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EL PODER DE LA PALABRA

Gustavo Blanco Ocharan


gblancociticars@gmail.com

“En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios…” (Juan 1:1)
No siempre somos conscientes del poder de la palabra; considerando que en esencia, somos energía pura en evolución, cada una de las frecuencias energéticas con las que actuamos adquieren una relevancia extraordinaria en nuestra vida.
La spiritualidad aspira al despertar de la consciencia, el activar la consciencia nos inicia en el camino del crecimiento superior, momento preciso en el que nos damos cuenta; de manera más intuitiva que lógica, del fabuloso potencial divino que poseemos que de alguna manera compartimos con el universo, la naturaleza y en general con toda la creación.
No somos necesariamente dioses en potencia pero si formamos parte indesligable del Orden Universal de toda la creación; somos un complejo todo integrado e interdependiente entre el cuerpo físico y todos sus sistemas vitales, la mente inteligente y el aporte de la racionalidad, las emociones y sensaciones que se expanden para fusionarse conjuntamente dentro de un Todo espiritual; somos ese microcosmos personal que comparte el mismo orden del macrocosmos universal donde todo se manifiesta en función de energía, frecuencia y vibración. As se reafirma el principio espiritual de correspondencia “como es afuera es adentro”.
Como ejemplo gráfico podemos afirmar que el Sol cumple un ciclo de 72 vibraciones cada 20 minutos al igual que el corazón del ser humano late 72 pulsaciones por minuto, igualmente se ha establecido que Dios tiene 72 nombres, evidenciando lo que Carl Jung calificaría como una sincronicidad en el origen de la existencia.
Toda energía puede ser de baja o de alta frecuencia y puede bien representarse como la noche y el día, la luna y el sol, la sombra y las luces que alumbran u opacan la existencia del ser humano; quien al final siempre tendrá el libre albedrío de la elección y es en este último punto donde adquieren mayor relevancia la actitud.
Una actitud y visión positiva de la vida nos permite experimentar todo lo que nos sucede como un verdadero ejercicio de aprendizaje; espiritualmente no tiene cabida ningún juicio de valor, es decir, las experiencias no se juzgan como buenas o malas sino únicamente como lecciones, oportunidades para aprender, pruebas para manifestar nuestro temple espiritual. Para la consciencia superior no existen ofensas ni agravios, todos ya han sido perdonados; no hay cabida para la victimización, el resentimiento ni el rencor, energías de baja frecuencia que únicamente nos quitan luz.
Muchas veces se considera erróneamente que el ser espiritual está alejado del mundo real;  sin embargo, es todo lo contrario, el camino espiritual nos permite hacer consciente la realidad, para transformarla hacia estados superiores de convivencia, este último bien puede ser el simple propósito de toda la existencia terrenal.
En el caso de la espiritualidad y el despertar de la consciencia, al igual que todo cambio que aspire a transformar, debe comenzar por el cambio propio, la transformación personal, modificar o afectar el radio de acción que está a nuestro alcance; por eso afirmamos categóricamente que el mundo espiritual es más real de lo que imaginamos y su impacto tangible se manifiesta cada instante en la manera como interpretamos la realidad y afectamos nuestro destino y el de la humanidad.
Si está en nuestras manos hacer real las manifestaciones de la consciencia, podemos comenzar por moldear y activar el poder de la palabra; reconocer que bien decir deriva en bendecir; que nuestro verbo sea tan positivo como sincero afianzando el poder de la intención, resaltar únicamente las cualidades del prójimo, reforzar las buenas acciones, decretar todo lo mejor en salud, conocimiento, bienestar, abundancia tanto para nosotros, nuestros seres queridos y el prójimo.
El incipiente mundo cuántico no hace más que demostrar que el tiempo y el espacio se pueden separar, originando lo que se conoce como “estados de vacío absoluto”; es en ese micro espacio donde operan las manifestaciones sobrenaturales que denominamos milagros, la curación de un enfermo con cáncer terminal desahuciado, salir ileso de un derrumbe o un fuerte accidente de tránsito, salvar la vida en un accidente aéreo o simplemente regresar a casa cada día librado de todo peligro son ejemplos donde la oración por ejemplo, inspirada en la fe profunda reafirma el poder de la palabra.
Podemos usar nuestra lengua para bendecir o maldecir, para agradecer por todo o quejarnos de nada; insultar y descalificar o alabar y edificar; para perdonar o recordar agravios; para felicitar o ignorar y si bien el silencio siempre es un recurso sabio,  manifestar activa el poder de la energía porque es como vibramos, como generamos sonidos, como armonizamos frecuencias, por eso es tan importante tanto lo que emitimos con nuestra voz como lo que escuchamos sean dichos, mensajes, canciones, melodías o alabanzas.
La espiritualidad práctica nos invita hacer consciente el poder de la palabra que está en nuestras manos y poder potenciarlo y expandirlo en aras que la humanidad toda en mayor número evolucione en su ascensión espiritual conducente a construir un mundo mejor, un universo renovado que dependerá de la forma y manera como vibra cada unidad.
Yo te agradezco y te bendigo, decreto y manifiesto que eres un ser humano único y especial merecedor de todo afecto, cariño, amor, salud, plenitud y abundancia por el poder del Verbo así es y así será.
California setiembre 18, 2022.
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