Escribe: María del Pilar Tello

La dicotomía entre el amor a la patria y el irrespeto hacia el Estado sugiere que la solución radica en la reconstrucción de la legitimidad.

La sociedad peruana vive una disociación compleja y preocupante que se manifiesta en su gran amor a la patria, frente a un profundo irrespeto y desconfianza hacia los poderes Ejecutivo y Legislativo. Este fenómeno revela una paradoja que difícilmente puede ser ignorada.  Por un lado, el peruano demuestra un sentimiento patriótico inquebrantable. La Fiesta Nacional, la popularidad de símbolos como la bandera y el himno, el fervor colectivo en momentos de triunfo deportivo, son ejemplos de cómo la identidad nacional se siente intensamente. No obstante, este amor a la patria es a menudo empañado por la desconfianza hacia el Estado y sus instituciones.  

Los escándalos de corrupción, la inestabilidad política y la incapacidad de los líderes para atender las necesidades de la población, en especial las amenazas del crimen,  han erosionado la credibilidad del Estado. Los ciudadanos sienten que sus derechos no son respetados y que su voz es ignorada. Esta situación se traduce en protestas y manifestaciones, donde la demanda de justicia y transparencia resuena con fuerza. Así, el amor a la patria se convierte en un clamor por un cambio real, por líderes que respondan a las expectativas de su gente. La dicotomía entre el amor a la patria y el irrespeto hacia el Estado sugiere que la solución radica en la reconstrucción de la legitimidad.

Para ello, es esencial que   gobernantes y representantes muestren un compromiso genuino con la ética y la transparencia. Fomentar la participación ciudadana y garantizar que las instituciones funcionen para el bien común son pasos fundamentales en este proceso electoral. En última instancia, la unión entre un Estado respetado y una sociedad que ama su patria es la clave para un Perú más fuerte y cohesionado para conseguir sus objetivos comunes.