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DE CASCOS LIGEROS

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

Dicho de una persona de carácter inmaduro, que actúa sin reflexión, eso es lo que significa que alguien es de cascos ligeros. Por supuesto estamos prescindiendo de la acepción vinculada a la conducta sexual liviana de alguien.

De esto último no tengo idea (y renuncio siquiera a imaginármelo) porque obviamente me estoy refiriendo a la señora Presidente de la República y a sus cambios periódicos de humor.

También a los bandazos que son parte de su estilo y de su incapacidad absoluta (real, moral y competencial) para gobernar el país.

Llegó porque le tocaba

Semanas antes de asumir el gobierno, Dina Boluarte se salvó de una acusación constitucional, gracias a la parsimonia y lenidad del  congresista Edgar Reymundo, por haber infringido al artículo 126° de la Constitución, que entre otras cosas prohíbe a los ministros ejercer representación de asociaciones privadas.

La entonces ministra de Desarrollo e Inclusión Social (y vicepresidente de Pedro Castillo) había ejercido la presidencia del Club Apurímac mientras conducía el MIDIS y había hecho gestiones activas, en el mismo período, en nombre del Club Departamental.

Cuando su líder anunció un golpe de estado fallido el 7 de diciembre de 2022, a Dina Boluarte le correspondía asumir la presidencia, justamente porque no había sido objeto de sanción constitucional.

Entre fines de diciembre de 2022 y principios de marzo de 2023, algunos sectores políticamente activos (acompañados de mineros ilegales y operadores del narcotráfico) alineados con el defenestrado Castillo intentaron restaurar al ex presidente, disolver el Congreso, forzar una Asamblea Constituyente y convertir al país en tierra de nadie. El conato fracasó.

La asonada incluyó intentos de toma de aeropuertos, captura de comisarías y otros escenarios de actividad pública, bloqueos de carreteras, ataques a la fuerzas del orden, afectación de plantas industriales privadas y sembríos de agroexportación.

La respuesta del Estado fue lenta y no siempre pertinente, incluyendo casos de uso ilegal y sancionable de las armas de reglamento.

El saldo lamentable y documentado fue 49 muertes, no todas imputables a las fuerzas armadas y policiales.

Hay casos flagrantes que todos los peruanos vimos por televisión como el de la muerte del ciudadano Víctor Santisteban a quien dos policías dispararon bombas lacrimógenas directamente al cuerpo. Y hay otros casos en que la investigación deberá determinar si hubo o no uso ilegal de las armas de reglamento. Igual debe suceder con las muertes provocadas por los sublevados.

Y también si esas muertes fueron resultado de algún nivel de decisión en la cadena de mando, que por supuesto puede alcanzar a los ministros de Defensa y del Interior involucrados y también a la Presidente de la República. Pero eso es algo aún por demostrar y así debemos tratarlo.

Las alianzas contranatura

En algún momento pareció que el adelanto de elecciones era la salida más adecuada para sanear el ambiente político enrarecido. Dina Boluarte se manifestó casi siempre por quedarse hasta 2026 y no propuso ningún adelanto salvo cuando quedó claro que los aparentes partidarios en el Congreso de este adelanto no se iban a poner de acuerdo en ninguna fecha y que la mayoría lo que en verdad quería era mantenerse hasta 2026. De este modo, Ejecutivo y Legislativo alcanzaron un acuerdo tácito: nos quedamos hasta el último día, hasta el último sol y hasta el último negocio posible.

Como buena sucesora de Castillo, Boluarte nombró ministros y gabinetes cuya principal característica era la docilidad. Pero todo tiene su límite y el cántaro, de tanto ir al pozo, termina rompiéndose.

Unos pocos ministros lúcidos entraron y salieron apenas sacaron la testa. Para Dina, la brillantez (esa gran desconocida en su acervo personal) siempre fue una amenaza. El sapo gordo y feo miraba volar destellante a la luciérnaga en el pantano. De pronto sacó la lengua y la azotó con ella. La luciérnaga cayó agonizante al piso y aún brillando le preguntó: ¿Por qué me matas? Y el sapo, todavía molesto, respondió: ¡Por qué brillas!

Algo (o bastante) de eso hay en Dina Boluarte. Cualquier ministro/a que destacara un poco más de la cuenta, era despedido.

El Congreso, temeroso de la disolución, siempre eludió censurar gabinetes paupérrimos e incluso hacerlo con ministros específicos. La cobardía sólo le pasará el 28 de julio de 2025 o poco antes. En el último año el Congreso no puede ser disuelto.

Mientras tanto, a negociar se ha dicho. Negociar en el Congreso siempre será una conducta típica y positiva, pero deja de serlo cuando lo esencial es la búsqueda de prebendas.

En fin, historia conocida.

De pronto, un señor

Javier González-Olaechea Franco fue designado Ministro de Relaciones Exteriores el 7 de noviembre de 2023. El Canciller era al menos el tuerto en tierra de ciegos. El mejor ministro del oscuro gabinete Adrianzén. Probablemente así hubiera seguido siendo, salvo por el descarado fraude en las elecciones venezolanas del 28 de julio de 2024.

González-Olaechea tomó el estandarte de la denuncia panamericana contra Maduro, Cabello y su banda y le fue bien y mal, pero su imagen descolló muy por encima del resto del gobierno. Parecía insólito que González-Olaechea hablara en nombre de Dina Boluarte, la cerronista-castillista de hace poco. Efectivamente no sólo parecía, era insólito y finalmente la presidente sacó las garras y le cortó la cabeza al ex Canciller.

¿Por qué no lo hizo antes? Porque González-Olaechea se había anotado otro poroto: el viaje a China de la presidente fue un rotundo éxito, como ninguno otro de sus viajes, y el propio Xi Jinping vendrá al Perú a consolidar una importantísima alianza estratégica. Ahora que ya se ha confirmado todo, había llegado la hora de ajustar cuentas con la luz que ponía en evidencia su propia fealdad.

Y entonces tenemos nuevo Canciller que dice que los problemas de Venezuela deben resolverlos los venezolanos, cual si fuera el tercero de una troika con Maduro y Cabello.

Meter la pata es grave cuando no se sabe cómo salir del hueco. El propio primer ministro Adrianzén ahora dice que el Perú no reconoce a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela, contradiciendo todo lo pregonado por el ex Canciller respaldado por el silencio inequívoco de la Presidente.

Probablemente sea Vladimir Cerrón, desde la clandestinidad, quien haya provocado este giro, con la información de que dispone de extensos años de colaboración y probable complicidad con la ex funcionaria de RENIEC.

¿Y ahora?

Ahora le enmendarán la plana a Rómulo Mucho en Petro Perú y no pasará nada. Mucho se irá o no se irá, pero de él quedará Poco.

Luego todo será Chancay y China, gran oportunidad para el país sin duda. Pero también gran oportunidad para quienes controlen los negocios derivados, menos visibles. Y no estamos hablando de sencillo. El aliado invariable será Acuña, que ha hecho de la carroña un arte.

El tema Venezuela seguirá en agenda y establecerá una fractura con Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y Honor y Democracia. Podemos siempre puede… pasar por el aro. Somos Perú también. Tendremos que ver en acción a la llamada izquierda para ver si se abren las puertas de una vacancia.

¿Y nosotros, los peruanos? Ojalá que podamos construir una opción decente sin dejarnos llevar de las narices por “los abajo firmantes”.

P.S. ¿Qué habrá querido decir el nuevo Canciller cuando afirmó, una y dos veces, que en el gobierno no había habido “cambio de giro” frente a la situación en Venezuela? Exijo una explicación.

 

 

One thought on “DE CASCOS LIGEROS

  • Rossana Barbieri

    Estamos asfixiados con tantos cascos ligeros!
    Es muy didáctico el paso a paso de tu artículo para no quedarnos solo en el oscuro hoy.

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