EL PERÚ RESISTE, A PESAR DE TODO
Cualquier observador extranjero debe quedarse pasmado sobre cómo el Estado de derecho en el Perú, a pesar de todos los problemas, se mantiene. Se pueden levantar todo tipo de críticas sobre la institucionalidad en general; sin embargo, las instituciones en el Perú logran controlar los excesos de poder.
Se mantienen la institucionalidad democrática y el modelo económico
La vigencia del Estado de derecho es posible no obstante que el país desarrolla una de las crisis políticas más autodestructivas del continente, y no obstante también la fragmentación de la política y la crisis de los partidos. No es exagerado sostener que las instituciones en el Perú sobreviven a pesar de la política.
Algo parecido puede decirse del modelo económico. La economía sigue siendo la columna sobre la que descansa el país, a pesar del fracaso general de la política y el espacio público. El gobierno de Pedro Castillo que promovió la constituyente y la nacionalización de los recursos naturales, el golpe fallido del exmandatario y la inestabilidad que se desencadenó frenaron todas las nuevas inversiones, lanzando el Perú a la recesión. Sin embargo los enemigos de la libertad no pudieron cambiar el modelo económico. A pesar de las tendencias recesivas y del incumplimiento de las metas de reducción del déficit fiscal (2.8% del PBI en vez del 2.4% proyectado) el modelo sigue vigente, pendiente de reformas que lo relancen.
Semejantes noticias generan espacio para el optimismo. ¿De dónde proviene la resiliencia de la sociedad peruana? Si la política, los partidos y los poderes públicos convocan desaprobaciones abrumadoras, ¿cómo así se preservan el Estado de derecho y el modelo de economía de mercado? La única respuesta está en la propia economía, en el crecimiento y el proceso de reducción de pobreza de las últimas décadas.
Sin la economía y el crecimiento, la llegada al poder del eje bolivariano en el Perú podría haber desencadenado la llamada refundación del país a través de una constituyente, tal como ha sucedido en Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Sin embargo, cuando Castillo llegó al poder la pobreza en el Perú se había reducido al 20% de la población, un hecho histórico, único en toda nuestra historia republicana. Desde la independencia nacional la pobreza y la exclusión siempre representaron más de dos tercios del país.
Si Pedro Castillo y Perú Libre hubiesen llegado al poder con 80% de pobreza en la sociedad es incuestionable que se habría instalado un proyecto dictatorial de varias décadas. Las posibilidades de expropiar el raquítico sector privado –una de las características de las sociedades con mayoría de pobres– y nacionalizar algunos sectores habrían sido infinitas, con el claro objeto de generar una aprobación popular circunstancial que encumbre un régimen autoritario.