debemos dejar la lucha política, la práctica política, los partidos políticos a la gente nueva que se haga de las riendas del país con inteligencia, con moralidad, con entereza, pero también con firmeza y con todo el aporte de la educación moderna que la tecnología nos alcanza en el mundo de hoy. El Siglo XX ya quedó atrás hace buen rato.
Según la magnífica pluma sabatina de Mario Ghibellini, hoy existe una competencia gerontocrática para hacerse de la campaña electoral en el Perú con algunos candidatos que superan los 80 años, que padecen naturales achaques que la edad trae inexorablemente, con muy discutibles condiciones físicas, y hasta limitaciones mentales, para asumir un cargo tan importante como la presidencia de la República, que demanda extremas condiciones físicas, mentales y de ecuanimidad, que quiere forzar el ser, a troche y moche, a partir del 2026 –ya bordeando casi los 90 años– presidente de la República.
En el derecho comparado hay historias más o menos similares que casi siempre no han terminado muy bien que digamos, ya que más bien han terminado mal, por lo inexorable de la naturaleza y inflexibilidad de la inderogable ley del paso del tiempo.
Por ejemplo, el presidente Franklin Delano Roosevelt en los EEUU, en una época en que la constitución norteamericana permitía la reelección sucesiva sin limitación, finalmente anciano y minusválido al cabo de su cuarto mandato, tuvo que afrontar algo tan complicado -para su nación y para el mundo- como lo fue la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, a su muerte en medio de la parte final de la guerra fue sucedido por el vicepresidente Harry S. Truman, quien terminó su mandato y, también, dio el final de la última gran conflagración mundial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los EEUU modificaron su Constitución rebajando el período presidencial de 5 a 4 años, y permitir tan solo una reelección presidencial, ya que a Roosevelt la muerte le aconteció en el curso de su cuarto mandato (Roosevelt casi completó 4 periodos de 5 años cada uno con casi 20 años en el poder, ya muy mayor y con evidentes limitaciones físicas).
Otro ejemplo evidente está en República Dominicana, en donde el presidente Joaquín Balaguer insistió en varias elecciones (5 periodos), logrando la última a mediados de los ’80, ya con ocho décadas de edad encima y casi invidente por una irreversible afección a la mácula de sus ojos que ni en los EEUU, ni en España, le pudieron curar. A pesar de eso fue elegido presidente de República Dominicana bajo la admonición de que: “Yo no he dicho que vine al Gobierno a ensartar agujas, vine aquí a gobernar por mandato del pueblo”.
Justamente hoy en los Estados Unidos, el presidente demócrata Joe Biden, que insistía en correr la reelección para un segundo mandato presidencial a pesar de sus evidentes minusvalías físicas y mentales para poder afrontar una disputa tan complicada en un país tan complicado y poderoso, acaba -por la fuerza de los hechos y las poderosas razones de los demócratas finalmente impuestas a la tozudez- de anunciar su forzado retiro de la campaña presidencial ante lo que se presentaba como una inminente derrota (y catástrofe demócrata) nada menos que ante el reincidente ex presidente Donald Trump.
En el Perú, el expresidente Alberto Fujimori, quien fuera sucesivamente vacado (2000), condenado (2009) e indultado (2017), con todos los deméritos posibles pretende ser nuevamente el primer mandatario del Perú, tiene más de 80 años y sufre de evidentes enfermedades que le aquejan como consecuencia de su propia salud y de su evidente avanzada edad. Sin embargo, eso no es óbice para que sea anunciada, con bombos y platillos, su pretendida nueva campaña presidencial en el 2024, contra la ley, contra la Constitución, contra el sentido común y contra la propia naturaleza.
Asimismo, hay otro posible candidato que supera los 80 años -y que ya ha sido candidato varias veces- que ha estado en la participación política activa en primera línea desde los años noventa, más de 30 años, y que, sin embargo, insiste con un minipartido en tentar la presidencia de la República, fraccionando nuevamente la opción de la centroderecha.
Hay que saber dejar pasar los años y, como bien nos enseña el poema Desiderata: “Acata dócilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud…”
Por otra parte, hay otros candidatos, también, que están por encima de lo que sería razonable en las condiciones físicas y mentales para asumir un cargo tan importante, pero cuyo ego es muy fuerte, y su ambición es aún más poderosa, que finalmente los impulsa a extender -contra la naturaleza- su propia vigencia política.
Bien dicen que el poder se manifiesta por grandes tres pulsiones: el dinero, el sexo y la ambición. Hay que saber dejar pasar los años y, como bien nos enseña el poema Desiderata: “Acata dócilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud…”
Es también importante, por ello mismo, recordar hoy la emblemática canción de Carlos Gardel, Volver, en aquella parte que señala: las nieves del tiempo platearon mi sien… Hay que saber aceptar que las sienes inexorablemente se habrán de platear por el inexorable pasar del tiempo.
Sin duda el tiempo da experiencia, el tiempo da esperanza y el tiempo permite ver hacia atrás el necesario balance de los logros y los fracasos. Pero que, también, nos debe enseñar con hidalguía a dejar paso a las nuevas generaciones, a la juventud, a las personas que tienen la capacidad -no solo intelectual, sino también física, mental y moral- para poder asumir cargos tan importantes como la conducción y representación de una Nación.
Por alguna razón en las grandes empresas modernas a las personas se las jubila inapelablemente a los 60 años. En las grandes corporaciones más importantes, no solamente peruanas sino a nivel internacional, no existen grandes funcionarios, ni CEO’s, más allá de los 60 años. Es justamente porque las nuevas generaciones traen una gran preparación, traen modernidad de ideas, traen mucha fuerza, traen el entusiasmo y, sobre todo, la formación con la necesaria aplicación de los instrumentos que hoy aporta la tecnología del mundo de hoy.
Al estar corriendo ya casi el primer cuarto del Siglo XXI, hay que saber entender eso: que el tiempo es una ley inderogable que no tiene jamás capacidad retroactiva. El tiempo avanza y nunca se detiene por nada ni por nadie, y lo que en este rato es el hoy, en un instante será el pasado, teniendo que afrontar rápidamente lo que será el mañana.
Por eso debemos dejar la lucha política, la práctica política, los partidos políticos a la gente nueva que se haga de las riendas del país con inteligencia, con moralidad, con entereza, pero también con firmeza y con todo el aporte de la educación moderna que la tecnología nos alcanza en el mundo de hoy. El Siglo XX ya quedó atrás hace buen rato.
([1]) Decano de la Facultad de Derecho y H. UCV. Profesor Principal PUCP. Jurista.
Eso se da no solo en el ambito político, lo vemos en la cátedra universitaria, el Poder Judicial y la JNJ donde no solo superan la edad tope de jubilación en el Perú (70 años), sino que se fijan un nuevo tope (75 años) y este inclusive les resulta insuficiente
Eso se da no solo en el ambito político, lo vemos en la cátedra universitaria, el Poder Judicial y la JNJ donde no solo superan la edad tope de jubilación en el Perú (70 años), sino que se fijan un nuevo tope (75 años) y este inclusive les resulta insuficiente