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LUCES Y SOMBRAS DE LA ECONOMÍA NACIONAL

El crecimiento registrado por el INEI de 5.28% del PBI para el mes de abril (comparado con el mismo mes del año pasado) ha desatado un legítimo optimismo en los sectores de buena voluntad que apuestan por el país. De alguna manera esa tasa de crecimiento nos recuerda los momentos en que el Perú se había convertido en un verdadero milagro económico, con los primeros lugares en reducción de pobreza en el planeta. Incluso algunas proyecciones pasadas indicaban que, si en la segunda década del nuevo milenio, el país seguía creciendo sobre el 6%, en el Bicentenario, el Perú podría alcanzar un ingreso per cápita cercano al de un país desarrollado. Como todos sabemos sucedió lo impensado: el Perú empezó a crecer por debajo del 3%, se eligió a Pedro Castillo y la pobreza subió del 20% a cerca del 30% de la población.

Crecimiento de abril vuelve a desatar el optimismo en mercados

A la luz de estos hechos, el optimismo por el crecimiento de abril se justifica. Es incuestionable que estos resultados, de una u otra manera, tienen que ver con la frágil estabilidad que se ha alcanzado luego del golpe de Castillo, las olas de violencia insurreccional y las campañas del progresismo y del comunismo tradicional por adelantar las elecciones. De alguna manera la continuidad institucional le agrega predictibilidad a la situación y los mercados, mal que bien, vuelven a reanimarse.

Sin embargo, el crecimiento de abril, aparentemente, es el resultado del rebote de la economía, de un efecto estadístico (más días por cambios en la Semana Santa) y de la evidente baja de la inflación. Hay, pues, buenas noticias, pero no tantas.

Sostener un crecimiento sobre el 4% –es decir una tasa que permita reducir la pobreza anualmente– demanda agregar predictibilidad a las elecciones del 2026. Las fuerzas, desde el centro hasta la derecha, siguen participando de la extrema fragmentación política y no logran organizar una alternativa que se presente viable. De alguna manera el país debe avanzar con un nudo en la garganta hacia la primera vuelta de las elecciones nacionales para entender el momento del país. En este contexto, es extremadamente complicado que las inversiones en el mediano y largo plazo vuelvan a moverse.

Sin embargo, el factor que levanta el pesimismo como una ola es la falta de voluntad del Ejecutivo y del Congreso de avanzar en algunas reformas económicas que incrementen la potencialidad productiva de la economía. Y esto sucede no obstante que el Legislativo ha desarrollado reformas audaces e impensadas: la bicameralidad, la eliminación de las elecciones Paso, la eliminación de los movimientos regionales e, incluso, ha iniciado la discusión de una reforma judicial.

En cuanto a la economía y la productividad no parece existir esta voluntad. Por ejemplo, se habla de una nueva ley de promoción agraria para fomentar inversiones en más de 500,000 hectáreas (hoy el milagro agroexportador se desarrolla en 250,000 hectáreas), sin embargo, se pretende mantener la reforma laboral colectivista de la ley Sagasti, que eliminó la flexibilidad laboral en el agro. En otras palabras, no hay la menor intención de desarrollar una reforma laboral.

En cuanto la creación de capital humano para el futuro, el Congreso, por el contrario, está creando ejércitos de docentes que serán nombrados sin concurso de méritos ni evaluaciones, y que destruirán el avance en más de dos tercios del magisterio, que ha sido nombrado y promovido en base la meritocracia y concursos públicos. La conclusión en la educación, entonces, es parálisis y contrarreformas.

En el Congreso existen los votos para desarrollar la reforma tributaria y la reforma laboral con el objeto de aumentar la base tributaria y la recaudación del Estado, devolver recursos a la sociedad y el sector privado y fomentar la inversión y la permanente reinversión. Igualmente, se podría lanzar una de las reformas más audaces del planeta en cuanto a desburocratización y simplificación administrativa del Estado burocrático que detiene inversiones, crea pobreza e informalidad

En ese camino, avanzar en la reforma de la educación y del sistema de salud es un asunto capital para el futuro de la economía. Asimismo, es decisivo relanzar las asociaciones público-privadas para solucionar los problemas acumulados de infraestructura que traban nuestro crecimiento.

Únicamente, cuando se aborde esta agenda pendiente el Perú volverá a crecer sobre el 4%, se volverá a reducir la pobreza y podrá soñar con acercarse al desarrollo. Veremos.

TOMADO DE: EL MONTONERO

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