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LÍNEA DIVISORIA

Escribe: César Campos R

 

La hipocresía caviar, odiadora y fletadora del delincuente Castillo, está en su máxima soberbia. Por eso la línea divisoria con tal calaña debe ser firme, irreversible y directa, igual que con los terroristas hoy envalentonados por el derrumbe de nuestra frágil institucionalidad.

 

En poco menos de un mes y medio, la presidenta Dina Boluarte ha reestructurado tres veces el Consejo de Ministros. Primero debido a la renuncia de los titulares de Educación y Cultura. Luego por la dimisión del presidente del Gabinete, Pedro Angulo. Y ahora debido al apartamiento de los ministros de Trabajo, Interior y de la Mujer. Seis cambios en total, tres de los cuales han sido por expresa declaración de los renunciantes contra el trágico saldo de muertos en los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y manifestantes opuestos al Gobierno.
El volumen de cambios no habla bien del modelo de toma de decisiones para escoger a los responsables de algunos despachos ministeriales. Pareciera que las convocatorias carecen de la elemental solicitud a compartir la misma lectura política sobre lo ocurrido en el país desde el 28 de julio de 2021 hasta el 7 de diciembre de 2022. Es decir, del periodo en que Pedro Castillo asumió el mando supremo de la nación para luego intentar el quebrantamiento del Estado democrático.
Lectura política a la que debe añadirse el análisis de los sucesos recientes donde el factor de la irrupción terrorista detrás de la gran mayoría de movilizaciones repudiando a la administración Boluarte, exige definiciones claras y rotundas.
Por último, certificar que los ministros asumen la realidad compleja y atípica en la cual inician sus tareas y obtener de ellos lealtad y compromiso sin tapujos.
No existe mayor signo de debilidad de un gobierno que verlo implosionando por la inconsistencia de los ministros en cuanto a ser leales al presidente y sus objetivos. Menos todavía en circunstancias donde la mayoría de peruanos se juega el cuello para impedir que la subversión terrorista retome su accionar destructivo parapetado tras la demanda de las elecciones inmediatas.
Elecciones inmediatas que serían con reglas de juego perversas y detonantes de nuestra crisis política desde hace bastante tiempo y que algunos -como quien esto escribe- hemos denunciado de manera incansable, anticipando incluso está aciaga fotografía de caos y anarquía que padecemos. Insisto que el escenario de una indeseada guerra civil es lo más cercano a nuestro infortunado destino.
Los culpables de tal desastre, sin embargo, son los primeros en rasgarse las vestiduras y acusar a Boluarte de haberse entregado a la derecha y el autoritarismo. La hipocresía caviar, odiadora y fletadora del delincuente Castillo, está en su máxima soberbia. Por eso la línea divisoria con tal calaña debe ser firme, irreversible y directa, igual que con los terroristas hoy envalentonados por el derrumbe de nuestra frágil institucionalidad.

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