OPINIÓN/ Cuando los Municipios Construían con Etica y sin Lucro: “La Lección Olvidada de la Costa Verde”
Escribe: Alexandre Ridoutt Agnoli
De las memorias de mi padre.
Hubo un tiempo en el Perú, en que los municipios no eran agencias de empleo, ni de relaciones públicas, ni cajas chicas de los partidos políticos. Un tiempo en que las municipalidades estaban integradas por profesionales comprometidos algunos incluso ad honorem que entendían el servicio público como un deber moral y no como una oportunidad de enriquecimiento. En aquella época, se podía planificar y ejecutar obras de gran envergadura sin consultoras, sin sobrecostos, y sin pedir permiso a los intereses privados y tener que enfrentar leguleyadas de los tinterillos que hoy las paralizan hasta para construir una vereda.
Una muestra viva de esa época es la construcción del tramo de la Costa Verde en Miraflores, comprendido entre la Quebrada de Armendáriz y el Cuartel San Martín. Esta obra fue una de las primeras materializaciones del ambicioso Proyecto de Defensa del Litoral y Habilitación de Nuevas Playas de Lima Metropolitana, concebido y promovido en 1972 por un gran visionario: el arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca, entonces alcalde de Miraflores.
Lo que luego se conoció como la Costa Verde no nació para ser solo una autopista costera, sino como un plan integral de recuperación del borde litoral para uso público, expansión urbana racional y recreación de una población en constante crecimiento y sin lugares de esparcimiento. Algo que a pesar de haber pasado más de 50 años de disputas entre los diferentes alcaldes de los distritos del borde costero de Lima cada uno en lugar de seguir un plan integral de desarrollo no llegan a un acuerdo para concretar el sueño inicial que fue, hacer del Litoral la Copacabana Limeña.
En ese contexto, el ingeniero y concejal de Obras Públicas Eduardo Ridoutt, propuso durante una sesión del concejo de Miraflores ejecutar de forma inmediata el tramo la Armendáriz–Cuartel San Martín. Aprovechando que se construía en ese momento la última etapa de la vía expresa Lima–Barranco entre la Av. Primavera y la Av. República de Panamá en el sector de Barranco, su idea era tan simple como eficiente: utilizar como material de relleno los residuos de excavación de esa obra, que de todos modos debían ser eliminados. Solo se necesitaba alquilar maquinaria. Nada más.
Ridoutt preparó la relación de equipos necesarios y publicó la convocatoria en el diario El Comercio. Al día siguiente, la Contraloría General de la República lo llamó escandalizada: ¿cómo era posible que se licitara solo maquinaria sin presupuestar toda la obra? Sospechaban una irregularidad.
Pero lo que encontraron fue una clase magistral de ingeniería, de gestión pública ética y técnica. Ridoutt, acompañado del ingeniero de obras públicas del municipio, acudió personalmente a la Contraloría y explicó, punto por punto, cómo la obra sería posible con recursos propios del municipio:
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Dirección técnica a su cargo y del ingeniero municipal, sin costo adicional.
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Personal de obra pagado por el municipio.
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Ingeniería, topografía y supervisión realizadas internamente.
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Material de relleno provisto gratuitamente por los camiones de desmonte de la vía expresa.
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Materiales de afirmado y agregados adquiridos directamente sin sobreprecios.
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Alquiler de maquinaria esencial, sin carga de utilidad.
- Eliminación de costos de dirección técnica externa, gastos generales y utilidades privadas, porque el municipio no busca lucro.