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OPINIÓN/ ¡Abajo las ideologías!

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

Las ideologías que pretenden ser la última palabra en demasiados espacios de vida, sólo embrutecen porque tomar partido únicamente sería una forma de renunciar a pensar, de negarse a la duda.

 

No sé si alguna vez sirvieron para algo, pero definitivamente hoy no. Grosso modo, una ideología es el conjunto de ideas que define a una persona o a una colectividad de cualquier tipo. Sólo en los siglos XVIII y XIX, el concepto de ideología se volvió materia filosófica. 

Eso transformó la política, que pasó de ser la disciplina del buen gobierno a convertirse en el terreno de confrontación de paquetes de ideas que, por separado e incluso articuladas breve y razonablemente, pueden ser eventualmente buenas, pero que en asociaciones extensas es materialmente imposible que constituyan una verdad indiscutible y libre de fallos. 

En este punto la ideología se vuelve una forma de religión, con la que te identificas o estás en contra. Trasladada a la política, la ideología conduce a diferentes e inevitables formas de absolutismo, que justamente la política debe eludir porque la buena gestión pública exige flexibilidad y adaptación a circunstancias diferentes.

De este modo ya no se discute, simplemente se cancela al otro. De este modo ya no se escucha, directamente se excluye. De este modo ya no se busca soluciones consensuales, sólo se confronta. De este modo no se estimula la unidad posible sino la imposición inaceptable.

En consecuencia, me atrevo a sugerir que personas lúcidas y prácticas asuman la misión de tomar las mejores ideas de los distintos. Esto implica, aunque sea ingrato para muchos, cuestionar muchas de nuestras creencias a priori como la lucha de clases o la batalla cultural o la inclusión ad infinitum o cualquier propuesta que reduzca la posibilidad de hacer las cosas bien porque encasilla a las personas y a los grupos sociales según parámetros establecidos como si se tratara de partidarios de dios y partidarios del diablo.

El epíteto es el argumento reduccionista por excelencia: zurdos despreciables o fachos retrógrados, progres mercenarios o ultras nazis. Así se transforma el debate político en duelo chavetero. ¿Tiene sentido anclarnos en este pantano infecto o podemos volver a intentar polemizar sensatamente sobre el mejor gobierno en terreno abierto e iluminado?

La guerra es la continuación de la política por medios violentos, decía Clausewitz. Dejemos los medios violentos para cuando los medios no violentos dejen de funcionar, mientras tanto privilegiemos la no violencia, el duelo verbal con reglas. Y que gane el mejor. Las reglas deben incluir los grandes aprendizajes, que deben ser un terreno común que limite las diferencias. No importa si sólo se trata de elecciones limpias y equilibrios macroeconómicos. Basta la intersección. Discrepemos sobre lo demás.

Las ideologías que pretenden ser la última palabra en demasiados espacios de vida, sólo embrutecen porque tomar partido únicamente sería una forma de renunciar a pensar, de negarse a la duda. Entonces, mejor seamos claros y que vuelvan hogueras y guillotinas de una sola vez.

Y así no es. Creo, espero. 

One thought on “OPINIÓN/ ¡Abajo las ideologías!

  • Aldo Barbieri

    Muy gráfico lo de «dueño chavetero», magnífico concepto

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