que crean que la cámara de senadores enmendará la demagogia y brutalidad de la de diputados están totalmente equivocados porque la teoría así lo demuestra.
Hasta la fecha existen 39 partidos inscritos en el Jurado Nacional de Elecciones aptos para participar en la contienda electoral general del próximo año. Otros 32 están en proceso de inscripción para ese mismo fin y lo más probable es que lo logren. De ahí se sigue que si todo sale bien para estas agrupaciones políticas habrán para las elecciones del 2026, 70 partidos de los que el electorado podrá escoger para elegir al presidente de la República y a los diputados y senadores que los representarán.
En apariencia esto debería mejorar la capacidad de elección de los electores peruanos que estarían en esta situación ideal por obra y gracia del lagarto Vizcarra, Tuesta Soldevilla, Tanaka y compañía vía su reforma electoral de escritorio, amén de una plétora de cómplices de este Congreso. Pero la tesis de que mientras haya más de qué elegir, mejor, es contradicha analógicamente por el capitalismo como ciencia económica.
La crisis del capitalismo de 1929 se produjo precisamente por una superabundancia, sobreproducción o sobreoferta de bienes, servicios o marcas. Esto trajo como consecuencia la caída brusca de los precios, la quiebra de las empresas y el colapso total del sistema económico y el descalabro del tejido social. Llevado esto a la política electoral peruana tendremos una situación similar.
Al existir una sobreoferta electoral, ya no los precios, sino la calidad de la oferta será paupérrima con la inevitable consecuencia que esto traerá. ¿Cuál? Que la representación nacional tanto en las cámaras de diputados como senadores será aún peor de la que ya tenemos hoy. Es decir, que esos que crean que la cámara de senadores enmendará la demagogia y brutalidad de la de diputados están totalmente equivocados porque la teoría así lo demuestra.
Ambas cámaras serán de lo peor en vista del desplome del sistema político electoral concebido como una maquina de sobreoferta de posibilidades. Ni qué se diga de la presidencia, que es el premio mayor. Creer que el 2026 habrá algo mejor que lo que los peruanos eligieron el 2021 es tener la fe de un niño o la devoción de un santo.
Me invade una suerte de ternura al ver cómo se van preparando las mejores alternativas en la creencia del niño o del santo de que el electorado los votará. Me temo que sufrirán varios egos al ver los resultados. Al final, para variar, muchos terminarán pensando o diciendo que Dina no era tan mala.