El ser humano es sumamente complejo y no deja de ir descubriendo a medida que evoluciona su enorme potencial; tradicionalmente, se concebía al hombre como una mamífero, bípedo, un homínido que fue desarrollando un nivel de inteligencia superior que lo transformó de Homo erectus a Homo sapiens.
Es asombrosa la compleja composición biológica del ser humano y nos sigue maravillando el funcionamiento de las múltiples inteligencias con las que interactúa, todas relacionadas de alguna manera y producto de sofisticados sistemas vitales que lindan con la perfección, siendo el sistema neurológico y específicamente el cerebro el que destaca por su complejidad.
El Homo sapiens conquistador del mundo físico, destinado a prevalecer en la tierra y poseedor de una gran capacidad creativa, no logra explicar completamente, después de 7 millones de años de evolución su componente esencial de origen, la inspiración de vida que surge con la consciencia, el factor invisible pero real que se hace presente a través de la espiritualidad.
Es en el siglo XXI donde ha comenzado la cuarta gran ola de transformación de la humanidad con el despertar espiritual, el despertar de la consciencia o la revolución invisible la que nos invita a reflexionar ineludiblemente sobre el potencial espiritual que posee el ser humano y descubrir la semilla de origen, el ser esencial, la chispa divina que habita en el interior.
En el mundo del conocimiento, donde la información abunda es necesario alimentar la sabiduría para no dejarnos avasallar por la inteligencia artificial cuyo avance exponencial nos sorprende cada vez más y nos desubica en un entorno de constante cambio, en el que abrigamos la esperanza que únicamente la consciencia del ser, sea la llamada a modular lo que calificamos como “los ímpetus desmedidos de la tecnología”; pero qué sucedería si la inteligencia artificial crea su propia consciencia y comienza a interactuar considerando ese factor como un algoritmo más que se procesa en tiempo real alimentado por los valores, las creencias, la actitud, la conducta, el comportamiento, la cultura, la tradición de miles de millones de experiencias registradas en las computadoras a través del tiempo; sería como la casi “humanización de la máquina” o quizás la completa “mecanización de la humanidad”.
Si bien un artificio tecnológico puede reproducir y generar inteligencia artificial que sobrepasa la capacidad de respuesta promedio de un ser humano; la parte afectiva y específicamente las manifestaciones de amor, compasión, solidaridad, ternura y afecto pueden ser simuladas por una máquina pero jamás serán originales ni auténticas y esa frecuencia de vibración exclusivamente humana probablemente sea la que nos proteja de la realidad virtual para valorar más las interacciones reales espontáneas que nos muestran más humanos que robóticos.
Somos energía en expansión buscando conquistar nuevos estados de consciencia, nos corresponde elegir nuestro propio camino y transitar en él, meditando, reflexionando, afirmando y confirmando que los principios universales son eternos y nuestro potencial espiritual también lo es.
Como decía Nicola Tesla si quieres comprender el Universo debes pensar en términos de energía, frecuencia y vibración; del mismo modo, para descubrir, conquistar y comprender el universo interior debemos hacerlo utilizando los mismos parámetros recomendados de energía, frecuencia y vibración; porque tanto el mundo externo (macrocosmos) como el mundo interno (microcosmos) están conectados y sincronizados compartiendo el mismo espíritu, la misma consciencia, la misma súper inteligencia que todo lo crea, todo lo transforma y todo lo puede.
Hoy en día la física cuántica nos aproxima a superar los límites de la materia y comprender que nuestra existencia tiene infinitud de posibilidades, que existe un comportamiento diferenciado por la presencia del observador, que nos vuelve creadores de la realidad y autores de la experiencia, amplificando la capacidad y trascendencia de la vida que supera los límites de la materia para confundirse con la energía eterna del Universo,
Somos verdaderos dioses en preparación y en potencia; hoy en día somos testigos de la transición y transformación del hombre sabio al hombre dios que como fue en un principio creó el ingrediente perfecto e irreproducible de la vida humana, el Amor en su más amplia y pura expresión Dios.