(El Montonero).- La reactivación del proyecto Tía María, en Arequipa, parece haber reanimado a las inversiones mineras en el país. Precisamente la empresa concesionaria del mencionado proyecto ha anunciado que la construcción de Michiquillay, en Cajamarca, comenzará en 2027, lo que marca un adelanto de cinco años respecto a las proyecciones iniciales, que situaban su inicio en 2032. Este adelanto es una señal de la importancia que se le atribuye al proyecto en el contexto de la política minera nacional. Y ya se anuncian otros proyectos mineros que estaban pendientes en Cajamarca, como Galeno y La Granja, con lo que se reactivará la economía de Cajamarca que, como se sabe, es actualmente la región con mayores índices de pobreza de todo el país.
Impulso minero podría transformar a Cajamarca
Michiquillay, que fue adjudicado en 2018 tras una licitación internacional, cuenta con recursos minerales de 2,288 millones de toneladas y una ley de mineral de cobre estimada en 0.43%. Además, este yacimiento incluye subproductos de molibdeno, oro y plata, lo que lo convierte en una mina altamente rentable. Se espera que la explotación a tajo abierto produzca aproximadamente 225,000 toneladas métricas de concentrado de cobre por año, superando las cifras proyectadas para otros proyectos mineros. Este nivel de producción posicionará a Michiquillay como uno de los pilares del crecimiento de la industria minera peruana en la próxima década.
Cajamarca, a pesar de ser una de las regiones más ricas en yacimientos mineros, enfrenta un panorama de pobreza alarmante. Actualmente, el 44.5% de su población vive por debajo de la línea de pobreza, lo que representa un desafío significativo para cualquier proyecto que busque generar un impacto positivo en la región. Sin embargo, la riqueza mineral de la región, en especial de cobre, presenta una oportunidad única para revertir esta situación. Cajamarca alberga una importante cartera de proyectos mineros, incluidos Conga, Galeno, La Granja y Chalhuahón, que junto con Michiquillay conforman el «cinturón de cobre del norte». Este conjunto de proyectos tiene el potencial de generar una producción anual de 1.5 millones de toneladas métricas de cobre (TMC), más de la mitad de la producción actual del país, que es de 2.7 millones de TMC. De esta manera la economía nacional crecería sobre el 5% y en pocos años se reduciría la pobreza debajo del 15% de la población (hoy llega al 29%).
Para maximizar el impacto de estos proyectos, es crucial que se establezca un verdadero clúster minero en Cajamarca, acompañado de infraestructura complementaria, como una vía férrea hacia Bayóvar. Este enfoque permitiría no solo mejorar la logística y reducir costos, sino también fomentar la creación de industrias manufactureras y servicios vinculados a la minería, siguiendo el modelo exitoso de Antofagasta en Chile. La creación de este clúster no solo impulsaría la economía regional, sino que también podría llevar a un crecimiento sostenido a nivel nacional, con la posibilidad de reducir la tasa de pobreza nacional a menos del 15% en un plazo relativamente corto.
Además del impacto económico, se están llevando a cabo iniciativas de responsabilidad social en la región, como la creación de un fideicomiso social para impulsar el desarrollo local. Este tipo de medidas es fundamental para asegurar la viabilidad y aceptación social del proyecto, especialmente en una región históricamente marcada por conflictos relacionados con la minería. La compañía Southern Perú, encargada del proyecto, ha mostrado un compromiso para adelantar las operaciones a 2029, lo que refleja la confianza en los resultados positivos de las exploraciones y la estabilidad del marco regulatorio y social en la zona.