visita del vicecanciller a Asia y a Australia es muy positiva.
Además, falta, por ejemplo, que se reabra la Embajada en Azerbaiyán -potencia del Cáucaso- y que se abra una Embajada en Emiratos Árabes Unidos, el primer inversionista árabe y el octavo mundial en el Perú. Tenemos una Embajada en Kuwait, que no criticaré, pero que en EAU es más necesaria.
Hay que estrechar más las relaciones con Brasil -ojalá se hayan producido encuentros reservados-. Lula es gravitante no solamente en Latinoamérica, sino en el mundo. Acercarnos más a EE. UU. y olvidarnos de la Unasur.
Hay que reflexionar si es conveniente nombrar a un canciller político en estos momentos, lo más pronto posible, para salir del aislamiento y del cargamontón ideológico, que vaya al Departamento de Estado, a los países europeos, al mundo árabe, a las naciones africanas y asiáticas, y forjar alianzas.