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C’est fini

Escribe:  Elmer Barrio de Mendoza

 

 

La “reforma política” es una desgracia. Nos ha conducido a más de treinta potenciales candidaturas, a descentralizar masivamente la corrupción y a profundizar la balcanización de la representación política del país.

 

El fujimorismo está agonizando junto con su fundador. Alberto Fujimori está viviendo la etapa final de su vida con una lesión repentina de la que no va a salir. El deterioro que provoca una fractura de la cadera o cuadro afín, en un anciano de 87 años, arrastra consigo una serie de consecuencias inevitables que culminan con la muerte. Sin duda habrá unos pocos años entre un episodio y otro. No soy médico pero a mi edad he visto esta película más de diez veces. Supongo que no soy el único que lo sabe.

La heredera política de Fujimori lleva el mismo apellido y carga con la pesada mochila de haber perdido ya tres veces las elecciones presidenciales. No recibe el legado de los éxitos de que se ufana el padre y, por tanto, quedará huérfana de todo.

Que el fujimorismo lance un candidato distinto, desde ahora, sería sabio pero el antecedente de Martha Chávez no ayuda a encontrar voluntarios. Más sabio será entonces que Fuerza Popular respalde, mediante alianza, a otro candidato presidencial. Ahora bien, en este escenario, este otro candidato tendrá que evaluar si el fujimorismo le suma o no.

Todo apunta en consecuencia a que Fuerza Popular vaya por su cuenta, con Keiko de candidata, o que sólo lance listas parlamentarias y apoye, sin condiciones, a un postulante externo.

Creo que el campo de acción del fujimorismo se estrecha gravemente.

¿Y Dina?

Lo otro es que Dina Boluarte insiste en llegar a 2026 y el fujimorismo se ha hipotecado a ello.

Quizá el Congreso decida sostenerla. Eso se verá muy pronto, el 26 de julio cuando haya un nuevo presidente de la asamblea legislativa. Esa elección marcará el destino de la actual presidente por accidente. Ni Los Simpson podrán salvarla en caso el nuevo presidente del Congreso tenga, de verdad, perfil presidencial.

También en julio sabremos qué fuerzas políticas estarán en el partidor en las próximas elecciones.

La “reforma política”

Yo no sé si cuando la progresía defiende su reforma política y judicial se da cuenta de que Vizcarra la utilizó como quiso… ¡y la sigue utilizando como quiere!

Dejemos la reforma del sistema de justicia para otra ocasión. La “reforma política” es una desgracia. Nos ha conducido a más de treinta potenciales candidaturas, a descentralizar masivamente la corrupción y a profundizar la balcanización de la representación política del país. Sin embargo, hay quienes la siguen defendiendo para regocijo de alias Lagarto.

La ausencia de Fujimori (quizá de ambos Fujimoris), la insurgencia de líderes de todo tipo y procedencia, la desconexión de la sociedad con la política, no auguran nada bueno a corto plazo.

No obstante, quizá sea verdad que ¡Dios es peruano! Tal vez, en medio del desmoronamiento, aparezca un par de dirigentes sensatos que comprenda que hay que sostener el modelo económico actual con ajustes orientados específicamente a cerrar las brechas de pobreza, de seguridad alimentaria y de acceso a servicios básicos de calidad (salud, educación, agua y desagüe, electrificación y comunicación).

La diferencia política debería restringirse a los respectivos énfasis. Así agregaremos estabilidad al crecimiento y evitaremos los bandazos ideológicos que sirven de poco y nada.

No tenemos mucho tiempo para entender la importancia del equilibrio, ahora que la circunstancia parece abrirnos una gigantesca oportunidad de desarrollo económico, de empleo decente y de agregación de valor a nuestra producción tradicional, a partir de nuestras ventajas geográficas para ser protagonistas exitosos del mayor escenario del comercio mundial.

C’est fini?

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