LOS VASALLOS
Por Luis Gonzales Posada.
Sobre el genocidio ruso en Ucrania, las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba han justificado esos actos criminales, que incluyen el bombardeo de escuelas, hospitales, viviendas y fábricas, corte del suministro de agua y electricidad, bloqueo de vías para que no ingresen alimentos y medicinas, éxodo de seis millones de personas y asesinato de civiles, entre ellos mil personas recientemente localizadas –en Bucha y Kiev–por la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Asimismo, esos regímenes totalitarios respaldan las truculentas amenazas de Putin de provocar un apocalipsis nuclear si Occidente continúa facilitando armas a Kiev. En esa línea, el Ministerio de Defensa del Kremlin informó que están listos misiles balísticos nucleares Iskander que destruirían Ucrania, Polonia, países bálticos y parte de Alemania y también proyectiles intercontinentales con un alcance de 18 mil kilómetros, que pueden llegar a Washington, Nueva York y Florida.
El canciller Serguéi Lavrov, por su parte, reforzó esa siniestra prédica advirtiendo que “el peligro de una tercera guerra mundial es grave, real y no se puede subestimar” y el ex presidente Dimitri Medvedev (2008-2011) sostuvo que “el conflicto tiene el riesgo de convertirse en una guerra nuclear “.
En nuestro hemisferio, el dictador venezolano Nicolás Maduro apoya esos planes genocidas y pregunta candorosamente: “¿Qué pretende el mundo? ¿Que el presidente Putin se quede con los brazos cruzados y no actúe en defensa de su pueblo?”.
Ese es el nivel de barbarie y vasallaje político del bloque chavista, que ahora pretende sabotear la IX Cumbre de las Américas porque el país anfitrión (Estados Unidos) no ha invitado a los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba por violar sistemáticamente los derechos humanos. En esa línea, los mandatarios de Bolivia, Luis Arce, y de México, Manuel López Obrador, han manifestado que por “solidaridad” tampoco participarán en el evento y lo mismo puede ocurrir con 14 Estados que integran la Comunidad del Caribe (Caricom).
En este contexto, sorprende la melosa declaración del presidente mexicano sobre su homólogo cubano, quizás producto de varios daiquiris y mojitos o emocionado por las zalameras atenciones recibidas en La Habana.
Sorprende, empero, que no dijera una palabra sobre las condenas a 6 y 30 años de cárcel contra 127 manifestantes que reclamaron pacíficamente mejores condiciones de vida, barbarie judicial repudiada internacionalmente. Sobre el mayor responsable de esa represión, López Obrador dijo: “Cuba tiene un extraordinario presidente, Miguel Díaz-Canel, un hombre honesto, trabajador, muy humano, buen servidor público y muy buena persona”, para luego anunciar que contratarán 500 médicos y comprarán vacunas para niños producidas en la isla.
El mandatario azteca justificó su deplorable silencio amparándose en la Doctrina Estrada, vigente desde 1930, que consagra dos principios rectores de la política exterior mexicana: el derecho a la libre determinación de los pueblos y la no intervención en asuntos externos.
Sin embargo, el propio López Obrador permitió que el entonces aislado Evo Morales organizara desde su territorio bloqueos de carreteras para sabotear el ingreso de alimentos a las ciudades bolivianas, sino entrometiéndose en asuntos internos del Perú al enviar a dos ministros para “auxiliar” al régimen de Pedro Castillo, con el pretexto que el Congreso pretendía vacarlo.