La impotencia de la diplomacia internacional para solucionar efectivamente la pesadilla venezolana y regional, hace que muchos vean como única salida una indesmayable presión ciudadana (…) que obligue a militares venezolanos valientes para que patrióticamente arrojen a esa mafia que tiene sometido al país llanero hace cerca de un cuarto de siglo
El régimen tiránico del dictador Nicolás Maduro en Venezuela ha decidido aferrarse al poder acudiendo a una desesperada y violenta reacción contra el pueblo venezolano. No cabe duda que tal conducta obedece a las nulas posibilidades de mantenerse en el poder por más tiempo sin el uso de la fuerza bruta luego de unas elecciones absolutamente fraudulentas y ante la firme reacción de gobiernos democráticos de la región que exigen un retorno a la democracia, con la vergonzosa excepción de Brasil, México y Colombia que insisten en “dialogar” con un asesino.
Ha sido el gobierno democrático de Dina Boluarte, con todos sus defectos y errores, el primero en reconocer abiertamente la victoria de Edmundo González Urrutia en Venezuela el domingo 28 de julio (coincidentemente la fecha que se conmemora la independencia del Perú), gesto que ha sido seguido por algunos importantes países más. Sin embargo, también es cierto que la Organización de Estados Americanos por su conducta errática y conformación misma (con países poco representativos con igual peso específico que potencias regionales o países históricos) poco o nada pueden hacer para detener la insania establecida hace varios años en Venezuela por el nefasto socialismo chavista.
Hoy Venezuela es un país que ha sido saqueado y empobrecido por una gavilla de delincuentes, que además ha ocasionado el éxodo más grande de la historia en Latinoamérica: ¡ocho millones! de venezolanos han huido de su patria. Y el Perú es uno de los principales perjudicados en esta terrible historia al tener cerca de millón y medio de refugiados venezolanos en nuestro territorio, de ahí la importancia de un gobierno que no puede ser indiferente a esta desgracia que finalmente nos atañe e impacta directamente.
La impotencia de la diplomacia internacional para solucionar efectivamente la pesadilla venezolana y regional, hace que muchos vean como única salida una indesmayable presión ciudadana –hoy comandada por la heroica resistencia de María Corina Machado–que obligue a militares venezolanos valientes para que patrióticamente arrojen a esa mafia que tiene sometido al país llanero hace cerca de un cuarto de siglo. Por lo pronto –penosamente– no se avizora otra solución.
Mención aparte merece el enérgico y valiente discurso en defensa de la libertad del canciller peruano Javier González-Olaechea ante el Consejo Permanente de la OEA reunido para ver este tema, uno que ha causado comprensible urticaria en la izquierda y en quienes apoyan abierta o veladamente a Maduro.
Otro sí digo: no se puede dejar de comentar el atronador silencio del papa Francisco sobre la ostensible burla a la Iglesia católica en la controversial inauguración de los Juegos Olímpicos Paris 2024 y el pusilánime y ridículo pedido de “dialogo” con la satrapía de Maduro luego del escandaloso fraude y la posterior y criminal represión instaurada en Venezuela. No extraña, finalmente ya conocemos el inocultable sesgo ideológico progre de Bergoglio.