OPINIÓN/ Cambio climático: ciencia y no pánico
Luis De Stefano Beltrán, PhD (*), Ernesto Bustamante, PhD (**)
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Es hora de que el Perú adopte un enfoque racional, inspirado en el informe del DOE y las advertencias de Lindzen.
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En un mundo cada vez más saturado de alarmas y emergencias climáticas, se suele confundir los ciclos geológicos naturales del clima con aquellos cambios supuestamente introducidos por el hombre (antropogénicos). A todo esto, el reciente informe del Departamento de Energía (DOE) de EEUU, “A Critical Review of Impacts of Greenhouse Gas Emissions on the U.S. Climate” (23 julio 2025), ofrece una refrescante dosis de realismo. Este es un análisis crítico de la literatura científica revisada por pares. Se concluye que el calentamiento inducido por el CO2 es menos dañino económicamente de lo que se cree y que las estrategias agresivas de mitigación podrían ser más perjudiciales que beneficiosas. A esto se suman las recientes declaraciones de Richard Lindzen, profesor del MIT, quien cuestiona la ‘histeria’ alrededor de un nivel de calentamiento de apenas una décima de grado, afirmando que «no habrá
catástrofe climática en 2030, 2050 ni en los próximos cincuenta años». Para el Perú, un país en desarrollo con vulnerabilidades únicas (el tercero más afectado por el cambio climático) pero también con grandes oportunidades de crecimiento, estas perspectivas nos invitan a replantear críticamente nuestras políticas climáticas, priorizando el desarrollo económico sobre costosas creencias de lujo.
El informe del DOE, encargado por el Secretario de Energía, Chris Wright, a cinco científicos independientes (John Christy, Judith Curry, Steve Koonin, Ross McKitrick y Roy Spencer), desmonta varios aspectos de la narrativa dominante. Afirma que las aseveraciones sobre un peligroso aumento en la frecuencia o intensidad de huracanes, tornados, inundaciones y sequías no están respaldadas por datos históricos de los EEUU y que las políticas públicas de EEUU tendrían impactos ‘indetectablemente pequeños’ en el clima global, con efectos que solo se manifestarían con largos retrasos. Lindzen refuerza esta conclusión cuando afirma que alcanzar el Net Zero para 2050 a nivel mundial evitaría solo 0.3°C de calentamiento, y si solo lo hacen Europa y el mundo anglosajón, apenas 0.1°C. «¿Quién se preocupa por una décima de grado?», pregunta, señalando al mismo tiempo los enormes costos en muchos miles de millones de dólares de tales políticas. Estas conclusiones no niegan el cambio climático, pero enfatizan las incertidumbres científicas y el rol limitado del CO₂ en procesos complejos, como la circulación de Hadley o las ondas estratosféricas, áreas en las que Lindzen ha contribuido con casi 250 publicaciones científicas.
Para nuestro país, estas ideas tienen implicancias directas y urgentes sobre todo en el diseño de políticas públicas. El Perú enfrenta riesgos climáticos reales: el derretimiento de los glaciares andinos amenaza el suministro de agua para millones de peruanos, afectando al mismo tiempo la agricultura y la producción de electricidad, mientras que los cambios en el patrón de las precipitaciones podrían intensificar sequías en el sur y lluvias extremas en la amazonía. Según proyecciones del Banco Mundial, el cambio climático podría reducir la productividad agrícola de los cultivos de la papa y café, aumentando la vulnerabilidad de millones de nuestros pequeños agricultores. Sin embargo, el reciente informe del DOE y las declaraciones de Lindzen sugieren que obsesionarnos con una mitigación agresiva –como nuestro compromiso de reducir emisiones en un 30-40% para 2030 contra el escenario ‘business-as-usual’ y alcanzar Net Zero para 2050– podrían ser contraproducentes.
El Perú, con una economía dependiente de la minería, la agricultura, sin energía nuclear en uso y con una energía renovable aún incipiente, no puede permitirse políticas que eleven nuestros costos energéticos y frenen el crecimiento sin beneficios tangibles. Examinemos los números: como nación en desarrollo, nuestras emisiones representan una fracción minúscula del total global. Adoptar medidas drásticas, como transiciones forzadas a energías verdes sin infraestructura adecuada, podría costarnos miles de millones de dólares en inversión, similar a las centenas de miles de millones que menciona Lindzen para el mundo desarrollado.
Muchos estudios indican que presionar a los países pobres para que alcancen emisiones cero de manera forzada es injusto, ya que limita su desarrollo mientras los emisores históricos – como EEUU y Europa– continúan beneficiándose de su temprana industrialización.
En el Perú la puesta en práctica de estas políticas podría agravar la pobreza rural, donde la deforestación y la agricultura de subsistencia son desafíos cada vez más urgentes. Por otro lado, el informe del DOE resalta algunos beneficios del aumento del CO₂, el llamado ‘efecto de fertilización del CO2.’. Esto debe ser estudiado por el Perú pues podría potenciar nuestra biodiversidad amazónica y la productividad agrícola, si se maneja de manera inteligente. El Banco Mundial sugiere que la adopción de políticas climáticas equilibradas podría aumentar el PBI peruano en un 2% para 2030 y un 10% para 2050, creando millones de empleos, pero solo si se enfocan en una descarbonización oportuna y no en metas inalcanzables.
El informe del DOE concluye: “Los riesgos y beneficios de un clima que cambia bajo influencias tanto naturales como humanas deben sopesarse frente a los costos, la eficacia y los impactos colaterales de cualquier ‘acción climática’, considerando la necesidad de contar con energía confiable y asequible con una mínima contaminación local. Un enfoque que reconozca tanto los riesgos como los beneficios potenciales del CO2, en lugar de depender de modelos defectuosos y escenarios extremos, es esencial para una toma de decisiones informada y eficaz”.
Lindzen lo resume muy bien cuando se pregunta «¿hasta dónde llegará la población en sacrificarse por un gesto simbólico?» En el Perú, donde la desigualdad y el acceso a energía asequible son prioridades, la respuesta sería: no muy lejos. Es hora de que el Perú adopte un enfoque racional, inspirado en el informe del DOE y las advertencias de Lindzen. En lugar de sumarnos a la carrera hacia Net Zero a cualquier costo, invirtamos en innovación local, como energías renovables viables y protección de ecosistemas, sin comprometer el crecimiento. De esta manera, no solo evitaremos daños económicos innecesarios, sino que construiremos un futuro sostenible basado en ciencia y no en pánico. La verdadera amenaza
no es una décima de grado, sino políticas mal informadas basadas en creencias de lujo que perpetúan la pobreza.
(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
**) Biólogo Molecular y Congresista de la República
