El ganador o ganadora 2026 recién podremos visualizarlo en marzo o abril. Y lo haremos por instinto más que por una explicación lógica o razonable.
La semana que fenece tuvo como noticia político-electoral la supuesta consagración de una alianza de cinco agrupaciones para los comicios del 2026. Tal alianza (según lo reveló el ex congresista PPC Juan Carlos Eguren) estaría conformada por los partidos Unidad y Paz, Popular Cristiano, Sí Creo, Libertad Popular y Fuerza Moderna cuyos líderes respectivamente son: Roberto Chiabra, Carlos Neuhaus, Carlos Espá, Rafael Belaunde y Fiorella Molinelli.
Añadió Eguren que, aparentemente, el candidato a la presidencia sería Chiabra, héroe nacional, ex Comandante General del Ejército, ex Ministro de Defensa y actual congresista. “Una de las razones que lo encumbrarían es su decisión, capacidad, experiencia y conocimiento para terminar con la delincuencia y poner orden en el pais”, subraya Eguren.
Sin embargo, el trascendido fue inmediatamente desmentido – en público y en privado – por voceros autorizados de algunas de dichas agrupaciones. El pepecista Miguel Ángel Mufarech reconoció el viernes 04 en canal N que había conversaciones y aproximaciones pero sin acuerdo alguno. Cabe indicar que el próximo 02 de agosto vence el plazo para solicitar ante el Jurado Nacional de Elecciones el registro de las alianzas y el 01 de setiembre es el límite para obtener la inscripción de las mismas. Hasta el 23 de diciembre se registrarán las fórmulas presidenciales y listas parlamentarias.
Hubo quienes tomaron con agrado la alianza no nata de esos cinco partidos, sobre todo entre los que pugnan por no atomizar las opciones de derecha y centro derecha de los 43 membretes aptos para competir el 2026. Este sector cree que una carrera de cabezas de ratón favorecerá el lenguaje anti sistema de la izquierda y asegura que volveríamos a tener otro Pedro Castillo en la jefatura del Estado. Es decir, un salto al vacío solo por expresar el rechazo al tabladillo político oficial.
No estoy muy convencido de ello. Considero que todavía es prematuro saber cuál será el perfil del candidato presidencial beneficiado por el voto popular el próximo año. La desinsitucionalización colectiva hace impredecible ubicar los ejes de la tendencia mayoritaria del electorado que, como se sabe, apenas con 8 o 9 % puede lograr que su candidato pase a la segunda vuelta.
Recordemos siempre que el 2021, con solo 13 candidaturas, Castillo accedió a la etapa del ballotage con 11 % de voto efectivo (sin considerar los blanco y viciado) y Keiko Fujimori con 9 %. En una palabra nos obligaron a escoger entre dos aspirantes de baja representatividad pero que – por culpa del zafarrancho de nuestro sistema electoral – ya tenían asegurada la mayoría de curules en el Congreso.
El ganador o ganadora 2026 recién podremos visualizarlo en marzo o abril. Y lo haremos por instinto más que por una explicación lógica o razonable. Basta recordar que las más rigurosas encuestadoras de nuestro medio consignaron a Castillo en el quinto lugar una semana antes de las elecciones 2021 e incluso algunas ni lo tenían en su mapa.
Fenómenos o tragedias de esa naturaleza serán siempre factibles en este país de desconcertadas gentes (Piérola dixit).