(El Montonero).- En el Centro Wiñak se acaba de denunciar que, en el censo poblacional del 2025 –que fue convocado a mediados de este año mediante Decreto Supremo– las corrientes de izquierda buscarían sobredimensionar el concepto de pueblos indígenas, también llamados pueblos originarios. Es decir, la estrategia que el progresismo y las corrientes neocomunistas aplican en el Perú y en América Latina con el objeto de desarrollar su estrategia de poder a favor de una “república plurinacional”, detener el capitalismo y fracturar la unidad nacional y territorial a través de la creación de reservas culturales.
Registro de población buscaría sobredimensionar pueblos indígenas
Por ejemplo, en el Censo de Vivienda y Población del 2017, aplicando la estrategia identitaria del progresismo, el 26% de la población peruana se identificó como indígena o perteneciente a un pueblo originario. Sin embargo, solo el 13.6% de la población declaró al quechua como su lengua materna. ¿Cómo se condicen estas cifras? La explicación está en la prensa y propaganda de las izquierdas con el objeto de que grandes extensiones del territorio nacional desarrollen una extraterritorialidad bajo el Convenio 169 de la OIT sobre “Pueblos Indígenas y Tribales” y, frente al desarrollo del capitalismo, el crecimiento y la reducción de pobreza en el territorio, se aplique la consulta previa, la extraterritorialidad –no rige la Constitución de 1993 ni la vigencia de los contratos firmados por el Estado nacional–, la preservación de su “cultura” y otras medidas especiales. De esta manera, toda inversión minera, agrícola, cualquier obra de infraestructura, tendría que pasar por el lente del pueblo originario, por el nuevo estado o la zona liberada que el progresismo pretende construir.
¿En qué momento la ignorancia, el simple relato, la prensa y propaganda progresista se impusieron sobre los grandes historiadores, sobre las grandes investigaciones y documentos históricos, que nos señalan que el virreinato en el Perú, uno de los procesos de mestizaje más poderosos de la historia universal, se focalizó, sobre todo, en las comunidades campesinas? Los únicos pueblos originarios en el país son los de la Amazonía; es decir, el área adonde no llegó el virreinato.
En su conocida tesis doctoral Las comunidades de España y el Perú , José María Arguedas –no puede ser acusado de conservador ni derechista– demuestra que las comunidades campesinas, su cultura, sus vestidos, su música, y sus colores son réplicas mestizas de las comunidades de Castilla.
Posteriores investigaciones han demostrado que las comunidades campesinas en la Independencia estuvieron con el ejército realista y defendieron sus alianzas contra el rey español. Igualmente existen diversas investigaciones que demuestran que el mundo indígena no puede desligarse de la religiosidad católica y el barroco de las ciudades andinas es un vivo testimonio del intenso mestizaje hispánico de los Andes. Ni qué decir del quechua y el aymara, lenguas cuyas gramáticas fueron redactadas por sacerdotes para convertirse en lenguas francas y evangelizar al mundo indígena.
Cualquiera se preguntará cómo así el sur andino suele votar por las propuestas antisistema, no obstante su historia y tradición a favor del virreinato y en contra de la independencia. En el sur andino no se reconoció la república hasta 1833 y las brutales expropiaciones de tierras de las comunidades campesinas siempre se identificaron con Lima y el centralismo.
¿Cómo así entonces el 26% de la población se identifica como indígena? Se llama batalla cultural, triunfo de narrativas y relatos. La derecha y un sector del empresariado suele creer que las historias y los relatos no tienen nada que ver con el desarrollo del capitalismo, las inversiones y el sistema democrático y solo se focalizan en cifras, tendencias y curvas. El progresismo, el neocomunismo y el colectivismo, por el contrario, entiende la importancia del relato: el hombre no solo se alimenta de pan, sino también de historias y explicaciones.
Como los sectores de la centro derecha abandonaron la guerra cultural e ideológica, el progresismo acumuló narrativas sobre los pueblos originarios, ganó la mayoría de facultades universitarias y la academia y, entonces, la estrategia identitaria se impuso: “todos somos lo que nos percibimos”. Bajo el bombardeo de la prensa y propaganda progresista algunos recordaron sus historias familiares y las migraciones se identificaron como indígenas.
¿Queda claro que estamos ante una estrategia de poder del neocomunismo? A reaccionar.