Todo en la vida es una elección, incluso la misma manera en la que queremos experimentar nuestra existencia está relacionada con una decisión; muchas veces no hacemos consciente este hecho y simplemente vivimos desde el instinto o desde la mente; sin embargo, en el momento en que si hacemos consciente nuestra existencia e introducimos el componente espiritual en la vida, en ese preciso instante habremos optado sabia, intuitivamente y acertadamente vivir desde el ser.
El camino del despertar espiritual comienza cuando nuestra vida trasciende los aspectos biológicos, físicos, mentales, emocionales, temporales y circunstanciales para integrarse con el componente más importante y permanente, el elemento espiritual.
El factor espiritual no es independiente ni exclusivo sino integrador e inclusivo; entonces pasamos de simplemente hacer a verdaderamente ser.
Vivir desde el ser no implica negar la existencia del ego; ya hemos mencionado que el ego se expresa a través de la personalidad que juntamente con la función cerebral son mecanismos de adaptación social que facilitan nuestra existencia y sobrevivencia y forman parte de nuestro proceso evolutivo; lo que creemos y afirmamos es que debemos canalizar los ímpetus del ego circunstancial y procesarlos desde la consciencia infinita, porque esa calibración y complemento es el que nos permitirá experimentar todo el verdadero potencial humano que poseemos.
El camino del despertar espiritual comienza con la misma concepción y percepción que tenemos de nosotros mismos (Autoconocimiento), en este caso resulta fundamental evaluar nuestro sistema de creencias porque al final nos convertimos en lo que pensamos; si yo creo que el ser humano es simplemente materia física degradable y que la vida cumple únicamente el ciclo biológico natural de nacer, crecer, reproducirnos y morir, refuerzo y cierro mi mente con esa única creencia; entonces, jamás podré experimentar las manifestaciones del espíritu de manera espontánea ni aceptaré que somos seres eternos.
No fuimos creados seres perfectos; pero sí libres, tan libres que podemos ejercer esa libertad a través de los pensamientos e ideas que albergamos, si tenemos la oportunidad de trascender a través de nuestras ideas y concepciones, porque no abrir la mente y considerar por ejemplo que somos energía pura en transformación, que ocupamos un cuerpo físico transitorio, que estamos dotados de inteligencias múltiples y que sin descalificar la importancia de la racionalidad y el poder de la mente –puesto que el espíritu no juzga– también poseemos un componente espiritual real e invisible que determina nuestro grado de consciencia.
Si bien la descrita también es una creencia, su amplitud y trascendencia nos induce a contemplar una vida mucho más íntegra y plena que, al fin y al cabo, es lo que la mayoría de seres humanos buscamos cuando meditamos sobre cuestiones existenciales como el propósito de la vida y nuestro destino; ambos temas, serán dilucidados a través de nuestras propias percepciones, concepciones y convicciones.
Cuando decidimos vivir desde el ser y aceptamos que poseemos un componente espiritual único e irreproducible, podemos comenzar a trabajar en nosotros mismos para activar nuevos estados de consciencia; en este sentido, es fundamental considerar la importancia que tiene la mente a través de la función consciente pero también del inconsciente que es la mente que no para, la que tienen registrada toda nuestra carga genética y atávica; la que posee los registros ancestrales; los códigos de nuestra existencia; somos capaces de moldear nuestra mente consciente y también hacer que nuestro inconsciente se reprograme para que se sincronice con nuestras intenciones, deseos y aspiraciones.
Se creía que la ciencia y la espiritualidad estaban divorciadas pero hoy en día a través de los avances en la física cuántica que profundiza los hallazgos en las sustancias subatómicas se ha determinado que hay un componente común en todo lo creado y el universo mismo es la energía que se encuentra en el vacío o en lo que en el cosmos se conoce como agujeros negros. Todo es energía visible e invisible, creada o no creada, manifestada o no manifestada, material o espiritual.
Si la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma y si el ser humano es en esencia energía en evolución; entonces estamos destinados a ser eternos e inmortales; así concebida la vida, podemos comenzar a dar respuesta a los grandes dilemas de la humanidad como la aspiración de la juventud eterna, la búsqueda de la felicidad o el propósito de la existencia; ensayando algunas respuestas desde un punto de vista espiritual podemos afirmar que somos eternos, merecedores de una juventud espiritual permanente; que la felicidad no se persigue está dentro de nosotros solo hay que activarla porque felicidad es equilibrio, bienestar, plenitud, paz interior, un estado de conciencia y finalmente que el propósito de la existencia está en encontrar la iluminación, la conexión e integración armoniosa y plena de la conciencia y la subconsciencia humana con la supra consciencia divina.