Si realmente queremos conjurar la crisis política de este quinquenio las fuerzas democráticas deben consensuar el adelanto de elecciones por encima de intereses individuales y de grupos.
Celebramos que las instituciones de la democracia y de la justicia funcionaron para responder a la crisis coyuntural generada por el autogolpe de Pedro Castillo. Pero la crisis de fondo subsiste. El gobernante quiso asegurar su blindaje e impedir una vacancia anunciada por sus delitos de corrupción que en severo desembalse se precisaron en las últimas horas. Anunció el cierre del Congreso y la intervención en los órganos de la justicia y de la constitucionalidad que lo amenazaban junto a su familia y sus cómplices. Pero fueron esas mismas instituciones las que expresaron su firme rechazo con el decisivo respaldo de las Fuerzas Armadas que dieron el aval supremo al orden constitucional y jurídico.
Tenemos un nuevo gobierno, pero no una solución de fondo. Nos toca apelar al binomio justicia y democracia a fin de descartar la continuidad de gobiernos con denuncias fiscales y exigir penalmente cuentas a quienes nos llevaron a esta crisis sostenida debido a la corrupción y al uso de los recursos del Estado, dilapidados sin atender los objetivos supremos del país. Y eso solo sucederá si en este tiempo se cumplen con los procesos judiciales y se realizan las reformas políticas que devuelvan el equilibrio de poderes. Son urgentes la bicameralidad, la reelección congresal y un mejor sistema electoral, que deben aprobarse antes de las elecciones generales exigidas por más del 90% de peruanos.
Un verdadero nuevo comienzo solo se dará con políticos que lleguen al poder sin lazos con las corruptelas, con la ética y la política de la mano. Alfonso Barrantes decía que la verdadera revolución en el Perú será la de la honestidad. Si realmente queremos conjurar la crisis política de este quinquenio las fuerzas democráticas deben consensuar el adelanto de elecciones por encima de intereses individuales y de grupos.
